Cuento la historia de una niña soñadora, sus once años parecían no ser impedimento para cada día ir multiplicando sus sueños; cada nuevo día adicionaba nuevos sueños, y cada nuevo sueño parecía hacerse más inalcanzable, pero ella seguía persiguiendo descalza la ansiada materialización de aquel manojo de sueños.
Un día despertó, por el silencioso ruido de una tormenta de arena, y al levantar su mirada los diminutos granos casi la enceguecen, pero pudo ver que su firmamento era de color marrón, entonces al bajar su cabeza, vió todo azul, a la vez que caminaba entre nubes y que estaba pisando el cielo... Definitivamente su mundo se había dado la vuelta.
Mi mundo también se ha dado la vuelta y no ha sido un sueño