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Recuerdos del ayer

Era un día por la mañana, un día de invierno en los que apetece seguir acostado en la cama, calentito bajo las mantas. Era exactamente el 11 de noviembre de lo que iba a ser un espantoso año. En una de las ventanas de mi habitación escucho el golpear de las gotas de lluvia, sin ninguna gana me levanto y subo un poco la persiana de mi habitación, miro por ella y veo el cielo totalmente gris, todo cubierto de nubes y entonces me acuerdo del espantoso sueño que había tenido esa noche. Sin hacer mucho caso me doy la vuelta y miro mi reloj, eran las siete en punto, solo faltaban ocho minutos para que sonase la alarma y tuviese que prepararme para otro agotador día de colegio. Me visto, desayuno y me dirijo al cuarto de baño a lavarme y me miro en el espejo, como siempre mi rubio y corto cabello despeinado totalmente, mis ojos verdes con unas espantosas ojeras que al ir transcurriendo el día irían desapareciendo, entonces me vuelve a venir a la mente ese extraño sueño, pero en el todo era gris, no lo tenía nada claro. También me viene un presentimiento de que algo malo me iba a pasar, algo que cambiaria mi vida totalmente.
Por último cojo mi mochila y salgo de mi casa, llego a la calle pensando en que cosa mala podría pasarme, me imaginé muchas cosas pero ninguna tan grave como la que vi al cruzar la esquina, un gran grupo de gente en la carretera, la ambulancia, la policía y los bomberos. Muerta de curiosidad me acerco a echar un vistazo y cuando asomo la cabeza por encima de todo ese barullo, veo a mi padre tendido en una camilla cubierto de sangre, en ese momento no supe que hacer, las lagrimas me salieron de los ojos sin que yo las pudiera retener, uno de los agentes me preguntó que si yo conocía al herido, sin decir ninguna palabra le conteste con la cabeza, entonces me llevaron al hospital detrás de la ambulancia.
Cuando llegamos allí los médicos atendieron a mi padre enseguida, yo mientras me senté a esperar al lado de la habitación en que lo habían metido, miro el reloj y ya eran las nueve menos veinte, no sabia como el tiempo había podido ir tan deprisa, ya me daba igual estar en el colegio o en mi cama durmiendo, pero lo que no me daba igual era que a mi padre le sucediese lo mismo que a mi madre, ir al cielo. Solo habían pasado unos pocos meses de la muerte de mi madre, que había muerto por cáncer, y ahora me volvía a ver en un hospital esperando a que los médicos me comunicasen alguna cosa.
Dieron las once y ya había perdido toda esperanza, me veía totalmente sola sin padre ni madre, ni ninguna otra persona de mi familia, puesto que por motivos que nunca llegare a saber se enfadaron hacia muchos años atrás.
No se porque me acordé de un profesor que siempre se había portado bien conmigo, y yo le había confiado muchos secretos desde el día que hable con él por primera vez, ese era D. Alejandro. Ahora necesitaba el cariño de una persona cercana a mí, y por eso me acorde de él, pero estaría muy ocupado dando clases de matemáticas, en el colegio en que yo estudiaba. De pronto escuché mi nombre, Laura, y me di la vuelta, me levante y respondí, era el doctor que había tratado a mi padre, entonces me dio la noticia que yo había intentado meterme en la cabeza, mi padre se había reunido con mi madre. En ese momento solo pensé en la mala infortuna que me había tocado vivir.
Uno de los agentes de policía me preguntó que si había alguien de mi familia que se pudiese ocupar de mi, en ese instante no podía contestar era tanta la tristeza que me recorría por dentro que mi boca no respondió a mi pensamiento, el cual me decía que estaba totalmente sola en este mundo.
