Estaba manejando rumbo hacia mi trabajo cuando el auto que estaba delante de mi se detuvo. Molesto, toqué el claxon muchas veces, así como también lo hicieron todos los autos que estaban tras de mi, pero nada, el maldito chofer no movía su carro. Me detuve a observar mejor al hombre del auto y me pareció que estaba dormido o muerto. Saqué la cabeza a través de la ventana de mi carro para avisarles a todos los que estaban tras de mi que parecía que el tipo delante de mi estaba mal… En esos instantes todos hicieron silencio, como si el hecho de que el hombre estuviera muerto fuese algo inesperado, y en verdad lo era.
Tuve que salir del auto y caminar hacia el hombre que estaba delante. Y cuando estuve frente a la ventana del tipo, noté que estaba o muero o dormido.
- ¡Está muerto…! - grité
De pronto, todos los otros chóferes salieron de sus coches y se acercaron hasta el tipo. Abrimos la puerta y el hombre cayó como un costal de papas… ¡Está muerto!, gritaron todos menos yo que callé y no supe por qué… Todos los tipos comenzaron a llamar a la ambulancia, policía, bombero, alerta médica a través de sus celulares cuando en ese preciso momento, el hombre… abrió los ojos, como si fuera un resucitado… Todos nos asustamos y retrocedimos, mientras pensábamos que quizás estaba dormido. El hombre se paró y se puso en su volante, arrancó el auto y sin decirnos nada de nada, se alejó de todos nosotros que aún no salíamos de nuestro estupor, o estado estúpido de desconcierto.
Luego, todos subimos a nuestros autos, medio riéndonos, medio pensando de lo ocurrido mientras veíamos que los policías, alertas médicos, ambulancia y bomberos se acercaban hacia nuestros autos. Les dijimos lo que había ocurrido y luego, lanzando una sorda maldición, se fueron… Dentro de mí pensaba que estos malditos hubieran esperado encontrar al hombre muerto de verdad, en vez que saber que había resucitado, justo, justo frente a nuestros ojos… Y es que, un milagro urbano como aquel, no sucede todos los días…
San isidro, octubre del 2005
... me ha hecho pensar que respetamos más a los muertos que a los vivos. Habría que preguntarse por qué.