Hace muchos, muchos años, (en el nosecuántos antes de Cristo)...No, perdón, no hace tanto; fue después de Cristo, seguro.

TOMA SEGUNDA
Hace muchos, muchos años, (en el nosecuántos antes de Jimmi Hendrix) en un país llamado Italia y en una ciudad llamada Verona, se dio la historia de amor más grande jamás contada.

A por ella:
En Verona vivía gente. En esa época la costumbre de Verona era que sus mozos y mozas se casaran muy pronto,(sobre las siete de la mañana) y muy jóvenes,( entre los trece y los dieciséis años).
No estar casado a esa edad, era como llevar una mancha en el apellido.
Todos los donceles y doncellas, se casaban, por tanto. Todos menos dos, un muchacho y una muchacha.
El varón era hijo de una noble familia, conocida bajo el apodo de "los Capullottes". Y ella resultaba ser la benjamina del influyente linaje de los Monteras, una saga chula y sobrada donde las haiga.
Resulta que ambas casas estaban enemistadas desde que un tatarabuelo Capullotte, retó a su homólogo Monteras, a ver quién era capaz de odiar al otro durante más generaciones. Y en ello andaban desde entonces.

Pero como he dicho, tener solteros en la familia era algo del todo intolerable. Con lo cual, a regañadientes y viendo que no habían en Verona más jóvenes por casar que los suyos, tuvieron que firmar una tregua para que los chavales se unieran en santo desposorio.
Para ceñirnos a la realidad, deberíamos decir que este par de elementos estaban solteros porque eran más feos que Quasimodo con el sol de cara.

Las familias pactaron el compromiso e hicieron un gran banquete.
En la mesa reunieron a más de seiscientos invitados, y en el rincón de debajo de la escalera, a Romedo y Glorietta, con su comedero, su cacillo de agua y su perro Canelo, mezcla de bulldog e iguana.
La pareja disfrutó del engrudo, sin mirarse a la cara,(no habían huevos) simulando ambos que era por timidez.
Luego, cuando dio comienzo el baile de gala, los padres de los engendros, les instaron a que se fueran a bailar ellos solos a los jardines de la mansión, pues sabían que si aquellos dos se juntaban en mitad del salón, los invitados huirían despavoridos.

Romedo y Glorietta, cabizbajos salieron al exterior.
Ella iba zaherida, y si él no iba compungido o consternado es porque no tenía estudios.
Caminaron de la mano y mirándose los pies, ya que les resultaba eso más cómodo que a la inversa.
Llegaron a la orilla del estanque donde nadaban esbeltos cisnes y se sentaron al pie de un árbol, sobre la hierba.
(El árbol era un bellísimo ejemplar de ramas enhiestas, firmes y majestuosas, que desde el mal momento en que esos dos se sentaron a su sombra, derivó en ser lo que hoy en día conocemos como Sauce Llorón.)

Romedo, en un arranque de osadía, le dijo a ella que bien tendrían que mirarse en alguna ocasión, si al fin y al cabo terminarían casados.
Glorietta, tras penosas dudas, consintió, y a la voz de, preparados, listos, !ya!, se miraron al unísono.
!Virgen Santa!.!Qué feos que llegaban a ser los condenados!.

Romedo entonces tragó saliva conteniendo arcadas, hizo de tripas corazón y en un ataque súbito, se lanzó sobre ella. Visto y no visto, los dos se amorraron. (La calentura puede con cualquier reparo).
La escena, no obstante fue tan y tan brutal, que el cielo se ensombreció de repente, sonaron truenos, sonaron rayos y sonaron relámpagos. La tierra tembló una barbaridad en la escala Rigter y las aguas, antes calmas y quedas del estanque, se tornaron en violento maremoto. Y dentro de esta especie de simulacro de fin del mundo, una voz gruesa, estentórea, gravísima y potente, surgió de las nubes, diciendo:

!!!¿Qué está pasando aquí otra vez?!!!

Su eco resonó como en una bóveda, pero luego se percató de su error, carraspeó y se disculpó ante los novios, diciendo que le habían cogido adormilado y como no había visto nada tan escalofriante desde aquello que le hicieron los malos a su Hijo, pues se le había ido un poco la cabeza.

Romedo y Glorietta se despegaron y rompieron a llorar amargamente.
¿Por qué eran tan horribles?, ¿por qué nunca se había querido casar nadie con ellos?, ¿por qué ni siquiera les picaban los mosquitos?.

¿Sabes qué, Romedo mío?:- dijo ella- Nos suicidaremos y que la leyenda nos inmortalice diciendo que fue por amor.
Como ninguno de los dos sabía nadar, decidieron desde el puentecito que atravesaba el estanque, lanzarse al medio, donde el agua alcanzaba su mayor hondura y morir ahogados.
Se cogieron de la mano, subieron a lo alto de uno de los pilares, se dieron un último beso (cerrando los ojos, por supuesto) y saltaron a la muerte.

Mientras iban cayendo al fondo, aprovecharon para verse bien, ya que dentro del agua las facciones se vuelven como blándamente cubistas y no se nota tanto el careto de marsupial restreñido que tiene uno.

Ya empezaban a sentir el frio del agua junto al de la muerte, cuando tocaron fondo.
Allá todo estaba turbio y oscuro. El ambiente era irrespirable.
Al caer de culo, Romedo topó con un arcaico arcón que se abrió produciendo una nube de sedimentos subacuáticos debajo del agua.
Y, hete aquí, que surgió de entre las tinieblas, el Hada Madrina del estanque.
Ella llevaba sin poder salir del interior del baúl más de quince días, y como muestra de agradecimiento, al ver a la infeliz pareja en trance de morir, golpeó suavemente sus narices con la varita mágica y los convirtió en cisnes.



En la superficie del estanque, el sol se refleja con autoridad, la luz ha vuelto al jardín y los pajarillos cantan en los árboles sus melodías de primavera. Todo de nuevo es amable.
Ahora, muchos años después de eso y ya muerto Jimmi Hendrix, todavía en ese lugar se puede ver a una pareja de cisnes enamorados que van siempre juntos y a los demás cisnes apartándose bien lejos y diciendo: !!!Joder, qué llegan a ser feos los jodíos!!!.
Fin.

Esta mamarrachada se la dedico con cariño a la Sra. Presidenta de mi Club de Fans, Doña Celia Martín, sin cuyo entusiasmo, yo ya colgaría de una viga. Zásquiu Verimach.