Una fría madrugada, cercana a la Navidad,la muerte
acechaba en aquella habitación y yo no la veía.
Se oía el estruendo de las olas, el mar estaba embravecido,el viento salpicaba mi ventana, la noche estaba nublada, como si quisiera avisarme de algún sufragio.
Todas las noches rezaba una plegaría, siempre lo hacía en silencio.
¡Pero no sé por qué aquella vez lo hice en voz alta!
De pronto, sentí unas manos fuertes en mi garganta,
me ahogaba casi no podía respirar.
Invoqué a mi Dios, comprendí que era mi fin, que no volvería a ver otro nuevo día.
Tendida en el suelo, toda ensagrentada, la sagre manaba por mi cara, los ojos se me nublaban todo lo veía de color naranja.
El asesino quiso hacerse con la daga.
En ese instante, como si una fuerza invisible me empujara, pude librarme del homicida.
Descalza corrí escaleras abajo, saliendo a la calle milagrosamente,allí salieron a mi encuentro
unos ángeles ayudándome y pude salvar mi vida.
Bendito sea mi Dios, que impidió que no falleciera.
Nací por segunda vez y me liberé de aquellas manos asesinas.