La policía empezó a interrogarme, yo me sentía agobiada por las múltiples preguntas que me estaban haciendo, si en ese momento me hubiesen respondido mis piernas habría salido corriendo de allí, hasta el colegio y hubiese entrado en la clase de D. Alejandro me hubiese abrazado a él y hubiese empezado a llorar desesperadamente, pero no
pudo ser así, me vi obligada a responder sus preguntas. Cuando terminaron llamaron al colegio donde yo le había dicho que estaba estudiando, luego mantuvieron una conversación que me prohibieron escuchar, al terminar me llevaron en coche hasta el colegio y allí en la puerta me esperaban el director y algunos profesores entre los que se encontraba D. Alejandro. Al verle toda la tristeza y dolor que estaba sintiendo parecieron desvanecerse y me recorrió una enorme felicidad al contemplar la única persona importante que quedaba para mí.
Sin hacer caso a lo que los agentes me dijeron salí disparada hacía él, me agarré entre sus brazos y empecé a llorar otra vez. Se agachó hasta mi altura y en el oído en un tono muy bajo me dijo que no me preocupara de nada, sin saber exactamente a lo que se refería asentí con la cabeza y se levantó. Después D. Alejandro, la policía y yo fuimos a un lugar en el que yo no había estado nunca, empezaron a firmar muchos papeles, al cabo de lo que a mí me parecieron horas y horas me dijeron que ya tenía un nuevo hogar, me había adoptado mi profesor.
En mi cabeza se formo una pequeña confusión, pues yo estaba enamorada de él y ahora iba a compartir el resto de mi vida junto a él, pero como hijastra. No sabía si eso era bueno o malo, de lo que estaba segura era de que no podría aguantar año tras año encerrando aquel sentimiento en mi, ahora frío y solitario, corazón.
Me llevaron en coche hasta su casa, allí me dejaron para que intentase superarlo tranquilamente, sin decir ninguna palabra, ni siquiera gracias, me metí dentro del portal con él. Subimos en ascensor hasta su piso, allí abrió la puerta de su casa y entramos, en ese momento no había absolutamente nadie en su casa. Me cogió de la mano y me llevó a mi habitación, luego me dijo que me acomodara y si yo tenía ganas que hablásemos, pues él era psicólogo. Cuando me puse ropa cómoda me senté en la cama y me puse muy nerviosa, y poco a poco sin darme cuenta mi eterna soledad hizo que yo fuera creando un mundo en el que yo era la única que existía, pero esa imaginación se me escapo de las manos y se mezclo con la realidad. D. Alejandro llamó a la puerta de la habitación, llamó justamente tres veces, abrí y me preguntó si me encontraba bien, con una sonrisa forzada le dije que sí para que no se preocupara, por dentro me recorrió una gran satisfacción de que él se preocupase de mí.
Ahora él se había convertido en la persona más importante para mí, solo podía pensar en él y cada vez que lo hacía por la barriga me recorría una sensación de vértigo, la misma sensación que te produce cuando estás en la montaña rusa y de repente vas hacía abajo muy rápido, esa sensación.
Esa tarde no salí de la habitación, la cual era de color celeste y tenía una mesa blanca pegada a una de las paredes, encima de ésta había una cadena musical, un ordenador y un globo terráqueo que también servía como lámpara. Había dos armarios que hacían esquina enfrente a la derecha, seguido de uno de los armarios se encontraba una cama y al lado otra, las cuales estaban debajo de una ventana que daba a un patio interior.
Cuando estaba disponiéndome a salir para coger algo que llevarme a la boca, porque estaba muerta de hambre, abrió la puerta uno de los hijos de D. Alejandro. Nos quedamos mirándonos fijamente, era idéntico a su padre, por fin luego de varios minutos paralizados me presenté muy educadamente, como me habían enseñado mis padres. Él se me quedó observando un poco más y por fin dijo su nombre, José, entonces antes de que yo pudiese abrir la boca para decirle por que estaba allí, me besó. Me quedé totalmente sorprendida y ¡el podía ser unos cinco años mayor que yo! Cuando despegó sus labios de los míos, me dijo que estaba encantado de conocerme y de que fuese su nueva hermana.
