Aquella noche tuve pesadillas; abruptamente desperté, sentí en mí estomago un gran vacío, aun estaba oscuro, pero decidí bajar al comedor y buscar algo que comer. Aunque hubiera frío nunca me gustó usar pijama, cogí una sabana y en calzoncillos, fui en busca de comida, traté de no hacer ruido; mamá debía de dormir, y papá…, bueno, papá hace años se había ido; yo sentía que algún día volvería; a papá lo escuchaba solo por teléfono. En mí cumpleaños y en las navidades; si se acordaba solía enviarme un regalo; como tanto tiempo no lo hacía, casi me había olvidado hasta de su ausencia.
Cuando llegué a la cocina, sobre la mesa vi varios platos, sucios y vacíos, de lo que antes fue un delicioso festín. Abrí la refrigeradora y me devoré un pan con queso y medio litro de chicha de maiz; satisfecho me disponía a subir a mi cuarto cuando escuché que alguien bajaba por la escalera; sentí miedo de encontrarme con mamá y tontamente me escondí en el cuarto de las ollas y los platos; aun no amanecía y la cocina estaba media azulina y grisácea, pero a esa hora los sonidos de la casa parecían tener color y presencia fantasmal. Me intrigó bastante la armonía de aquel bajar, cuando llegó a la cocina, intrigado aun abrí de un hilillo la puerta; y tuve un fuerte chock cuando vi a un hombre grandote que al igual que yo, tenia un hambre maldito. Estaba casi desnudo, y de pronto escuché que otra persona también bajaba y para mí sorpresa era mamá; cuando llegó donde aquel desconocido se abrazaron mutuamente y comenzaron a besarse como las dos palomas que acostumbraba ver por las tardes primaverales; el hombre le decía a mamá que la amaba, y ella respondía que bajara esa voz pues su hijo (yo) podría despertarse; se despegaron y mamá le dijo que se fuera, y que antes dejara la plata encima del velador de su cuarto; el se rió y saco de sus medias un fajote de billetes y los dejó encima de la mesa. Cerré fuertemente mis ojos, pues quería creer que aun estaba soñando, pero para mi dolor, todo lo que vi era realidad…
Vi salir de la cocina a los dos, y después el hombre salio de la casa bien vestido, prometiéndole muy pronto regresar; luego escuché que ella entró a su cuarto. Comencé a llorar en voz baja, ella era para mí lo más grande y sagrado de toda mi vida, y desde aquel momento realicé que no lo iba a ser más; ella y yo estábamos manchados. Mamá era una p…y esa era la realidad; comencé a entender el porqué ningún vecino deseaba nuestra amistad; aquel momento me sentí el ser mas sucio y horrible de todo el mundo, sentí tanta vergüenza que decidí nunca más salir; comprendí que ellos sabían que yo era un hijo de p…
Comenzó mi gran comedia, al hacer creer a mamá que estaba volviendome loco o estaba muy enfermo; primero le dije que no podía hablar y que la lengua se me había arrugado!, que me dolía la cabeza!, que veía al diablo y que se había vuelto mi amigo y que su mano quemaba! Tanta fue mi comedia que hasta yo mismo la creía. Dejé de ir al colegio, y venía una profesora a la casa; a la cual trataba de volverla loca, pero parecía que en verdad hace mucho que lo estaba, llegué a pensar que era una payasa, y que hacia tan mal su papel que terminaba riéndome a morir, como si estuviera en un circo. Todo esto duró los años de colegio que me faltaba terminar.
Mamá seguía recibiendo a sus amigos, que con el tiempo se hicieron mis “amigos”, cuando llegaban me decían: Hola loquito!; y les contestaba: Hola papito!; se reían de mí, y yo, los miraba con un odio oculto; nunca supieron que yo era el jefe de la pandilla que robaba las llantas y las lunas de sus carros, que eran mis preferidos. Formé un buen grupo de amigos, todos ellos al igual que yo tenían todo tipo de problemas familiares; muchas veces nos contábamos todas nuestras desgracias, pero de una manera tan original, que el más desgraciado, era el mejor, o, el más fuerte de todos los muchachos.
Algunas veces desaparecía de la casa por dos o tres días, y cuando regresaba, mamá estaba por morirse de la preocupación; yo le contaba las historias más increíbles; como una ves en que le conté que estaba caminando tranquilo por la noche cuando en la mitad del parque se me apareció un hombrecillo casi transparente, que me hablaba en un idioma extraño que lo acompañase, su voz era tan magnetizante que no tuve mas remedio que seguirlo, me hipnotizo sin mi consentimiento y me quedé adormecido o drogado; solo recordaba que subía en una especie de ascensor, y cuando abría un poquito los ojos, veía que estaba en medio de hermosas estrellas luminosas; tenía el presentimiento que estaba viajando…y después de un (…) tiempo me dejó en el mismo parque que me encontró; pero el hombrecillo transparente me hizo prometer que todo vivido quedara en total secreto, por mi bien y el de toda mi familia. Mamá se las creía todas, no sabía si era tontita, o en verdad era un mentiroso genial.
