Después de que las amazonas montaron a los centauros, estos, enloquecidos en la fiebre de la pasión que los consumía, trotaron velozmente hacia la isla de Lesbos, pensando que las doblegarían con el solo acto de su presencia, pero las lesbas ni bola que les dieron, entonces volaron hacia Egipto para ver si hallaban mejor suerte, allí la esfinge les resultó algo dura y los gatos sagrados les arañaron las bolas, pasaron a la India donde se encontraron con los culos marchitos de las vacas sagradas, pero éstas estaban en divas y exquisitas y los espantaron a pedos, encontraron una manada de chanchos que escapaban del Mesías pero no les pudieron dar alcance, en el África se sintieron impotentes porque los monos se iban por las ramas y las hienas se les cagaban de risa, pero cuando en Islandia un loco vestido de rojo los quizo enganchar a un trineo, recobraron las fuerzas y emprendieron una galopada fantástica rodeando la Siberia en donde el frío casi les congela los pelitos de la nuca, bajaronse a comer el pasto que había cortado Atila y un ejército de elefantes los saca carpiendo y al pasar por el Eufrates la serpiente del paraíso se les mete en el culo y se fueron agitando cascabeles hasta España, y ole! Allí los toros bravíos desesperaban ser domesticados y su adalid era el minotauro que se hacía perseguir hasta el laberinto de Creta (de cretino que era) y los hacía morir de inanición al no encontrar la salida, y ya enganchados en la persecución ven pasar a una troupe de bailarines flamencos desprotegidos e indefensos y arremetiendo contra ellos hicieron gala de virilidad hasta caer extenuados, se despertaron cuando el resto de la troupe, unos gitanos machotes, grandotes y vengativos se les vino encima.
El imaginerío popular cuenta que una noche les crecieron alas y cual mariposas se elevaron hacia los cielos cantando: doce cascabeles tiene mii cabaallo por la caarreteeera.