Entonces salí de la habitación un poco conmocionada, ya sin hambre, y me propuse conocer la casa. Mientras iba investigando en cada habitación escuchaba el palpitar de mi corazón, el cual no dejaba de golpear fuertemente por miedo a encontrarme con mi padre adoptivo. Abrí ya la última puerta, la que estaba al final de todo el pasillo y allí estaba él, tumbado en su cama durmiendo la siesta, supuse pues eran las cuatro y media de la tarde. Me quede mirándolo y mientras lo hacia la mente me dijo que fuese hacia él y le despertara, pero no fui capaz, así que cerré y me conduje a la cocina.
En la cocina no supe hacer nada porque como era nueva en la casa yo no sabía donde se podía encontrar alguna cosa de comer. Sin más remedio volví a la habitación de D. Alejandro y muy cuidadosamente lo desperté, en cuanto abrió los ojos y me vio me invitó a acostarme en la cama con él para descansar un poco y hablarle de como me sentía en aquella circunstancia. Ya se me había olvidado porque lo había despertado y solo se me pasaba por la cabeza el estar a su lado acostada, por unos segundos me sentí como la adolescente más afortunada del mundo entero, pero solo duró unos segundos.
Entonces sentí un rugido, era mi barriga. Me había vuelto el hambre y no lo podía soportar aunque tuviese que interrumpir aquel maravilloso momento tenía que declarar que estaba muerta de hambre. Así que le interrumpí y le comente lo que me sucedía, se levantó y nos dirigimos a la cocina.
En la cocina nos encontramos con José, a mi me dio miedo volver a verle, su padre le saludó y se presentó otra vez. Luego llamaron al timbre y los dos se apresuraron a abrir, yo ya definitivamente pensaba que ese día no podría comer tranquila. Resulto ser la mujer de D: Alejandro: Laura.
Enseguida los tres volvieron a la cocina, mi madrastra se dirigió hacia mí y me dio un abrazo, miro como iba vestida y se fue hacía la habitación. Mientras los otros dos se fueron a la calle no se a que. En cuanto Laura terminó de cambiarse se dirigió a la cocina y me preparó un colacao con algunas galletitas, me senté en una mesa que había allí mismo en la cocina y merendé.
Ya por la noche, después de cenar, me dirigí a mi habitación en la que también se encontraba José. Saqué el pijama de la maleta y me fui al cuarto de baño para cambiarme, cuando salí escuché inevitablemente como D. Alejandro y su mujer discutían por mi estancia en su casa, uno decía que me quedara y el otro que yo sería un problema para la familia, entonces comprendí que en todas las familias yo podía causar problemas, pues en mi propia familia se habían enfadado todos con mis padres por alguna razón y en esta familia que me acababa de acoger estaba pasando lo mismo por mi culpa. Así que me volví a cambiar, recogí mis maletas y sin que nadie se diera cuenta me marché de la casa porque yo no quería que se enfadaran por mi presencia.
Cuando salí a la calle no sabía a donde ir y recurrí a una amiga mía que siempre me había dado cobijo en su casa. Cuando llegué su madre me aceptó con gusto, a parte ya me conocía de haber ido yo más veces por causas mucho peores.
Mí amiga, Marta, me dejó su cama para poder pasar la noche y ella durmió en otra de abajo, como de costumbre. Entonces antes de empezar a dormir me preguntó que porque estaba yo allí pudiendo estar en la casa de la persona que amaba, pues ella sabía mi secreto. Entonces le conté que prefería verle feliz con su familia que verme a mi feliz haciendo que él se metiese en problemas por mi culpa.
Lo que dije antes de que no era la primera vez que iba a casa de Marta sin avisar era porque cuando mi padre vivía siempre andaba maltratándome, pegándome y haciendo que sus amigos se divirtieran conmigo, entonces cuando me hacía esas cosas empezaba a gritar y me iba corriendo a casa de mi amiga y allí estaba hasta que mi padre denunciaba mi desaparición y no me quedaba más remedio que volver a mi casa otra vez.



Esto es solo un fragmento, si quereís el resto de la historia escribirme.
Datos del Cuento
  • Categoría: Fábulas
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