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Ramón el gruñón

En una pequeña aldea situada muy cerca del bosque, vivía una familia que tenía un hijo muy desobediente

. No hacía caso a las cosas que le decían. Cuando se enfadaba solía llorar como un bebé de pañal y sus gritos eran tan fuertes que parecía un ogro.
De su boca, salían palabras tan feas que a nadie le gustaba oír.
¿A que no adivináis cómo le llamaban en la aldea?
Pues bien, su nombre era Ramón, y le llamaban “Ramón el gruñón”.
Sus padres ya no sabían qué hacer para que Ramón no fuera tan gruñón, pues como os he dicho antes, su comportamiento no lo hacía muy sociable y sus amigos no querían jugar con él. Se pasaba todo el santo día enfadado.
Un día salió a jugar al bosque que había cerca de la aldea donde él vivía. Este era un bosque mágico y había toda clase de animales. Vivían en él tigres, leones, jirafas, elefantes, osos y un sinfín de criaturas, pero… ¿qué era aquello que Ramón había visto? “¿Era acaso un dragón?” -pensó en voz alta. Pues a él se lo pareció.
“En efecto, es un dragón” -le dijo el duende Serafín.
De repente y sin esperarlo, Serafín dio un silbido tan fuerte, que al instante apareció el dragón echando fuego por la boca.
Ramón se asustó mucho, pero Serafín le dijo que no tuviera miedo, pues no era peligroso.
El dragón le explicó que un día él también había sido un niño tan desobediente como Ramón, que solía gritar y decir cosas feas cuando se enfadaba y no le daban lo que él quería, hasta que un buen día apareció el duende Serafín, que cansado de escuchar todas las cosas feas que salían de su boca, y viendo que era un niño muy desobediente, decidió convertirlo en dragón para que ya nunca más saliera de su boca nada más que no fuera fuego y humo, y así ni la gente de la aldea ni sus padres ni sus amigos, tendrían que escucharlo.
De repente, Ramón comenzó a llorar desconsoladamente ante lo cual, el duende Serafín le preguntó:
“¿Por qué lloras Ramón?”
Y Ramón le contestó:
“Yo no quiero que me conviertas en dragón, seré un niño bueno, obediente y educado.”.
Al oír esto, Serafín le dijo:
“No te preocupes Ramón, pues no te convertiré en dragón; a cambio serás bueno, educado y lo más importante…”
¿Qué creéis que le dijo? ¿Cuál sería ese encargo tan importante?
“Obedecerás a la primera con alegría.”
Ramón se hizo tan amigo del dragón que iba muy a menudo al bosque a jugar con él. Y así fue como Ramón, Serafín el duende y el dragón, se conocieron.
¿Queréis saber que pasó después?  
En otro cuento lo descubriréis.

 


Cuento facilitado por Luis M. Galdo, de Murcia

Datos del Cuento
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