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Pescando en el Desierto

Faltaba algo más que una hora para que amaneciera y se mantenían caminando a paso firme con rumbo oriente y aunque sabían que el alba les deparaba un espectáculo maravilloso estaban conscientes de que tenían que llegar a las extrañas formaciones pétreas conocidas como “Las Comadres”. Tres rocas cuyo origen era el más completo misterio ya que similares se encontraban sólo en el Valle de las Rocas Encimadas al sur de la capital y esto quiere decir unos cuatro mil kilómetros de distancia y donde había conocido a Max, Cesar, Alex y Flor que con el tiempo llegarían a ser amigos y compañeros en no una sino en incontables excursiones.
“Las Comadres” les brindarían protección con su sombra y eventualmente algo de agua que habría quedado presa en algún recoveco como precario escurrimiento del roció que presentaban alguna clase de la gran variedad de cactáceas que conformaban el hábitat natural de la región, con lo que contarían de todo el día para descansar, reponer energías y hasta dormir a ratos ya que el calor imperante en esa región y en esa temporada el cual rayaba en los cincuenta y cinco grados centígrados les impediría muy a su pesar avanzar más allá de ese extraño y natural refugio.
Su plan era turnarse a ratos turnándose, vigilando, primero que no les diera el sol de lleno y además de cuidar y ahuyentar en su caso a cualquier alimaña rastrera, ave de rapiña o cuadrúpedo carroñero que se atreviese a merodear en busca de una posible fácil y descuidada presa.
En principio el plan era que tomaran turnos de dos horas cada uno, sin embargo, la caballerosidad de Chellín salió a flote y esos turnos se transformaron en tres por uno ya que sólo permitió que Pame vigilara una hora ya que su magnifica preparación física así lo admitía.
Eso sin tomar en cuenta que Pame era su prima favorita, distinción harto bastante correspondida ya que a la vez, Chellín era considerado sin lugar a dudas a la vez el primo favorito de Pame. Condición que se mantendría por varios años ya que muchos años fueron los únicos primos, lo que además se mantendría inalterado al paso de los aniversarios.
A ellos les había tocado el honor de ser, a ella la primer nieta en la familia y a él el primer nieto varón.
Como era su costumbre y motivo de largas, insulsas y pírricas discusiones nunca se pusieron de acuerdo quién era el mayor, circunstancia que tomaba vaivenes más que nada a conveniencia de Pame ya que cuando se trataba de “Respeto al Mayor”, ella era la mayor, pero cuando se trataba de contabilizar años, el honor del mayor recaía en Chellín.
Claro que cuando se trataba de condición física no cabía la menor duda ya que salvaban cualquier condición por difícil que se presentara y así la fortaleza de Chellín afloraba y no era raro que en cualquier excursión terminara cargando además de su equipo y su mochila, lo correspondiente los pertrechos de Pame, condición que no tardó en presentarse ya que el cambio de zapatillas de tacón alto por botas de expedición redundaba en un autentico martirio sobre todo en las pantorrillas de Pame y que aunque trataba de sobrellevar estoicamente, terminaba por acceder, eso si contra su voluntad, a que fuese auxiliada por Chellín.
 Claro que no es lo mismo las “Pasarelas” que caminar por el desierto, o escalar montañas o ir de excursión a los volcanes, o . . .
 ¡Ja! Ahora si que no te mediste.
 Sí ¿Verdad? Ahora si que me azoté
 Y eso que hay biznagas, cactus y zahuaros
 ¿Y eso qué?
 Pues que te puedes espinar
 Ja, ja, ja.
 ¿Has notado la variedad de vegetación con la que nos topamos en esto que llaman “Desierto”?
 Es cierto
 ¡Anda! Ahora hasta poeta
 ¡Chistoso!
 Pues cuando menos he contabilizado mínimo dos docenas de variedades entre hierbas y cactáceas
 Y que decir de la fauna que en más de una ocasión he tenido que hacer malabares para no tropezar o pisar a algún rastrero
 Eso sin contar las aves y los mamíferos grandes, medianos y chicos, que mientras has descansado, léase dormido, he tenido quieta aunque no muy silenciosa oportunidad de observar con los binoculares, que por cierto que son herencia de Norsi-Bo y que he anotado en mi cuaderno
 ¡Claro! Por supuesto que algo más que sus binoculares debiste de haber heredado de Norsi-Bo
 Por supuesto, aunque él anotaba porque se le olvidaba
 Ja, ja, ja
 Ya casi llegamos
 Por favor mantenme despierta que no quiero perderme el amanecer
 Esos amaneceres que tanto nos platica Norsi-Bo
 ¿Cómo vendría a para en estos parajes?
