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Hace muchos años, en el país que hoy conocemos como Italia, reinaban Numitor y Amulio. Un buen día, para reinar solo, Amulio echó a su hermano y a todos los hijos de éste. Únicamente quedó Reasilvia, a quien Amulio encerró en el templo de la diosa Vesta.
Sin embargo, Reasilvia consiguió escapar y, paseando por la orilla de un río, encontró al dios Marte, de quien se enamoró inmediatamente. Fue así como, algún tiempo después, la muchacha dio a luz a dos gemelos, que recibieron los nombres de Rómulo y Remo. Enterado Amulio y viendo en peligro su trono, tomó a los dos niños y los abandonó en el bosque confiando en que morirían muy pronto de hambre y frío. Las cosas, no obstante, no sucedieron tal y como había planeado el malvado de Amulio, pues, habiendo escuchado una loba el ruidoso llanto de las dos criaturas, acudió a amamantarlas.
De esta forma, Rómulo y Remo salvaron la vida. Vivieron mucho tiempo con la loba y sus lobeznos y crecieron fuertes como los animales que se habían convertido en sus hermanos.
Siendo ya mayores, se internaron en las tierras de sus antepasados y llegaron a la orilla del río Tíber. El lugar les gustó y lo eligieron para vivir.
Muy pronto decidieron fundar allí una ciudad para que sus nombres se conservasen siempre en la memoria de los hombres.
-¿Qué nombre le pondremos a nuestra ciudad? -preguntó Remo.
-Se llamará Roma -contestó Rómulo-. Así de sabrá siempre que fui yo su fundador.
-No hay razón para que se llame Roma -protestó Remo-. Es más justo que lleve mi nombre. Durante un rato discutieron con indignación. Por fin, Remo propuso que fuesen los dioses quienes lo dispusieran. Los dioses anunciaron que el nombre lo decidiría quien viese el pájaro más grande.
La idea fue inmediatamente puesta en marcha. Remo subió a un pequeño promontorio y, cuando apenas habían transcurrido unos minutos, vio pasar por encima de su cabeza a un pequeño cuervo.
Rómulo, entonces, se puso en el lugar que ocupaba su hermano y, al levantar la cara hacia el cielo azul, observó un águila majestuosa que descendía lentamente a la tierra.
Rómulo había vencido. La ciudad se llamaría Roma.
Adaptación de la leyenda clásica Romana
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