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Categoría: Infantiles

Perlas de ángel

Me acerqué suavemente a su cuarto. La encontré de espaldas, sentada sobre su escritorio escribiendo algo, dibujando o garabateando cualquier cosa sobre un cuaderno de páginas cuadriculadas... Sin que note mi presencia le puse a la luz de sus almendrados y exóticos ojos un delicioso chocolate y una película en video con el título de: "Dos Hermanos"... Ella, no dijo nada, sin embargo, había en aquel angelical cuarto de una niña de nueve años, poblado de muñecas, fotos, juguetes un sentimiento, una singular expectación que, al igual que yo, quedamos esperando un especial acontecimiento. Observábamos a la niña de espaldas a todos nosotros, sentada sobre un escritorio con un lápiz y un cuaderno de hojas cuadriculadas... y sentimos que frente a ella, casi no podíamos respirar, absorbiendo toda nuestra atención como si algo sublime estuviera por ocurrir...

De pronto, todos, observamos que un gota brillante, como una perla, caía de sus tiernas mejillas hasta chocar con las hojas cuadriculadas del cuadernillo, iluminándola como si fuera una ventana de luz. Luego, cayó otra y otra mas... haciendo que todo el cuarto se llenara de una gran luminosidad... Eran lágrimas brillantes, terribles lágrimas que quemaron nuestros corazones de un inmenso y extraño sentimiento, inundándonos de angustia y dolor por tratar de entender lo que jamás podríamos entender.

Quise yo, y, quien sabe, todo el universo, tratar de coger las perlas brillantes que caían del tierno rostro de la niña cuando, repentinamente, soltó el lápiz y, en silencio, rompió a llorar, cogiendo el cuadernillo lleno de luz y colocándolo sobre sus bellos ojos almendrados... Me atreví a tocarla, y sentí que profanaba a un ángel sin alas. Y luego, para mi total desconcierto, y sin decir una sola palabra, se paró y, con el brillante cuadernillo de páginas cuadriculadas, salió del cuarto como buscando en secreto, su espacio, un lugar en donde vaciar toda la luz que brotaba de su alma, como buscando encontrarse con Dios...

Me quedé solo, muerto, triste, oscuro como todos los juguetes, muñecos y fotos que poblaban aquel cuarto, y luego, en silencio, me puse a llorar, pues no todos los días se ve a un ángel sin alas llorando y hablando en silencio con la luz de Dios...

Ya estaba en mi centro laboral cuando sonó el teléfono, era ella, que con total alegría preguntaba si podía comprarle un chocolate de otra marca y tamaño. Le dije que sí. Colgó, mientras dentro de mí, se encendía una gran alegría y bondad... en medio de un espacio extraordinariamente frío y gris...



San Isidro, julio del 2005
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 15375
  • Fecha: 24-07-2005
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 6
  • Votos: 67
  • Envios: 3
  • Lecturas: 4083
  • Valoración:
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