Querido David:
Ante todo agradecerte sinceramente tu carta y espero me disculpes por haber tardado tanto en responderte.
He intentado escribirte en todo este tiempo, pero, al hacerlo sufría la impresión de estar explicándole un paisaje a un ciego. Nunca dejaría de ser mi paisaje y mis circustancias, simples palabras inútiles flotando en un planeta deshabitado. Mi propio planeta. (Escribir puede ser un buen remedio para acabar con ciertas pesadillas, pero no para acabar con el insomnio).
Ya sabes que cambié de trabajo, aunque mejor podría decir que "huí" de él, no me va del todo mal (al menos son horas destinadas a no incrementar la sensación de desamparo y soledad).
David, es difícil volver a ser una persona sola.( No me estoy quejando, sólo procuro intentar comprender que todos tenemos el derecho a equivocarnos y que precisamente estos errores nos brindarán posiblemente la capacidad de aprender y avanzar en la vida).
Es una cuestión de supervivencia volver a pensar en singular, aceptar que cualquier decisión que tomes no va a afectar a nadie más, no tener a tu lado una persona para consultar decisiones, no tener a nadie a quien decir que no te apetece cenar, o que si tienes ganas pero lo que no soportas es seguir en pie. ¿A quien contar que tienes frío o que empiezas a sentir miedo en la oscuridad de la noche?. Abrir el ropero y descubrir un día más que en su interior sólo habita tu ropa y sentir entonces que tu vida es como un edifio en ruinas. No sabes lo absurdo que resulta ver las noticias, exclamar en voz alta:"¿Será posible que sucedan estas cosas?" y que nadie te conteste.
Y luego las noches... No importa encender la luz a las cuatro de la mañana porque sabes que no vas a molestar a nadie, y dormir en esa cama de matrimonio infinitamente inmensa a la que asocio con un traje que me queda muchas tallas grande.
En estos meses (donde he padecido todo el tiempo del mundo para pensar) he llegado a la conclusión de que hay tres tipos de soledad. La que se presenta de improviso, la que se llega a aceptar con el tiempo y otra que ya habitaba con nosotros aunque compartiesemos nuestra vida con otra persona. Esta última la comparo a vivir con tu pareja a la sombra del mismo árbol pero en estaciones diferentes.
El ser humano puede soportar una semana de sed, dos semanas de hambre, muchos años sin techo, pero no puede soportar la soledad, este es el peor de los sufrimientos.
Entonces sucede que comienzas a culpar al espejo de tener manchada tu cara y vivir se convierte lamentablemente en el simple hecho de respirar obviando lo más importante: Disfrutar de esa respiración.
Es esta soledad la que te impide comprender a tu pareja, de cubrir sus necesidades afectivas, de valorar sus actos cotidianos, no es posible avanzar hacia ella sin ninguna mascara cuando ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos, esto es lo que provoca que todo vaya acabando. Todo vaya quedando dormido como una niña abrazada a su muñeca. Se hace el silencio y al final no existen argumentos detrás del telón de una vida compartida. Sólo quedan personajes muertos que han dejado sus recuerdos helados y marchitos como una rosa de invernadero llevada de repente al cierzo del invierno.
Ahora David es el momento de construir una nueva etapa (tengo a mi lado para ayudarme a aprender a vivir a la mujercita de ocho años más valiosa del mundo), constuirla despacio, sin mirar a los lados, aceptando sin remordimientos cualquier cosa que me esté destinada, disfrutar y valorar cada unos de esos nuevos momentos.
Lo que nos ocurre es insignificante salvo para nosotros mismos, pero somos nosotros los unicos que podemos conseguir que lo que nos ocurra sea algo importante y personalmente valioso.
Gracias David.
Gracias por no existir y por no haberme mandado nunca esa carta que tanto me hubiese gustado recibir.
Gracias por haberme brindado las fuerzas suficientes para rellenar con mis palabras este par de folios.

Málaga 01-06-05

Miguel A. Linares