Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Religiosos

REY DE REYES

>>%<<< Al Hermano Héctor y a su hijo Homan, >>>%<<< Por tan bello relato >>>%<<<

<<<<%<<<<<

En cierta ocasión, un Rey, sabio y bondadoso
comunicó a sus súbditos que, al día siguiente,
se presentaría en cualquier casa para cenar,
que no avisaría;llegaría de sopresa y, que por ello, todas las familias debian colocar un plato y un juego de cubiertos en sus respectivas mesas,
por si su Majestad llamaba a su puerta.

Así lo hicieron todos, pusieron sus mejores manteles, su más lujosos cubiertos y los más exquisitos manjares para recibir al Rey.

Llegada la tan ansiada noche:
Un mendigo,
una viejecita con su nietecilla, y
un soldado...
acertaron a llamar a las puertas de los vecinos,
siendo estas las únicas visitas que recibieron todos, menos uno...

- Dadnos un plato de comida, tenemos hambre, y en vuestra mesa hay muchos,¡ ayuda por caridad!
-dijeron.

Pero los vecinos se burlaban de ellos...

- ¡ Asquerosos pordioseros!, salid de nuestras puertas- decían - y los arrojaban fuera, entre insultos y maldiciones.

En lo alto de la colina, vivia Samuel con su familia.Era un hombre muy pobre, por ello cocinaron y colocaron en su mesa lo mejor que pudieron, para honrar al Rey.
Ellos no tenian lujosos manteles, ni cubiertos de plata, ni cristalerías con hilos de oro, pero pusieron todo lo que poseían
y se sintieron felices, creyendo que su mesa nunca desmerecería a los ojos de su Rey y Señor.

Cuando ya todo estuvo dispuesto,llamaron a la puerta, muy nerviosos corrieron a abrirla,
pero no era el Rey... ¡ Oh desilusión.
Era un mendigo sucio y andrajoso quien con humildad les dijo:

- Dadme,por caridad, un trozo de pan. Samuel se
compadeció de él y tomando uno de los platos de la mesa, se lo dió, al tiempo que le decía
- Arrímate al fuego y come tranquilo, de aquí nadie te va a echar.Cuando éste terminó, agradecido se fue.

Al poco tiempo, de nuevo llamaron a la puerta y todos corrieron, pero tampoco... ¡ No era el Rey ! sino una ancianita, con su nietecilla, que les dijo:
- Hermanos, tenemos hambre y sed,¿ nos podéis socorrer?
Otra vez tomó Samuel de la mesa dos platos y se los entregó a la anciana y a la niña. Al concluir,la ancianita bendijo a la familia y se fué con la niña.

Habrían pasado 20 minutos, cuando nuevas llamadas les animaron, y tampoco era el Rey, sino un soldado flaco, de aspecto cansado y maltratado que les dijo:

- Tengo hambre, ¿podéis darme algo de comida?.
Samuel coge el último plato de comida que había en aquella mesa y con resignación se lo entrega al soldado, mientras piensa que ahora ya no le queda nada que ofrecer al Rey, menos mal que como ya es tan tarde es seguro que el Rey no vendrá. Sin duda estará cenando en otra de las lujosas mansiones de su vecinos, en la ciudad.
Cuando el soldado se va, hace una inclinación y profundamente agradecido se despide de aquellas
buenas gentes.

Pero ...

En el preciso momento que Samuel, su esposa e hijos se disponian a tomar un tazón de caldo y un pedazo de pan, que era todo lo que les había sobrado , pues...

¡ Llaman a la puerta !

Un signo de preocupación se dibuja en sus rostros mientras abren, y ¡ Oh tristeza!, de esta
vez sí era el Rey...
Samuel con lágrimas en sus ojos, se postra a sus pies y dice:

- ¡ Mi venerado Señor !, este vuestro humilde servidor, preparó para vos, las más exquisitas viandas que pudo adquirir, pues como sabéis somos muy humildes, pero... ya nada me queda que poder ofreceros, ¿ que podía yo hacer mi Rey
si hoy todos los hambrientos han llamado a mi puerta?

El Rey tendió su mano a Samuel para que se levantase y le dijo
- Hijo mío, yo hoy, en esta tu mesa, he cenado a plena satisfacción,
por tu hospitalidad y caridad, pues has de saber que todos los que, hoy, han llamado a tu puerta, era yo, y tú a todos has socorrido, por ello, ¡Cada vez que lo has hecho con uno de ellos, conmigo lo has hecho !
- Eres un generoso varón Samuel- dijo el Rey- y siempre hallarás aprobación y acogida en mi corazón, y además... Eres un hombre justo,pues así lo has demostrado:

Dando al mendigo comida de rey, y al Rey
cena de mendigo, y ... ¡ Por ello yo te
bendigo. !

*
Anny Gordon
( Basado en un relato de autor
desconocido)
Datos del Cuento
  • Categoría: Religiosos
  • Media: 5.86
  • Votos: 124
  • Envios: 27
  • Lecturas: 9854
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.147.78.242

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033