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Re-reflexionando

Justo ayer pensaba en cómo este cúmulo de avances tecnológicos han cambiado sustancialmente el ritmo de vida. Ahora los niños ya no juegan tejo, ni rayuela, ni corretean por los vecindarios jugando a las escondidas. Ahora la gente se divierte sola, poco necesitan al amigo, o se encuentran con él en algún programa informático, lo que es más, ya no se llaman amigos, sino ciber-amigos. De pronto pienso en mi generación y en lo afortunados que fuimos al haber nacido en una época donde todavía se podían inventar los juegos, donde un teléfono era una lata enlazada a otra lata por medio de un cordón que transmitía el sonido. Cuántos de nosotros todavía recordaremos con gratitud nuestra infancia, nuestra adolescencia, y las noches en que nos sentábamos en la banqueta a contarnos nuestras penas. Recuerdo que la puerta de nuestra casa siempre estaba abierta para que, a la hora que fuera, entraran nuestros amigos. Comprábamos maíz para preparar palomitas y llenábamos la olla más grande que se iba consumiendo mientras jugábamos lotería. Y los gritos de júbilo cada vez que alguno ganaba el juego eran memorables, tanto que los seguíamos recordando hasta el fin de semana siguiente, en que volvíamos a jugar.
Qué felicidad la de esos tiempos en que nos sobraba tiempo e imaginación para inventar juegos. Recuerdo el juego de los encantados, donde nos correteábamos unos a otros y al primero que tocaban tenía que mantenerse estático hasta que alguien lo volvía a tocar. Entonces no se hablaba de marcas comerciales para estar fashion. La televisión era privilegio de ricos, a la que nosotros no tuvimos acceso. Haciendo memoria todavía recuerdo una telenovela que veían en la casa del frente donde cobraban cinco centavos para poder pasar a la sala y verla, sin derecho a usar los sillones de la sala, claro. Nosotros nunca pagamos, la veíamos desde la ventana que daba a la calle, fue ahí donde aprendí a leerles los labios a los actores. Dos de mis hermanos mayores me levantaban en brazos hasta llegar a la ventana, desde ahí yo traducía lo que cada uno de los actores decía y así, desde lo alto, iba narrando cada escena. Todavía no sé que tiempos han sido mejores, si aquellos en que navegábamos en barcos de papel, o estos en que se navega en internet. Hoy platican con los ciber-amigos, cuando nosotros nos platicábamos nuestros sueños y aventuras de frente, mirándonos a los ojos, hoy los amigos, ya ni siquiera pueden mirarse a los ojos, una foto en el servidor que los enlaza deben bastarles para confirmar que alguien está del otro lado de la pantalla.
Antes nos abrazábamos para consolarnos si estábamos tristes, de repente hasta llorábamos. Hoy las conversaciones giran en torno de los nuevos juegos electrónicos, sobre quién es más reventado, sobre quién posee más y quién menos, y lo que me parece una soberana estupidez que a cada frase le antepone la palabra guey.....sigo preguntándome, cual es el significado de esta. Ya tengo cuarenta años y todavía no me acostumbro a la modernidad con la que aparentemente he crecido. Esta nueva forma de vida ha cambiado sustancialmente mi forma de pensar y de sentir. El tiempo ya es corto y todo debe hacerse aprisa, tanto que la rapidez con la que algunas veces tengo que tomar decisiones, siento que me embrutecen un poco.
De repente extraño esa posición desde la cual miraba al mundo como soñándolo. A veces siento que me alejo de mi raíz y no quiero hacerlo, no quiero entrar en el mundo superficial que tienen algunos estratos, quiero, todavía, sentir que necesito mis necesidades, porque me ayudan a pensar, a resolver, a querer querer. Sin duda no seré la única, de mi generación, que se sienta atrapada en un mundo que no es el suyo. No estoy eclipsada, esto no es sorpresa para mí, es sólo un paso o un paseo, una etapa que quisiera resolver dándole pausas. Pausar para ir al mercado a comprarle a la misma indígena de siempre, para patear la pelota con mis sobrinos pequeños, para dejarme rodar por el pasto de algún jardín, para caminar por las calles sin estar pendiente del tiempo ni de las obligaciones.
Quiero ser siempre como soy, simple, juguetona, vaga, querendona, algo deportista, algo cantante, algo bohemia, algo escritora.
Datos del Cuento
  • Autor: Tisha Moon
  • Código: 9104
  • Fecha: 19-05-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.52
  • Votos: 67
  • Envios: 1
  • Lecturas: 7983
  • Valoración:
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