Cuando estuve en Brasil, hace ya nueve años, en la ciudad de Salvador de bahia (ciudad que conserva todavía el espiritu de los años de
esclavaje que sufrieron los antepasados de su practicamente ahora totalidad de población negra) me dejé embriagar por esa alma de la brujería negra que se respiraba allí por donde ibas; un santero se nos acercó al grupo que íbamos y intento vendernos un botellita que
contenía, según él, una substancia que era capaz de convertir las lágrimas sinceras de una persona en perlas negras; todo el grupo se rió del santero y de mi ya que fui el único que compró un frasco de esa substancia. Hasta hoy he guardado el frasco, y al ver tus ojos creo que ha llegado el momento de usarlo. Me gustaría tener dos lágrimas sinceras los que intuyo bonitos ojos, las convertiré en perlas negras que guardaré en una caja de marfil donde grabaré tu nombre de diosa en letras doradas; de esta forma cuando piense en tus ojos sacaré las perlas de la cajita y las acariciaré suavemente en mis manos, notando
el calor de tus ojos, la textura de pétalos de rosa de tu piel y los grandes sentimientos que guardas en tu interior; así aunque tú no me
pertenezcas algo muy tuyo me pertenecerá para siempre...