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Monos o Angeles 1

Washington, julio 6 de 1996 16 hs.

Patty Owen vio descorrerse los pesados portones de hierro que le franqueaban la entrada a la mansión Finn y se sorprendió, como tantas otras veces, de lo contradictorios que podían ser los hombres públicos, amantes del cálido fervor de las multitudes pero abroquelados en poderosos y lóbregos bastiones de seguridad.
Minutos más tarde, mientras era acompañada por el austero mayordomo por la inmensa escalera, se estremeció al pensar en la soledad de Finn. ¿Cómo podía ser feliz un hombre, aun con tanta riqueza y poder, en medio de esos salones desiertos, solo y sin parientes, confinado a su lecho en esa vetusta mansión del siglo diecinueve?
Sin embargo, cambió de opinión no bien hubo traspuesto las puertas dobles del vasto dormitorio. Todo allí se manifestaba con alegría; el florido empapelado que contrastaba y realzaba la riqueza de la carpintería de roble y caoba, los no menos de cinco enormes ramos de rosas, el crepitante fuego de los leños en la chimenea y el sol, entrando a raudales por el espacioso ventanal que cubría una de las paredes.pero, realmente, la alegría parecía emanar de Finn, al que Patty sólo conocía por fotos. Sin proponérselo, lo comparó con un billete de cien dólares; aquel rostro sereno, de bondadosa sonrisa, esos ojos claros y francos y el largo cabello plateado que enmarcaba a la más que generosa frente, no podían menos que recordarle a los de Benjamín Franklin y hacerle pensar en lo mucho que ambos habían hecho por el país.

-Entre Owen.acerque esa silla y siéntese. – La invitó con amable autoridad el todavía potente vozarrón del anciano.

Al hacerlo ella, el viejo tomó una carpeta que tenía sobre la cama y, abriéndola, leyó rápidamente y luego alzó la vista.

- ¡Mírese nomás! Tan joven y ya socióloga, antropóloga y asesora en la Secretaría de Estado.También se que su obsesión es reivindicar la memoria de su padre, muerto en forma confusa durante una misión en la Argentina. – La mirada del anciano la recorre como sopesando el valor de sus actitudes y ansiedades y de pronto, le espeta sin ambages. – Owen. ¿Le gustaría ayudar a elegir al próximo vicepresidente de los Estados Unidos?

- Supongo que eso gira alrededor de Robin Farrant.

- Se nota que aunque trabaje en la Secretaría de Estado, tiene acceso a información verdaderamente confiable… – Bromea. Súbitamente, se pone serio. – Estoy realmente preocupado.hoy los políticos, a los que afortunadamente no pertenezco, sin distinción de credos, origen social o raza, se han convertido en una clase de hombres indefinibles, sin honor ni conciencia, cuyo único objetivo es el poder y la ambición sin límite. La cacareada globalización no hizo más que destrozar el equilibrio del poder; desaparecieron las ideologías, pero eso dio lugar al renacimiento de los acallados odios étnicos y la expansión territorial. En lo interno, nuestro país es un desastre, corroído por la xenofobia y la corrupción.
El juego, las drogas y el dinero mal habido ya no son patrimonio de las mafias, sino que funcionarios de todos los niveles, industriales y financistas están metidos hasta el cuello en cuanto negociado se les presente. Nuestro pueblo siente que el país está maniatado, necesita que alguien le de una motivación por la que creer. Siempre la gran figura protagónica se ha encarnado en el Presidente, pero. ¿Quién recuerda el nombre de algún vicepresidente? Nadie, y sin embargo, él preside al órgano más importante de la Nación.el que aprueba y toma las decisiones finales: el Senado.los continuadores de los Padres Fundadores.
Y aun estamos a tiempo. Para recuperarnos y recrear un nuevo país el Senado debe ser dinámico, capaz de crear leyes comprendiéndolo así y pensando casi como futurólogos, imaginando al mundo del mañana, sus carencias y necesidades; ser lo suficientemente creativos como para preverlas y cubrirlas.Necesitamos un hombre fuerte, carismático y joven, capaz de manejar férreamente con verdadero sentido patriótico los intereses individuales de los senadores, casi siempre viejos estructurados.
En 1653 un hombre cambió el destino de Inglaterra, convirtiéndola en una gran potencia.hoy nosotros necesitamos a ese protector, un nuevo y verdadero Cromwell. – Se detiene de golpe, como perturbado por su larga y apasionada parrafada – Discúlpeme.a veces me dejo levar por la vehemencia de mi impotencia. ¿Sabe? No me interesa como vota usted o si ni siquiera lo hace. Farrant todavía no ha sido nominado por la Convención del partido; sin embargo, con el respaldo que tenemos, su elección es casi un hecho. Antes de mi ataque, Hughes estaba moviendo todo el aparato detrás de Farrant. Con él por un lado y conmigo saliendo del retiro para anunciar que lo apoyaba.- Se interrumpe al ver un mohín en el rostro de Patty.- ¿Quería decirme algo?

-Tal vez no sea cosa mía, pero durante más de cuarenta años usted fue independiente. ¿Por qué ese apoyo ahora?

Finn cruza plácidamente las manos sobre su vientre y vuelve a sonreír beatíficamente.