 Seguramente construía
 ¿Construía?
 Pero es que no veo una sola piedra o arena fuera de su lugar
 Si recuerda él nunca se ha referido a la arena del desierto
 No, siempre ha dicho “Pequeñas Rocas”
 Creo que el espíritu de constructor le va a acompañar toda la vida
 En esta y en la que sigue
 Recuerdo que colaboró en la construcción de un muelle
 ¡Estas loco! ¿Un muelle en medio del desierto?
 ¡Claro que no! El muelle lo construyeron a la orilla del mar pero también le daba por ir de excursión y no creo que todo haya sido trabajo.
 Eso si.
 Mira Pame como se cumple lo que tanto repetía el bisabuelo
 ¿Munita?
 Él mero
 ¿Y qué repetía?
 Pues eso de que nunca esta más oscuro que cuando va amanecer
 Cierto
 Lo que nos permite deleitarnos con este magnifico espectáculo de “Lluvia de Estrellas”
 Cierto, mira como caen los cometas.
 Excelso preámbulo del alba
Fueron sólo unos instantes para que la penumbra se convirtiera en luminosidad. Los cirros bajos formaban un real plafond que el sol iluminaba matizando la parte superior y contrastando la inferior. Por encima con matices en tonos color naranja y por debajo en una amplia gama en destellos azulados.
Tan sólo transcurrieron pocos minutos para que el embeleso se viera interrumpido por la algarabía de Max, Cesar, Alex y Flor que cual frijoles saltarines, irrumpieron detrás de “Las Comadres” y con franca alegría les dieron la bienvenida a Pame y a Chellín.
Abrazos, palmadas, choques de puños y palmadas fueron el inicio de la consabida ceremonia que marcaba todos y cada uno de los reencuentros. Flor les ofreció unos pequeños caramelos que siempre tenía en un simpático estuche en forma de labios que Mami Kity le había obsequiado ya hacía unos años atrás.
 ¿Qué se han hecho pillos?
 Discutir, discutir y discutir. Dijo Max.
 ¿Y qué discuten? Preguntó Chellín
 Pues Alex con sus indecisiones. Algo molesta exclamó Flor.
 ¡Vamos no son indecisiones! Replicó Alex
 ¿Entonces qué son? Inquirió Cesar
 Por favor déjenlo hable. Casi suplicó Pame
 Es que, es que, es que
 ¿Es que, qué?
 Pues que no me decido sí para mi cumpleaños quiero un viaje en barco al África o ir en cohete a la luna
 ¿Y ustedes qué han decidido?
 Pues lo mejor será regalarle un libro sobre África y otro sobre cohetes
 ¡Excelente decisión!
 ¡Los felicito!
 Ja, ja, ja.
En esta ocasión fue un coro de seis risas.
La alegría del momento evitó que se percataran de las gruesas gotas de lluvia que empezaron a caer refrescando aún más la templada mañana.
 ¿Lluvia?
 No puede ser
 Esto es el desierto
 Y no se ha registrado lluvia alguna en los últimos doscientos años.
 Bueno eso habrá de creerle ya que ni sumando nuestras edades, llegamos a doscientos
Lo que tampoco se habían percatado era que tras de una de “Las Comadres”, escondiéndose y retorciéndose de la reprimida risa un pequeño duende vestido con overol azul y una gorra con el logo de Sony hacía una de sus acostumbradas travesuras y generaba lluvia únicamente en el área de “Las Comadres”.
¡Era Pócolo! Que como era su costumbre, obligación o mandato divino, seguía a todos lados a ame y a Chellín y que tal cual celoso cancerbero se las ingeniaba tanto para cuidar que no les sucediera accidente alguno como de jugarle de vez en cuando bromas, bromitas y bromotas. Y desde luego que con mayor frecuencia esto último a lo cual ya estaban acostumbrado al grado que el día que no sufrían alguna de sus tropelías lo extrañaban y empezaban una serie de conjeturas que terminaba cuando no con un olor a comida quemada, con sus tiendas de campaña por los suelos arrancadas de sus tirantes por inexplicables rachas de viento que inmediatamente cesaban sin mayor explicación.
