Estaba muy oscuro. El viento silvaba con gran fuerza. Después del trueno todo el paisaje de la montaña se iluminaba, un relámpago había aparecido.
Miles de gotas sobre el cristal de la ventana de mi habitación. Apenas podía divisar a mi perro Jacky, dentro de su casita en el jardín, donde permanecía inquieto, nervioso, y cansado de ladrar.
Mis padres se marcharon a una de esas reuniones de amigos tan aburridas y eternamente inacabables.
Afortunadamente yo acababa de cumplir los dieciocho años, y decidí quedarme en casa.
Ese fin de semana no pude quedar con ningún amigo, ni siquiera uno para poder invitarle a estar conmigo esa noche en mi casa.
Había terminado la película, que por cierto, era bastante entretenida y con un buen argumento. Fue cuando miré a través de mi ventana, observando ese mal tiempo que hacía.
Sonó el teléfono, era mi madre explicándome que debido a la tormenta, se quedarían a dormir en casa de sus amigos hasta el día siguiente.
Estaba realmente destinado a pasar la noche a solas, mi primera noche.
Tantas cosas que podía hacer, y sin embargo, mi imaginación no hallaba por donde comenzar.
Quise poner música, para intentar dejar de oir los truenos y la constante lluvia. Ah! Jacky, pobre... casi se me había olvidado... tenía que ir a buscarle y traérmelo conmigo a casa.
Cogí el paraguas (la verdad es que aunque ya tenía dieciocho años, debo de reconocer que el equilibrio de mis piernas era un poco inestable debido a los temblores que se apoderaban de mí).
, en ese momento se apagaron todas las luces. La noche cada vez era más tenebrosa. Entonces me armé de valor (como me hubiera aconsejado mi padre), busqué la linterna y salí en dirección hacia mi perro. No paraba de moverse, excitado. Me acerqué con cuidado, comenzando a tranquilizarle y así poder desatarle.
Para colmo la linterna dejó de iluminar.
Jacky ya estaba mejor y más calmado, aunque bien mojado, e incluso yo, por qué no decirlo también me tranquilicé al verlo.
De repente, noté aire caliente a mi lado, viendo una mano que se apoyaba sobre mi hombro. Ah!!! que sobresalto!. Era Sara, la vecina de la casa esquinera y misteriosa...