Mientras leía, la imagen de una mujer de pequeña estatura, delicadas formas y un brillo espiritual, propio de las almas buscadoras, quebrantó mi aliento por los aires del asombro. Me acerqué, la estela de su perfume me hechizó; la seguí como un párvulo a donde fuera. Entró a un lujoso edificio al que me fue fácil entrar, y, desde un reducido espacio, la pude contemplar meneándose en aquel ambiente ejecutivo... Era tan joven y frágil, que verla fumado un puro me hizo pensar que no era tan delicada como imaginaba. Se le veía tan dueña de sí misma que su vitalidad alumbró mi timidez por acercarme; parecía un ángel y demonio al mismo tiempo.
La vi salir, pero no me atreví a seguirla nuevamente, y desde una tibia distancia, la seguí con el alma y los ojos. Entró a un carro y partió con mi ilusión y mis ensueños. Casi al doblar la esquina su coche siguió de largo estrellándose contra un grueso muro. Corrí como un demente hacia el lugar del accidente y, en medio de un grupo de curiosos, la vi: Su frente estaba pintada por el esmalte de su sangre, y los trocitos de vidrio parecían diamantes que orlaban su entorno; un policía se acercó y me dijo:
- ¿Quién es usted?
- ... Un conocido - respondí
La cargué hacia mi coche y la llevé al hospital, me fijé en sus documentos y llamé a sus familiares; a la hora llegaron todos, y también preguntaron quién era yo, les respondí:
- Un conocido.
Pasaron semanas, y diariamente iba a visitarla, y a contemplarla; me fascinaba su belleza y quietud. Así, sin movimiento, sentía que la conocía desde otras vidas. Los médicos, nos informaron que su estado de coma era indefinido, sus padres y amigos, lloraron desconsoladamente. Pero yo, en mi interior, me alegré...
Le llevaba flores, fotos de los lugares que había visitado; también un puro, que aunque no lo fumara, advertía que su olor le agradaba. El acto de darlo todo y con amor, enriquecía mi mundo interior. Noté, después de un tiempo que tanto mi aliento como el suyo coincidían en un solo ritmo, como si fueramos un mismo cuerpo... Sus padres la visitaban pocas veces, yo nunca le falté pues la necesitaba tanto como ella a mí, le hablaba de mis cosas y notaba que me escuchaba.
Nunca pude olvidar el momento en que por un milagro, mientras meditaba, ella despertó.
- ¿Que pasó? ¿Dónde estoy? ¿Quién es...? - Me dijo.
- Hola... ¿Quién?...¿Yo?... Un conocido - le respondí; le hablé de su grave accidente, mientras Llamé al doctor, y luego a sus familiares.
Ella no pudo recordar a nadie para sorpresa de todos; me cogió la mano y me pidió que no la dejara; las lagrimas brotaban de mis ojos por aquello que parecía llamarse felicidad.
Su amnesia era irreversible, y el doctor recomendaba que la trataran como si volviera a nacer. Nos hicimos inseparables, ella, yo y su puro que nunca pudo olvidar. Después que le dieron de alta, sus padres le compraron un departamento; y ella me pidió que no dejara de frecuentarla. Nos enamoramos. Entendí que el amor es maravilloso cuando es compartido, cuando hay otro ser que anhela lo mismo que tu. Si, fue el paraíso. Nos casamos y tuvimos hijos, y en un momento en que paseábamos por las afueras de la ciudad, me detuve a meditar. Mientras mi familia descansaba en el auto, pensaba que Dios era muy grande y bueno conmigo; tanto había sufrido y tantas veces había renegado que, sentí su bondad por todo lo que se me daba.
Salí del coche, y les dije que volvería en un momento, me puse a caminar por aquel inmenso valle, contemplaba la naturaleza. Todo era tan hermoso, la puesta, las aves, el bosque, la carretera, todo era tan perfecto que sentí que era demasiado...
El sonido de un trueno me sacó de mi ensueño, una luminosidad y el griterío de gente, llamaron toda mi atención, mi corazón palpitaba desaforadamente como si me jalara hacia otra realidad... Apuré mis pasos, y cuando vi una fogata inmensa en donde se consumía toda mi familia; creí volverme loco, y que eso sobrepasaba toda mi alma... Lloré como un niño, impotente, pues nada estaba en mi control, y lo único que podía hacer era llorar por mi desventura... De pronto, no lejos del dantesco lugar, a una linda niña que lloraba. Un impulso me empujó hacia ella. La vi tan desamparada que, la cargué y la abracé. Me agradó sentir su tibio aliento que otra vez coincidía con el mío, como si los dos fueran uno solo. Sentí un gozo extraño... No pasó mucho tiempo cuando llegó la ambulancia. Los curiosos me preguntaron:
- ¿Quién es usted?
- Un conocido...
Joe 05/08/03
Esta historia me conmovio, es la primera que leo, de esta pagina.. y me dejo boca abierta, pues ver como el protagonista se acomodo en la familia de esta chica, que parecio haber olvidado su familia, pero que confio en un extraño... simplemente excelente. me gusto mucho. felicidadez yo le di 10 plumas!!! una fan mas, Notty