Si, ese fué mi destino, llevarme un "no" por respuesta delante de mi afán por mantenerla a mi lado. No lo soportó más. No me soportó más. No quiso ver más esos ojos ardientes de deseo que se me ponían al verla, al observarla; ni tampoco mi fuerte aroma a canela. Ni siquiera se despidió de los dulces gestos que le proporcionaba cuando la deseaba como a nada en este mundo.

Prefirió no seguir mi plan de conquistar el rutinario ruido de la ciudad. Estaba acongojada. Por culpa mía.

Nunca me lo perdonaré, no. No quiero mirarme más al espejo... para qué? para ver a un sinvergüenza egocéntrico dispuesto a todo para tener a alguien que sólo viva por y para él?

No puedo seguir así. Lo tengo decidido, mañana mismo recojo todas mis pertenencias de su humilde -porqué no decirlo!- chalé y me voy a vivir lejos suyo, bien lejos. No me merece. Y aún así ayer me llamó. Quería saber cómo estaba. Qué vergüenza! Me contó que ha encontrado a alguien que la comprende y comparte con ella sus problemas. Lo que yo no le daba. Y lo peor de todo es que ese alguien lo conozco. Es Ramón, mi mejor amigo.

Aún pienso en ella. En su aroma de flores silvestres debido a ese gel corporal que usaba cada mañana y cuyo fresco olor duraba hasta la ducha del día siguiente. En sus lindos ojitos acaramelizados que me deshacían por momentos cada vez que los miraba. En su peculiar manera de entender las cosas -todo lo veía exactamente al revés.

Tú me entiendes, lo sé. Entiendes lo que quiero decir con que me deshacía delante de ella cuando la miraba, y también -esto no te lo he contado- que temblaba de miedo -miedo!- cada vez que con sus débiles brazos rozaba mi dura piel.
Te necesito, ayúdame. Ayúdame a superar este mal sabor de boca que ahora me queda. Respóndeme, con eso ya me basta. Estaré muy lejos de aquí, en mi pueblo, ya sabes la dirección. Te recordaré siempre. Te quiero.