Con el tiempo tuve que buscar en que trabajar, lo primero que encontré fue un trabajo de promotor de ventas. Era todo un teatro; primero llegaba yo con una sugestiva oferta a cada local, preguntando si mi producto era el mejor y cuando el cliente decía que si, con la idea de recibir su regalo promoción; y como un garrotazo se aparecía el vendedor, y le asestaba al cliente una ventota como para embargarle toda su alma; hacia tan bien mi papel, que muy pronto me ascendieron a vendedor; ya tenía 19 años cuando recibí mi primer sueldo; lo primero que hice fue comprarme en la bodega una gaseosa y unas galletas; sentí que el trabajo dignificaba a las personas. A mamá le di una parte de mi sueldo y la diferencia la guardaba; tenia un sueño…de que algún día me iba a largar de toda esta mierda de vecindario, a un lugar en donde nadie supiera quien era yo…
Todos mis romances me duraban máximo un par semanas; a todas al principio las adoraba y después las odiaba; muchas veces abusaba y les pegaba; lo mas extraño de muchas de ellas era que el mal trato les gustaba; pero yo sabía que eran unas hijas de p…
En mi inconsciencia pensaba que a mamá no le importaba lo que hiciera, con tal que durmiera en la casa, y dejara algo de plata para la semana; creí entender el mensaje y así lo hice; ella nunca mas preguntó que es lo hacia en la calle.
Conocí una ves a un viejo, y por algo extraño se me acercaba; siempre lo encontraba en el lugar en donde yo buscaba algo en que pasar mi tiempo libre; un día se me acercó y me pregunto: Quien era yo?; Que le importa a ti!; Solo deseo encontrar amistad; me reí burlonamente y le dije: Buscate otros amigos pues yo soy de otros tiempos; el viejo sonrió y me dijo: Todos mis amigos hace mucho que se han ido, y ahora que estoy solo me agrada conversar sin ninguna obligación, pero si él me molestaba, mejor sería no volverme a estorbar. Ya se estaba marchando cuando algo en mi interior se afligió al ver al anciano caminar pesadamente solo, sentía como su pesada cruz lo aplastaba; pensé que seguramente estaba por morir y que quizás tenía algo bueno que contar, lo dejé alejarse pero me prometí a mí mismo que a la próxima lo iba a capturar, para poderlo escuchar.
En mi trabajo el jefe era un gringo maldito que nos choleaba como si todos fuéramos esclavos: ¡Cholos de mierda…estas ventas son una miseria si no fuera porque me dan pena los botaba a la calle a que se mueran de hambre…Que buena gente soy carajo…y ustedes hijos de p…me pagan así!; dentro de mi pensaba que este colorado era todo un madito explotador, nos hacía trabajar como abejas y nos pagaba una miseria que solo alcanzaba para vivir como unos malditos gusanos, y cuando vendíamos bien sus porquerías, nos alababa: ¡Así, si así… siempre tiene que venderse… hijos de p…! Para nuestra suerte este abusivo nos pagaba el sueldo de a puchitos, como si fuéramos colilla de cigarro; en verdad ese trabajo era una verdadera cagada; pero dentro de mí sentía que algún día todo tenia que cambiar.
Todos los días después del trabajo, buscaba a la pandilla del barrio, y planeábamos las locuras que íbamos hacer, con la simple intención de pasar un momento mejor. Un día tuvimos la audaz idea de robar una lavandería, que estaba en otro barrio; al parecer aquella idea iluminó nuestra aburrida noche; pensamos que seria toda una aventura para vivir y recordar. Y así lo decidimos; planeamos todo entre tres amigos, luego salimos en la búsqueda de herramientas para el “trabajo”; necesitábamos una pistola, dos cuchillos y tres capuchas negras montañeras. Después de conseguir todas las herramientas, para darnos valor nos chupamos al seco una botella de puro ron; con la hora y la adrenalina en su justo momento salimos a la fría noche, en la búsqueda de nuestra historia más oscura.
