En el oscuro paraje, mientras el feroz Gurin se recuperaba de su largo sueño delante de la gruta, imágenes del pasado, alegres o tristes, inundaron la mente del caballero; recordó cuando era niño, allá en la aldea blanca, o cuando el difunto rey Brasda le dio la caballería, o el momento en que los ancianos del Sagrado Consejo lo eligieron para llevar a cabo aquella empresa, o.....
- Por Nür, ¿qué es esto? - dijo para sí, algo temeroso - ¿Por qué toda mi vida pasa por delante poco antes de luchar?, ¿es que acaso voy a morir?.
Estaba pensando en eso cuando el Gurin se fijó en él.
- ¿Quién se atreve a molestar al Primero? - dijo roncamente, y comenzó a caminar hacia el hombre.
- Seas el primero o el segundo, doy fe de que Nornul te engendró, como ha engendrado a tantas criaturas malvadas y oscuras. Y como tal, has de morir, pues en este mundo sólo el bien tiene cabida.
El Gurin, divertido, se rió estruendosamente.
- ¿Y cómo, por la llama negra, vas a lograr vencerme, si sólo eres uno y yo mato hombres a decenas?.
- Eso vengo a mostrarte, cómo una hormiga puede matar a un dragón, ¿o no has oído nunca el Cantar de Ádaron?.
La criatura se quedó pensativa durante un rato...
Ádaron era un poeta de un reino ya extinguido que entre todas las obras que escribió, unas cien, compuso un cantar sobre Érione, un joven campesino que durante su destierro de su país por causas poco claras salvó a una princesa del cautiverio que le había inflingido una Borlia, oscura bruja de las montañas, enfrentándose antes con una hidra de doce cabezas.
Pero al parecer, tal historia nunca había llegado a oídos del Gurin.
- No sé de qué hablas, enano, pero sea lo que sea, no sirve de nada, pues hoy morirás.
Y dicho esto, se lanzó al ataque.