Hacia muchísimo calor en el parque donde jugaban los niños del barrio ese sábado. Todos estaban muy sudados después de un juego de pelota que dejó como ganadores al equipo de Enrique. Llegó el vendedor de piraguas como solía hacer todos los sábados en la tarde. Los niños corrieron hacia donde estaba el carrito de piraguas ansiosos por saborear una piragua bien fría. Antonio pidió una de limón, Angel una de naranja, Luis una de tamarindo, Carlos una de fresas, Manuel otra de fresas, Julian pidió la suya de uva y finalmente le tocó el turno a Enrique. Yo quiero la mía también de fresas, dijo Enrique. El piraguero buscó entre sus frascos, pero no encontró ninguno otro de fresas. Lo siento Enrique pero no me queda sabor de fresas. Quieres algún otro sabor? No señor, respondió Enrique, ese es el único que me gusta.
El próximo sábado volvieron los niños al parque a jugar y terminaron muy cansados y sudados. Los otros niños notaron que Enrique mantenía una botella en su bolso. Todos pensaron que era agua lo que Enrique tenía en la botella. Llegó el piraguero como acostumbraba todos los sábados y todos los niños corrieron hacia él. Todos pidieron sus piraguas y cuando le tocó el turno a Enrique, este sacó su botella del bolso y le dijo al piraguero, hoy sí quiero una de fresas y le entregó la botella al piraguero. El piraguero todo sorprendido le preguntó a Enrique, y que contiene esta botella? Es sabor de fresas para mi piragua, le contestó Enrique. De ahora en adelante todos los sábados, le dijo Enrique al piraguero yo pongo mi sabor de fresas y usted pone el hielo. El piraguero se sonrió y le dijo a Enrique, aquí esta tu piragua de fresas; con doble porción y doble sabor.
Isabel Rincon
Doña Isabel, su cuento me trajó recuerdos gratos de mi niñez allá en el centro de la Isla. Nuestro piraguero llevaba por nombre "Coquito" Adelante cuentista!