~En las afueras de un pueblo vivía David. Era éste un adolescente de quince años; de constitución débil y enfermiza, como consecuencia de la insuficiencia cardíaca, que arrastraba desde pequeño y que iba minando poco a poco su salud y sus fuerzas y, la cual le impedía llevar una vida normal en un chico de su edad.
Amante de la Naturaleza; cuando el tiempo y su estado de salud se lo permitían, gustaba de dar cortos paseos bordeando el río que atravesaba el bosque cercano a su casa.
A nuestro protagonista era fácil encontrárselo tranquilamente sentado a la sombra de algún frondoso árbol, dedicado a otra de sus grandes pasiones: leer. Cuando estaba enfrascado en la lectura, perdía la noción del tiempo. Otras veces, gustaba de escuchar los sonidos del bosque: el canto de los pajarillos, el rumor del río, el sonido de las hojas mecidas por el viento...
Esta costumbre era conocida por una pandilla de chicos de edades comprendidas entre los quince y los diecisiete años. Este grupo estaba capitaneado por Juan. Era éste un chico alto y fuerte. De carácter bravucón y pendenciero. Estos chicos, bastante gamberros, por cierto, solían hacer blanco preferente de sus pesadas bromas al pobre David el cual, las soportaba con resignación, a pesar de que algunas de ellas rayaban en la crueldad.
Uno de estos días, nuestro protagonista se hallaba leyendo tranquilamente, cuando oyo unos gritos desgarradores en demanda de auxilio; estos parecían provenir de la otra parte del río. Aguzó el oido, prestando atención. Efectivamente, alguien gritaba y los gritos eran ahora más apremiantes.
Se acercó cautelosamente, pues pensaba, (y no sin razón) que podría tratarse de otra de las bromas de dicha pandilla y, cuando estuvo lo bastante cerca, pudo comprobar que dichos gritos eran proferidos por el jefe de la misma. Éste se debatía desesperadamente en medio de la corriente del río; el cual bajaba bastante crecido a causa de las últimas lluvias.
Como decíamos antes, la corriente lo arrastraba inexorablemente y el chico se encontraba ya al cabo de sus fuerzas.
Nuestro protagonista no se lo pensó dos veces y, olvidando todo lo que éste le había hecho sufrir; miró en torno, buscando algo que le ayudase a sacar al chico. Un poco más allá encontró algo que muy bien le podría servir para el caso: una gran rama desgajada que había en la orilla.
Con sus escasas fuerzas fue arrastrando dicha rama hasta el lugar en que se hallaba Juan. Como pudo la lanzó y, tras varias tentativas, consiguió que el otro la alcanzase. Éste se aferró a ella como un clavo ardiendo. Al mismo tiempo y, por el otro lado nuestro protagonista, haciendo un sobrehumano esfuerzo, fue tirando hacia sí. Tras ímprobos esfuerzos, consiguió que el otro se fuese aproximando a la orilla. Cuando ya estaba cerca, hizo un último esfuerzo consiguiendo que el otro se acercase, por fín, a ésta. En ese momento, las fuerzas le fallaron y la mente se le nubló, cayendo como un fardo.
El otro en ese momento no se dio cuenta, pues estaba extenuado por el esfuerzo, mas al reponerse, fue hacia el otro para darle las gracias por haberle salvado de una muerte segura. Viéndole en el suelo, fue a ver lo que le ocurría. Al acercarse a éste y, viendo que no se movía,le dio unas palmaditas en la cara para ver si reaccionaba, con resultado negativo. Alarmado, acercó su oido al rostro; pudiendo comprobar consternado, que no respiraba. Su corazón enfermo había dejado de latir...