Fui a la librería y encontré uno de los libros que mas me han absorbido, quién sabe si aún respiro a través de él; su nombre es "Guerra y Paz", su autor Leon Tolstoi.
- Hola - me dijo el librero - ¿Vas a llevarlo?
- Si, por favor - respondí
- ¿Pero? ¿Acaso no lo has leído, según me contaste?
- Si, si lo he leído, pero aquella obra no era mía sino prestada, y, quisiera tenerla... Me gustaría releerla.
Me envolvió la obra de más de mil quinientas páginas diciéndome que era la primera vez que conocía a una persona que releería Guerra y Paz. Le pagué y después de un apretón de manos, me fui... Mientras me alejaba empecé a ojear el libro y recordé, recordé a tantos amigos, personajes, episodios, pasajes graciosos, muertes, encuentros, la voz misma del autor que tuve que buscar un lugar para sentarme, pedir un café un empezar a releerlo, fue bello... Allí Boris, Natasha, el conde Pierre, el principe Andrei, Vasily, Sonia, Denisov, Petia, Kutusof, Napoleon, tantos, tantos que aun alumbraban mi existencia mientras con mi mano acariciaba cada una de sus hojas, fue hermoso.
Era demasiada belleza. Me paré y después de pedir otro café me preguntaba si algún día volvería a encontrarme con un autor tan grande como Tolstoi ¿Sería posible? ¿Es que los muertos están mas vivos que nosotros, que a través de sus obras exhalan alientos que envuelven almas, existencias abriendo con sus manos poderosas la cortina de nuestra mediocridad, mostrándonos... belleza, belleza, belleza...? No sé.
Mientras retornaba a mi casa, en la oscuridad de la noche vi que una sombra aparecía por los rincones de mi vieja ciudad… cuando se hizo forma aquella sombra, era un anciano con larga barba, pequeño, y tenía una mirada feroz y luminosa... “¿León Tols…?”, pregunté. "¡Una propina, joven!, ¿por favor…?”, me dijo el anciano, mientras me extendía una bolsa negra que parecía un guindón gigante y con una sonrisa que parecía un cráter, mostrando unos dientes totalmente escariados y gastados...