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Categoría: Ciencia Ficción

Perversidad (Parte I)

No era que Karl Dazman, premio Nóbel en ciencias matemáticas, Doctor en física cuántica, biotecnologías y cibernética, se pudriera en la cárcel a la espera de una condena desde hacía diez años por descubrir los algoritmos matemáticos paramétricos multidimensionales que definían los vínculos intermoleculares. No, no era por eso.

Tampoco era por el reconocimiento de toda la comunidad científica mundial hacia esta soberbia investigación. No, no, menos que menos.

El poseedor de la mente más evolucionada de todos los tiempos no sería, seguramente, ejecutado por trabajar para la humanidad creando lo que constituiría una revolución sin precedentes, un punto de inflexión cultural y social en la relación de todos los seres vivos del mundo.

Entonces, ¿por qué sería asesinado Karl Dazman a manos de la sociedad a la que tanto había intentado beneficiar y por la que tanto había trabajado?, para ello deberíamos viajar un tanto para atrás en el tiempo.

 

Dazman había definido, como ya se mencionó antes, los como y los porque de los vínculos interatómicos de cualquier partícula existente en el mundo. Cuando publicó sus trabajos la comunidad científica entró en un trance de fascinación no solo por el colosal hallazgo sino por las connotaciones colaterales.

Claro, no era para menos.

Si un algoritmo matemático podía definir a la perfección los vínculos que mantenían cohesionado un sólido bien se podía, entonces, operar con dicho algoritmo para disolver esos vínculos, rompiendo la cohesión y haciendo que el sólido, literalmente, dejara de existir, desapareciendo en el aire para formar parte del cosmos.

Pero ahí no terminaba todo.

Volviendo para atrás las complejas operaciones matemáticas se podía reimplantar la complicada trama de vínculos recreando el sólido en el plano bidimensional Espacio/Tiempo.

Esto, en paisano, sería donde y cuando se desee.

También, teniendo en cuenta la naturaleza de las moléculas que componían determinado sólido, se podía duplicar cualquier cosa, como por ejemplo, un órgano humano. Solo había que conseguir los átomos necesarios y unirlos, uno a uno, y luego, molécula a molécula.

La diversidad de aplicaciones era infinita pero los sueños terminaban en la implementación de lo plasmado en el papel y que no resistía objeción alguna.

La computadora más evolucionada demoraría diez años en el análisis del cuerpo más elemental, tal era la complejidad matemática involucrada. Era necesario inventar computadoras miles de millones de veces más rápidas, pero eso demoraría también demasiado. El descubrimiento era demasiado tentador y perfecto para demorarlo por insuficiencias humanas.

Y las corporaciones amasadoras de fortunas, siempre ávidas de divisas, estaban demasiado ansiosas.

Viajar mil kilómetros en un segundo, fabricar millones de cosas duplicadas en fracciones de segundos, viajar al espacio exterior con oxígeno para diez minutos… Las alternativas eran infinitas y de lo más diversas.

Curiosamente, el más pesimista era el propio Dazman: “Nunca encontraran la computadora adecuada.” decía cuando lo entrevistaban.

“Para solucionar un problema no solo hace falta velocidad de cálculo sino otras cosas como creatividad, imaginación, pasión, noción de la belleza… y esas cosas no la recrea un sistema electrónico mineral…”.

Por años se experimentó y probó con todo tipo de implementaciones y las corporaciones invirtieron cientos de miles de millones en sistemas que fracasaron estrepitosamente.

Todo resultaba poco, lento, ineficiente.

Llegó el desánimo e, inevitablemente, el abandono… y el olvido. 

El más beneficiado con todo esto fue el propio Dazman, quien se enriqueció seriamente cobrando millones y millones en materia de licencias y concesiones.

Claro, quien le iba a reprochar algo cuando el mismo advertía constantemente la imposibilidad de llevar sus teorías al terreno de lo práctico.

Los descalabros financieros luego de tan rotundo fracaso fueron brutales. Cientos de corporaciones fueron a la quiebra, las bolsas de valores del mundo se desplomaron y las economías de los países centrales llegaron al fondo para quedarse.

En medio de este pandemonium Dazman desapareció sin dejar rastro, del día a la noche, pero nadie lo advirtió, todos estaban en otra cosa.

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