Julián Sánchez Mariñes, a quien todo el barrio conocía como el “Toy story” ya peinaba bastante canas. Tenía al morir cerca de noventa y dos años. Siempre, desde pequeño, su pasatiempo predilecto era hacer bromas a quien se le atravesara, no importando si era hombre, mujer o bestia; hasta eso que agarraba parejo.
A los gatos, les amarraba de la cola una serie de “triques” y una vez encendidos éstos, salía el pobre animalito disparado corriendo como loco, producto del tremendo susto que le producía el tronido de los cohetes.
Emborracha a los perros y luego les ponía música, y con el trastabillar de su paso torpe producto del alcohol, los canes parecían realmente bailarines de mambo.
En una ocasión, en el patio de su casa estando libando felizmente en compañía de un par de amigos, se le ocurrió regalarle a uno de ellos un puro “especial. El cigarro estaba totalmente relleno de pólvora…una vez que Jesús Castro Nápoles, mejor conocido como “El Brujo” le dio la primera bocanada, hubieran visto la fogata que se prendió cerca de su cara.
El fuego de ese cigarrito, le quemó el bigote estilo Emiliano Zapata y las cejas de payaso de Brozo. El compañero de parranda de ambos, Francisco Romero Hernández, alias “El Aboganster”, buscó algo para apagarle el fuego, y encontró una vasija con un líquido, se la arrojó al Brujo y efectivamente le apagó la lumbre, pero lo dejó con un olor desagradable: eran orines. Era el bacín donde Julián hacía sus necesidades nocturnas.
Después de cada broma que hacía Julián, eran interminables carcajadas que no lo podían parar. Sus amigos le soportaban todo…literalmente hablando, todo.
En una ocasión, se vaciló a Mariano alias “piernas locas crane” y a Carlitos Navarro, “El Chino”, dos amigos de él, del barrio del Malakoff. Uno, Mariano, subía la cuesta de la avenida Serdán, el otro, El Chino, lo hacía por la del bulevar García López. A Mariano le dijo que habían golpeado al Chino, y que lo habían dejado lleno de moretes. Al Chino le dijo lo mismo, que habían golpeado a Mariano y que tenía la cara toda moreteada. Ambos le creyeron; pero la bronca estuvo cuando ambos “golpeados” se encontraron dos días después. Cuentan ellos que uno miraba al otro buscando las huellas de la agresión y que el otro hacía lo mismo, por fin después de que no encontraron nada anormal en ellos, uno le preguntó al otro que si quién lo había golpeado, contestando que lo mismo quería saber…cuando se dieron cuenta de que habían sido víctimas de una broma de Julián, soltaron la risa, y sólo dijeron: -“!qué poca de Julián”
Una vez, pasó María Luisa Mora enfrente de él, ella es una señora que vive bajando la cuesta hacia la calzada, y llevaba un vestido naranja hallowen. A Julián se le ocurrió bromearla y cuando vio a Cecilia – la hija de María Luisa-, le dijo que su mamá estaba tirada debajo de un árbol porque se había caído, pero para esto antes le preguntó que si María Luisa traía un vestido naranja. Cecilia, la hija, corrió a auxiliar a su mamá, pero al llegar al lugar que le señaló Julián, María Luisa muy contenta platicando con Mariano.
Fueron muchas y algunas muy sustanciosas bromas. No hubo nadie en el barrio que se le escapara. El día que falleció, acudió bastante gente a darle su último adiós.
Una vez que se realizaron las pompas fúnebres, un familiar de Julián, Santiago Núñez Tinajero, pidió a todos los que lo habían acompañado al sepelio que por instrucciones de Julián quería que todos sus amigos se reunieran en torno a una fogata y que pusiera en el centro una caja sellada que él dejó para ese momento tan triste, les hizo hincapié en que era su última voluntad.
Alrededor de la fogata se acomodaron cerca de sesenta personas, entre familiares y amigos. Ya que la lumbre tomó fuerza y previas palabras de Santiago Núñez Tinajero, según instrucciones de Julián, puso en el centro de la lumbre la caja que ni él mismo sabía qué contenía. Unos especulaban que eran los recuerdos de su juventud, otros, que eran fotos y cartas, etc.
Cuando la caja fue depositada en la fogata, empezó una balacera. De la caja salían pedazos de cohetes, palomitas, toritos, balas, chifladotes, tumbacasas, triques y toda clase de explosivos. Todos empezaron a correr ante el estruendo y el peligro de ser alcanzados por un artefacto de esos. Unos sonriendo y otros maldiciendo sólo alcanzaron a decir: “…!Ah que Julián, nos la volvió a hacer…!