Al doblar la esquina, vimos el objetivo de nuestra aventura; sin pensar más, les dije a mis secuaces que todo terminaba en cinco minutos y nada más, y que si algo salía mal, todos salíamos volando hacia lugares diferentes; y al cabo de quince minutos más, nos volvíamos a juntar en el fondo del parque, silbaríamos tres veces, y ya, mas tranquilos, nos pondríamos a conversar de todo realizado. Con el corazón latiéndome a mil por hora…entramos, y como siempre, yo iba primero; aunque sentía pavor por lo que hacía, me sentía un verdadero hijo de p…, por ser entre todos, el más valiente, y el más imbécil. Entré, y en la recepción no había una sola alma; nos metimos adentro del negocio, y de pronto vi algo que me sacó de mi mal intento; una mujer hermosa estaba copulando con un moreno grandote; cuando nos vio, nos lanzó un grito: ¡Ah!… ¡Hijos de p… que carajos hacen adentro de aqui…!; esa palabra me congeló y al pararme en seco, los tres nos caímos al suelo, como si fuéramos los tres chiflados; salimos corriendo y el moreno gritando y casi calato nos comenzó a corretear a los tres; si no fuera porque tenia la vieja pistola, el moreno nos hacia puré. Me paré y le apunté a la cara; el moreno se quedó congelado y yo mas seguro de mí mismo le grité: ¡Quien es el hijo de p…! ¡Largate hijo de p… si no quieres que te haga mas huecos en el culo!; el moreno grandote se puso enanito y del puro susto se puso blanquito. Me comencé alejar y le grité que se esfumara, él y su negro culo; vi alejarse al moreno maldiciéndome por siempre; con aquel sentimiento de poder, me quedé parado como un valiente vaquero del oeste en la mitad de la calle; guardé mi arma y me alejé caminando. Tal como quedé con mis secuaces nos encontramos en el fondo del parque a compartir nuestra atrevida aventura. Mientras comentábamos lo ocurrido, nos reíamos como loquitos enjaulados; pero dentro de mí noté un sentimiento bastante familiar…era el vacío…
Otro día a la salida del trabajo decidí no ver más a mis secuaces y buscar nuevos horizontes. Caminé sin rumbo fijo hacia otros lares, fui a un parque y luego hacia el mar, después entré a un cine; ya cansado y en mitad de la noche me di cuenta que estaba tratando de borrar la historia de mi pasado; entendí que eso…era algo imposible; yo, era un hijo de p…y eso estaba marcado para toda mi vida. Casi aplastado por aquel sentimiento comencé a caminar de regreso a mi barrio, cuando poco antes de llegar, vi a lo lejos al viejo que deseaba mi amistad; como si fuera un bote salvavidas me alegré de encontrarlo, sintiendo que solo él me podía chupar toda aquel amargo sentimiento que quemaba toda mi alma; Hola viejo que haces por la calle a estas horas, acaso no es muy peligroso para ti?; Que va hijo, que va, la noche y un árbol son mi lecho de dormir, yo vivo así, como un animal de Dios, pero no me siento mal, pues así esta marcado mi destino, y eso nadie lo puede borrar; Pero viejo no sientes acaso frío, no tienes una cama y una frazada con que cobijarte de la humedad y el frío?; No hijo, pero no los necesito tengo este pellejo que es tan duro como la piel de una llama, y siempre me a guardado no solo de los tiempos, sino también del pasado; Viejo… acaso uno puede borrar su pasado?; Uno solo, nunca puede, siempre necesita de alguien que no tan solo lo cobije, sino que lo escuche y lo entienda…y que le de aquello que es tan necesario para una vida tan cortita; ¡Que es esa cosa viejo, que es ese aquello, dímelo!… ¡Te lo suplico viejo… Que me estoy volviendo loco!; Que te pasa hijo… y porque estás tan adolorido?… Será que tienes un puñal en tu alma?. No supe que pasó, lo único que recuerdo es que lloré y lloré, como si el diluvio saliera por mis ojos, me sentí tan afligido y tan aplastado que tuve que cogerme del viejo desolado; y en todo mi pesar, aquel viejo me cobijó, y me consoló; como si el mismo Dios estuviera adentro de su cuerpo; me tuvo que llevar hacia un lugar a descansar, y luego de haber vomitado todo el liquido de mi dolor; y despues el viejo con el amor de un Dios, dulcemente me habló: Todos somos humanos y por eso hijo mío nos equivocamos, yo quise ser bueno, pero aunque siempre lo intenté, siempre fui muy malo, y si hay algo en la vida en que no debemos nunca equivocarnos, eso es: encontrar a un amigo de verdad, y eso es lo único que sé; y ahora que estoy cerca de la muerte, tengo el placer de encontrar a otro tan igual que yo, que también se ha equivocado, y quizás hasta más que yo…Pero si hay algo hijo mío que tengo que decirte es que nunca pierdas la esperanza de encontrar, después del amigo de verdad, al amor de verdad…eso viene y cae como si fuera la ley de la gravedad…y esta vida que me queda, es el único testigo de toda mí verdad…
Lo escuché hablar, y después de reponerme un poco, lo acompañé al parque para que descanse un poco; yo, decidí acompañarlo en su desvelo, tanta verdad me llenó de una experiencia de total placidez,…Vi dormir al anciano, y lo quedé mirando en un aire de pureza que hizo brotar de mis ojos, lagrimas de agradecimiento. Realicé que era un ciego, pero aquel viejo me había abierto un camino en donde a pesar que estaba muy oscuro, sentía que al final había una luz de esperanza. Vi por la primera ves un amanecer, fui testigo como la negra noche se iba transformando de color, lentamente…, de un púrpura azulado hasta un celeste desabrido, hasta que el Sol lo pintó de un celeste sagrado; me levanté y traté de despertar a mi amigo…Lo moví y no despertó. Con un suspiro y una lagrima entendí que nunca más lo volvería a escuchar…
Caminé hacia mi hogar, y conversé con mi mamá, le dije toda mi verdad y ella llorando me besó y me dio su bendición; comencé a conocer lo que era amar de verdad, y entendí que tenía mucho que ver con perdonar…