De nuevo la coreografía de los “Frijoles Saltarines” dio comienzo y Max, Cesar, Alex y Flor aprovecharon los incipientes charcos más de lodo que de agua, para saltar a “píe juntillas” y salpicar todo a su alrededor.
En Pame, Chellín, Max, Cesar, Alex y Flor tan sólo había una diferencia de año y medio en sus edades y además de que sus familias eran vecinas ya por tercera generación, habían coincidido en su paso escolar desde el Jardín de Niños hasta el término del ciclo escolar correspondiente a la educación secundaria ya que en la preparatoria fueron tomando derroteros diferentes de acuerdo a sus inclinaciones y habilidades. Así Pame optó por el Diseño de Modas llegando a presentar sus colecciones en las pasarelas más conocidas en el mundo de la moda, Chellín además de ser un formidable jugador de Rugby era investigador de tiempo completo en la Universidad de Northwestern en Minneapolis, Minnesota y se tomaba un descanso anterior a iniciar su proyecto sobre “Análisis y Repercusiones en el Efecto Retroactivo de la Emisión de Ondas Hertzianas”, Alex se había graduado como Ingeniero Civil y al paso de los años se convertiría en un experto tanto en el diseño como en la construcción de puentes lo que le permitió viajar de cabo a rabo por todo el ancho mundo. Max se inclinó por el arte y en la cinematografía destacaba como sobresaliente director y que al tiempo sería nominado para varios de los reconocimientos más destacados en el ambiente, barriendo en más de una ocasión con; Ariel, Oscar, Globo de Oro y por supuesto en el mismo Festival de Cannes.
Cesar que en sus inicios se destacó como activista y Defensor de los Derechos Humanos de las Minorías como migrantes, llegaría a ser un brillante legislador que impulsaría varias leyes en la Cámara Alta de Representantes y Flor complementaría su ingenio y pericia en la gastronomía de la distinguirían en varias ocasiones con el máximo galardón al que puede aspirar un chef que se precie y que consiste en el otorgamiento de Cinco Estrellas por parte de connotados y reconocidos críticos del ramo.
Un autentico sexteto de triunfadores, cada uno en su campo y a la vez tan dispares que nadie podría haber explicado el por qué se llevaban tan bien.
Pócolo los contemplaba y orgulloso se sentía complacido que los seis estuvieran reunidos, ya que así “De Golpe y Porrazo” cuidaba a sus encomiendas y no tendría que andar de un lado para otro lo que tendría que realizar mas rápido que el tiempo que tarda en cambiar la luz del semáforo y escuchar el bocinazo del taxista que está atrás de nuestro auto y eso para sus ochocientos años era demasiado.
El paraje de “Las Comadres” no era ni con mucho extenso, sin embargo, no tardó en formarse un río
 ¿Un río?
 ¡Nademos!
 Espera, espera, mejor vamos a pescar
 ¿Pescar?
 Si, aquí hay algunas cañas listas con su sedal y sus señuelos
 ¡Vamos, vamos!
 ¿No les he contado que un día saqué una trucha como de quince kilogramos en el Río Lerma durante una excursión que nos llevó Norsi-Bo?
 ¿Y se la comieron?
 ¿La asaron?
 ¿Te comerías un pez del Río Lerma?
 ¡Puaj!
 La verdad es que no
 Sólo de pensar en lo contaminado
 ¡Re-contra-Puaj!
 Y más puaj
 Ja, ja, ja
Rieron los seis al tiempo que empezaban a chapotear y se adentraban en el cauce del río donde los salmones salían del agua invitándolos y a la vez retándolos a ser atrapados
 ¿Un río? ¿Lluvia?
 ¿?
Empezaron a escuchar una voz, primero lejana y que al poco se fue acercando e incrementando en volumen.
 Jovenes, jovenes despierten, ya es hora
Era la voz de Norsi-Bo que como era su costumbre, había despertado antes que nadie y ahora se encargaba de alertar a Pame y a Chellín que empacando sus respectivas mochilas, la noche anterior entre bromas y risas se habían quedado dormidos a la espera de Max, Cesar, Alex y Flor y que casi de madrugada emprenderían por enésima ocasión una más de sus excursiones que en esta ocasión habían planeado al Desierto de Sonora con la idea de contemplar desde una de tantas “Zonas de Silencio” la tan esperada “Lluvia de Estrellas”, fenómeno que se la naturaleza permitía ser vista solamente cada ciento veinte años y que en ese año ocurriría precisamente a principios de enero y casualmente el día trece.
