Le pregunté no hace mucho a un sabio acerca del primer recuerdo que hubo tenido. El sabio calló un segundo sumergiéndose en una profunda meditación para luego entreabrir los ojos y dar una honda respiración y decirme que sólo recordaba unos guantes de color transparente que lo cargaban hacia un lugar en donde sintió mucho dolor. Le pregunté el significado, pero él me dijo que era tan solo un pequeño recuerdo sin importancia, pues su vida que latía en el instante le absorbía de día y de noche.
- Pero, yo recuerdo haber estado en una tina blanca y fría como el mármol, y luego sentí unas manos muy ásperas, y un chorro de agua fría me caía por todos lados de mi cuerpo mientras yo gritaba de angustia y desesperación. Desde aquella vez le temo al agua, es decir al mar, a un lugar desbordante de agua y a la vez muy profundo.
El sabio me miró y me dijo que aquel lugar era mi bautizo. Le creí. El sabio se paró un poco acalambrado por estar sentando en su honda meditación, y sintiéndose muy agotado se dispuso a irse de mi humilde morada que estaba en medio del bosque. Le rogué si podía quedarse hasta el día siguiente. Me dijo que era imposible, pero, agregó, que era muy posible para mí, esperar una nueva compañía que cambiaría toda mi vida y todo su resto. Diciendo esto, parándose sobre sus pies y levantando su mano derecha a la altura de mis labios se despidió de mí.
Al día siguiente desperté y fui caminado hacia el río del pueblo, y en el río vi a cinco señoras del lugar lavando sus ropas totalmente desnudas. Era la primera vez que veía a una mujer así, por lo que me quedé observándolas por varios minutos hasta que una de ella se paró, cogió sus trapos mojados y empezó a caminar hacia mí. Me iba a largar pero ella me vio y me dijo que no huyera como una rata apestosa, pues si bien era curioso era natural y sincero.
Cuando llegó a mi lado me preguntó el por qué estaba mirándolas mientras lavaban las ropas de ellas y de sus familiares. Le respondí que sus cuerpos desnudos me atrajeron sobremanera. La mujer empezó a reír como si la tierra se abriera a mis pies... y luego, para todo mi asombro, abrió ambas piernas, mostrándome su vagina, sus enrrolladas y negras vellocidades y sus íntimos labios rojos, diciéndome con natural firmeza que yo había salido de allí, del hueco que estaba entre sus piernas. Luego se paró con una sonrisa escondida entre sus labios y se fue hacia el río para continuar con todas sus labores.
No supe qué hacer. Si continuar con mi paisaje de mujeres desnudas o volver a mi cuarto a continuar con mi lectura. Decidí quedarme un rato mas. De pronto todas las mujeres se pararon y se alejaron a través del bosque. Las vi desaperecer, sellándose en mi embarrada memoria aquel paisaje de las desnudas paisanas.
Caso curioso. Desde aquella vez, cada vez en que estoy con una mujer en mi cama dispuesto a hacer el amor, la imagen de la campesina, esos espesos vellos entre sus piernas y su descarnada vagina me vienen una y otra vez en mi cabecilla. Y siempre, después de haber hecho el amor me gusta mucho mirar los labios íntimos de aquellas mujeres. Las observo como si un doctor investigara casa uno de aquellos labios. A algunas les abro la piernas un poco mas y sin que lo noten, y les miro. A algunas les agrada que yo les afeite todas sus vellocidades, se rien de mis locuras, pero, para mí es cuestión de un irreprimible impulso interior. Y por último, algunas veces, me agrada dibujar por algunos minutos sus úteros. Luego de hacerlo, los guardo en una de mis mas seguras maletas. Algunas veces me gusta ponerme a contemplar estos dibujos, sin ninguna razón que no sea la curiosidad. No me masturbo como muchos se imaginan. No, nada de eso, mas bien me gusta observar, detenidamente. Muchas de las chicas se largan, otras no, otras se quedan mirándome por varios munutos... "Esta loco", escucho, o siento sus murmuraciones.
Observándolas, me alimenta un sentimiento, una inquietud por recordar el momento en que estuve en el vientre de una mujer, osea en el de mi madre... pero en aquel reflexivo instante, me vienen a la mente los recuerdos de mi propio bautismo, de las indias desnudas, y de ese tipo de cosas. Quizás por ello es que me pongo a dibujarlas.
Todo continuaría anormalmente normal sino fuera porque un grupo de personas vinieron al pueblo con armas de todo tipo, y luego uno por uno de todos mis vecinos empezaron a desparecer... Y cuando vinieron por mí les dije que era un observador de la vida humana, y que estoy tras la peregrina busqueda de mi primera memoria... Todos se burlaron al escucharme, y me soltaron por loco. Yo continué mis observaciones con cada femina que caía por mi lado, y una noche decidí que debía conocer el secreto de lo que sucede dentro de aquellos úteros durante los meses de gestación. Entendí que la gran y verdadera motivación para hacer el amor, el sexo, era conocerse, revivirse dentro de aquel útero materno, para sentir, intuír el hilo que me conduciría a saber lo que soy o he sido desde siempre...
Pasó el tiempo, y la vida en los últimos tiempos me cantaba que había otra vida en el mundo que buscaba, pero que antes debía tomar de las aguas de mi propia vida... con el entendimiento de que aquella vida sin la vida primera sería un ser como todos, es decir un mortal mas.
Hice muchas cosas pero nunca logré entender que dentro de mi estaban selladas las tres preguntas de todas las vidas y de todos los tiempos. ¿Para, por qué y cuál es el proposito de toda existencia? Sino fuera porque una claridad mas fuerte que el mismo día, que el mismo Sol me hizo conocer, entender que el solo reflejo de mí mismo me daría todas aquellas respuestas... Y supe que había algo mas que cualquier entendimiento, claridad, oscuridad. Supe que el solo mirarme sobre el espejo de carne me abría las puertas hacia un paisaje lleno de paz, amor, libertad...
San isidro, diciembre del 2005