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Pócolo arregla el Rincón de Pame

(Para Pame, Chellín y Lian)

La voz de Pame sonaba harto bastante diferente a lo normal, era excitada, aprensiva, apanicada, azorada por decir lo menos y aunque ya estaban acostumbrados a esas reacciones tras bambalinas en los preparativos antecedentes de las pasarelas, en esta ocasión alarmó en demasía tanto a Chellín como a Lian y ni qué decir a Pócolo que sin necesidad de celular o compu se enteró a la velocidad hertziana del llamado desesperado de Pame al grado que se fue de espaldas del saguaro en el que se encontraba sentado extasiado con el amanecer en el Desierto de Sonora,

con tan mala suerte que cayó ¡y sentando! , Sobre una biznaga.
- ¡Ouch! Esto si que duele
Exclamó al clavársele cuando menos tres docenas de espinas donde tendría problemas para sentarse cuando menos las dos próximas semanas.
El buhito que se resguardaba de los primeros rayos del sol matutino y que se disponía a iniciar su reparador sueño diurno en su refugio en el hueco de otro saguaro,

soltó tremenda carcajada que hizo voltear la vista a los correcaminos, los venados, los halcones marinos, las culebras y demás animales que se encontraban prestos a reanudar sus actividades cotidianas y todo aquello se convirtió en una autentica salva de carcajadas, motivo por el cual Pócolo se levantó sonrojado y herido en lo más profundo de su amor propio que en sus pompis haciendo como que no le dolía y mucho menos que no le importaba.
En un abrir y cerrar de ojos, o lo que es lo mismo, en un parpadeo, Pócolo se encontraba al lado de Pame y desde luego que Lian y Chellín se tardaron un poquito más, tan solo en lo que les permitió la velocidad e su Lamborghini


Y desde luego las restricciones de tránsito.
- ¿Qué pasa?
Preguntó Chellín, al tiempo que Lian abrazaba a Pame que al punto de soltar el llanto solo atino a levantar el brazo y señalando con el índice hizo que voltearan a una esquina del interior de “La Cabaña”, lugar de reunión de las “Troperas” del Grupo 88 de Scouts.
- ¿Qué es eso?
- Que tengo que limpiarlo y acomodar lo que hay allí
- Y cuál es el problema
- Es que, es que . . .
- Ya vas a empezar
- Es que tengo que rediseñar muestro rincón
- ¿Nuestro?
- Bueno, de la “Patrulla Anthares”
- ¡Ah!
- Tu, toda una afamada Diseñadora ¿Tienes problemas para rediseñar este rincón?
- No es eso
- ¿Entonces?
- Es que, es que
- ¡Otra vez!
- Es que no tengo herramientas
- ¿Y Norsi?
- No, a Él ya le perdí dos martillos, un desarmador, un serrote, unas pinzas y no recuerdo qué más
- Pues ten por seguro que a Norsi no se le ha olvidado lo que le debes
- Eso ya lo sé
- No te preocupes, yo voy a conseguir algo.
Dijo Chellín y antes que terminara de pronunciar esta frase, Pame y Lian ya habían tomado plática y cómodamente sentadas saboreaban una tacita de café que Mami Kity había previsto ya que ya que una reunión de Pame, Lian y Chellín no podría haberse preciado ni ser merecedora de cualquier motivo sin al menos una taza de aromático café de Coatepec.
La apuración o preocupación podría haber sido mucha pero el estilo no cambiaba ni un ápice ya que ambas y a pesar de que siempre degustaban su infusión sin endulzante, tal y como lo tomaba Norsi-Bo y por añadidura, bien caliente al punto de ebullición como lo acostumbraba la Bisabuela Lancho, pues bajo esas condiciones las dos se daban a la tarea de agitar sus respectivas infusiones asiendo sus cucharitas levantando su dedo meñique de manera que traía al recuerdo a Mami Kity que siempre endulzaba su café con ese estilo ya fuera en una de sus muy continuas tertulias o los ratos de solaz con Norsi en al Café de París ubicado en la Calle de Motolinía en el mero Centro Histórico de la Ciudad de México. Café de gratísimos recuerdos para ambos.
Se olvidaron de Chellín y ni cuenta se dieron cuando se despidió con la idea de conseguir las herramientas y materiales necesarios.
Tardó casi dos horas en regresar y al hacerlo encontró a Pame y a Lian aún conversando. Lo increíble es que hablaban al mismo tiempo y se contestaban y además se las ingeniaban para contestar sus celulares o enviar mensajes con el mismo aparatito y todo sin perder el hilo de la plática.
Obviamente que no se percataron de su retorno sino hasta que se introdujo en “La Cabaña” e inmediatamente salió exclamando a viva voz;
- ¿Para qué me hicieron traer todo esto?
Entonces si que antes que inmediatamente voltearon y se percataron de su regreso.
- ¿?
- ¿A qué hora te fuiste?
- ¿Por qué gritas?
- ¿Cómo qué por qué? ¿Quién arregló tu rincón?
- ¿Arregló?
- Si, vean
Entraron a “La Cabaña” y se percataron que efectivamente el rincón estaba totalmente cambiado, con nueva iluminación, tapizado con brillante papel, los muebles acabados al natural en color caoba, el botiquín ordenado y la Libreta de Recuerdos perfectamente forrada.
- ¿?
- ¡Ya acabaste!
- Yo no hice nada
- Es que, es que . . .
- Ahí va de nuevo
Pensó Chellín, sonriendo y olvidando su sorpresa.
- Es que nosotras no hicimos nada.
Sobre la chimenea

construida con piedra volcánica, Pócolo se desternillaba de risa al grado que resbaló y cayó de pompis sobre el fogón.
- ¡Ouch! Esto si que duele. Primero espinas y ahora leños ardientes.
Castores, Lobos, Gacelas y demás habitantes de Foresta abandonaron sus madrigueras al tiempo que se desternillaban de risa.
- Estos niños, cuándo entenderán que siempre los estaré vigilando y ayudando
Pame. Lian y Chellín no salían de su asombro y se quedaron buen rato deleitándose y admirando el aspecto del “Rincón Anthares”.
Mientras Pócolo esbozaba una ligera sonrisa de satisfacción, estiró sus brazos, bostezó y se dijo:
- Creo que Gmerezco un sueñito. Como que ya me pesan mis ochocientos años.
En breve ya estaba descansando,

sentadito sobre uno de los brazos del más alto saguaro en el Desierto de Sonora admirando extasiado el paisaje que le brindaba el atardecer y refrescándose con una agradable brisa que llegaba del mar.
- ¡Ahum!
Entrecerró sus ojos y musitó.
- Espero me dejen descansar cuando menos el fin de semana. Ochocientos años, son ochocientos años.
Y se durmió soñando en sus encargos; Pame, Lian y Chellín.
- Espero me dejen descansar cuando menos el . . .


Marzo 2010
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.59
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