A la llamada de Norsi-Bo se unieron las voces de Max, Cesar, Alex y Flor que llegaban como “Frijoles Saltarines” a la vez que cada uno saludaba, comentaba, preguntaba o contestana alguno de la docena de temas que iniciaban a un tiempo.
Norsi-Bo optó por hacer discreto mutis.
 ¿Qué pasó? Los esperábamos desde anoche
 ¿Por qué llegan a esta hora? Es tardísimo, a no ser por Norsi-Bo, seguiríamos soñando ¿Verdad Pame?
 De mi parte dalo por seguro
 Es que, es que nos quedamos dormidos
 Si y tuvimos un sueño muy extraño
 Y más extraño es que los cuatro soñamos lo mismo
 ¡Bastante extraño! Ya que nosotros también soñamos lo mismo
 ¿También ustedes?
 También
 Si, es cierto.
Contestó Pame
 Y que decir del sueño
Terció Chellín
 Nos llovía en el desierto
 No sigas
 ¿Y se formaba un río?
 ¡Aja!
 ¿Y nos poníamos a pescar salmones?
 ¡Aja!
 Que raro
 Sueños locos ¿Cuál lluvia?
 ¿Y cuál río?
 Ja, ja, ja
Rieron los seis
Desde el alfeizar de la ventana que daba al amplio jardín de la casa de Mami Kity y Norsi-Bo, cierto personaje se cubría con ambas manos la boca a fin de ahogar la incipiente sonrisa que esbozaba un duende vestido con overol azul y gorra con el logo de Sony.
A que muchachos, ni idea de la lluvia que les espera en donde no ha llovido en más de doscientos años. Aunque ahí estaré cuidándolos.
Pame, Chellín, Max, Cesar, Alex y Flor continuaron sus preparativos revisando una y otra vez sus pertenencias. Al tiempo que Norsi-Bo entraba con una humeante jarra conteniendo olorosa infusión de café de grano de Coatepec que diligentemente Mami Kity había preparado en ola de barro, herencia de la Abue Pera y que le imprimía insuperable sabor y olor.
A ver jóvenes tomen sus jarros y despierten con un cafecito que ya saben como tomar.
 ¡Sin nada y bien caliente!
Terciaron a coro y destacando la inaudible voz de Pócolo desde la ventana, completó el primer mandamiento de Norsi-Bo en su Decálogo Gourmet.
 ¡Como a las mujeres!
Y aunque nadie lo escuchó, en sus adentros resonó la máxima preferida de Norsi-Bo.
Rieron al tiempo que soplaban el ébaneo líquido para hacerlo bebible y continuar con sus preparativos.
Norsi-Bo salió de la estancia, se dirigió a su alcoba, al reencuentro con Mami Kity la que por supuesto había retomado su enésimo sueño del que sólo despertaría rayando el medio día.
Pócolo se encaramó en la canastilla del Hummer que para el efecto se aprestaban a “Darle el Remojo” a la reciente adjudicación por parte de la Universidad a Chellín.
 ¿Y tu Lambourgini?
 En casita
 En San Pablo
 ¡St. Paul!
 Estas en México ¡San Pablo!
 San Pablo
 Ja, ja, ja
 Siempre ganas
 Bueno chicas y chicos, ahí vamos. Yo los cuido.
Fue el callado y silencioso comentario de Pócolo al tiempo que abandonaban el jardín y doblando a la derecha se disponían a tomar carretera.
 Vamos, es buena hora y el sol estará a nuestras espaldas
 Y aunque no, yo seré tu sombra
Nuevamente fue el comentario pensado por Pócolo.
 ¡Vámonos!
 ¡Vámonos!
Contestaron a coro
El problema es que el primer “¡Vámonos!” nadie lo había emitido, bueno nadie de los seis pero fue una voz que todos en sus adentros escucharon.
 ¡Vámonos!
De nuevo Pócolo, pero en esta ocasión para si mismo.

Junio de 2008
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.74
  • Votos: 96
  • Envios: 0
  • Lecturas: 6073
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