Lo volví a hacer. Volví a mirarte a los ojos. Esos ojos verde turquesa que no puedo eludir. En medio de una nube de confusión, intento comprender porqué me atraen, que tienen esos ojos que no tengan los de cualquier otra mujer.

Es verdad, no se si te quiero por ellos o por tu fresco aroma de rosas; por ellos o por tu alegría desenfrenada; por ellos o... no, estoy seguro, me he enamorado de tus ojos, no tengo ninguna duda.

Entonces... fueron ellos los que aquella noche de verano impidieron que rozara el suelo, elevándome muy por encima de cualquier otro mortal? Fueron ellos los que me hicieron ver cuán maravillosa es la vida y cuanto sufrimiento hay en mi al no poderte aún tocar, abrazar, rozar?

Mi alma está condenada a conformarse con tu existencia, con tu presencia. Sé que no me creerás cuando te confiese que por tí no dormí aquella noche de verano en que te conocí. Y aunque lo hicieras nunca podrías llegarme a amar como lo haces con aquél quien tu alma ha elegido ya, con aquél que me intenta arrebatar un trozo de mi ser.

Hoy te suplico que por favor me acojas en tu regazo, me acaricies el pelo, me trates como a un niño. Permíteme comprender porqué existo, porqué cada noche se me parte el corazón en mil pedazos al no poder tenerte abrazada junto a mí y no poder, a la luz de la luna, ver tus ojos mirándome para después sonreir. Ya no puedo más, siento que voy a morir.