Tiene razón; le debo una explicación.Tengo ochenta años y viví mi vida mientras me sentí capaz. Hice millones en el mercado financiero y fui consejero de varios Presidentes de ambos partidos sólo porque me lo pidieron, no porque yo considerara que tenía ideas que valieran la pena. Sé que un agonizante no tiene derecho a criticar, pero yo ya no tengo posibilidad de reformarme. El país necesita una dirección. la necesitamos desesperadamente! ¿No es patético ver como nuestros dos partidos tradicionales tratan de vendernos como candidatos a políticos oportunistas que se han vendido a sí mismos, casi desde la cuna?.Bueno, Farrant es la excepción; ¿Cuál es la pregunta que se plantea la sociedad? - Cierra los ojos y recita -. “¿Es el hombre un mono o un ángel? Yo, mi Señor, yo estoy del lado de los ángeles”. Fue Benjamín Disraeli el que se hizo esta pregunta. Sé que me estoy muriendo y quisiera estar del lado de los ángeles, por lo menos una vez.

-¿Y Farrant es un ángel? – Dice Patty moviendo la cabeza dubitativamente.

- ¿Usted cree que él es otro oportunista? Lo fue, Patty, lo fue. Pero ha cambiado. Si no fuera una ironía, apostaría lo que me queda de vida!

- ¿Y cuándo lo veré?

El viejo ríe y la señala con el índice.

-Farrant ha desaparecido y quiero que usted lo encuentre. No podemos recurrir a la policía ni tampoco a ningunos de los servicios de seguridad o Inteligencia y decirle adiós a la candidatura. El senador Moore la recomienda a usted para un trabajo especial como este y yo respeto el criterio de mi amigo.

-¿Pero por qué yo? No soy investigadora ni nada que se le parezca.

- Precisamente por eso. Con su cargo y profesión, puede investigar sin ser conspicua y, además, porque usted quiere saber cómo y por qué murió su padre y, casi tengo la certeza de que en este caso hay caminos coincidentes. ¿Alguna pregunta?

-Un montón. pero se las haré a Hughes

-Bien. encuéntrelo y tráigalo de vuelta. No escatime medios ni dinero, pero nada a la policía o a la prensa. Suficientemente claro? - Le tiende la mano como urgiéndola a partir. – Usted me gusta Patty, sé que hará lo posible por encontrarlo y mantener el secreto. Suerte!

Horas después, Patty es invitada a entrar por Hughes a su despacho. Se muestra disgustado en cada gesto, como si esta enviada de Finn le produjera alguna molestia. Descomedidamente se sienta en su sillón detrás del escritorio y ni siquiera le ofrece asiento. Patty, sin darse por aludida, lo hace en un sillón, se repantiga, cruza sus piernas y, para irritarlo más, enciende un cigarrillo y le pregunta casi asperamente.

- ¿Y que se ha hecho para encontrar a Farrant?

- ¿Qué podemos hacer?. Trabajamos muy duramente para llevarlo a su posición y él se manda a mudar y, encima Finn la mete a usted en el medio!

- Yo no pedí hacerlo, pero un hombre como Finn merece un poco de respeto y esfuerzo.de paso, le digo; él no cree que Farrant sea un mal tipo.

- ¡Yo tampoco! - Irritado pega un puñetazo en el escritorio. – Usted no sabe el esfuerzo que puse en él. Toda la maquinaria del Partido esta atada a ese hijo de puta y ahora se le ocurre desaparecer!

- Siempre hay una razón básica para que un hombre de su posición se oculte; el pasado que lo oprime. chantaje. conciencia. presiones internas del Partido. Tal vez sólo quiera estar a solas y pensar en sus problemas o en los que le acarrearía su candidatura. Finn me dijo que usted me daría los detalles.

Hughes, todavía irritado, hace girar su sillón y levantándose observa la ciudad desde el ventanal.

- No hay detalles. hace tres semanas él estaba aquí. Luego se fue y supusimos que volvió a Dover, donde está pasando unos días con su esposa y su hijo. A los dos días, Mariana vino a preguntarme por él. - Vuelve a su sillón y prende un cigarrillo, exhalando el humo con violencia. - Esa mujer sabe algo, estoy seguro, pero no se lo va a decir a nadie!

- Mariana. ese es un nombre español o italiano.

- Es sudamericana; argentina para ser más precisos. El la conoció cuando estaba haciendo un trabajo. digamos que muy especial para la Compañia. Todo este tiempo estuvimos tratando que eso no trascendiera al público. Uno no siempre puede calcular con quien se va a casar un posible candidato.

- ¿Algún negocio sucio?

- Su inodoro no está del todo limpio, pero. el de quién lo está en política? Es sabido que como congresal hizo lobby para algunas compañías de armas y alguna petrolera como proveedoras del Estado, pero eso no es malo si el gobierno y el país hacen un buen negocio.

- Entonces podría ser algún hecho de violencia.

- No es un tipo particularmente violento. si bien estuvo como tantos otros en Vietnam y después cubrió algunas misiones secretas, no es un Rambo y menos ahora que es un hombre público. Yo creo que está limpio y eso que lo conozco mejor que nadie, salvo su mujer.

- Deme una nota para ella, diciéndole quien soy.

- De acuerdo, pero no se haga ilusiones. no la va a ayudar!

DOVER, julio 8 de 1996 9 hs.

Después de manejar hasta la bahía de Delaware y ver sus acantilados, Patty se preguntó si serían tan imponentes como sus homónimos ingleses. Tras atravesar el pueblo, llega hasta un rústico pero lujoso grupo de cabañas: Estaciona su viejo Porsche Carrera y se presenta al encargado del Club House, el cual, a la vista de la credencial de la Secretaría de Estado, se muestra más que locuaz.

- Si, están aquí. pero al senador hace mucho que no se lo ve.sólo están la mujer y el chico.

- ¿En qué bungalow están?

- En el número seis, pero ella no está. Me dijo que iba al cine del pueblo y dejó al chico al cuidado de una niñera. Va a tener que esperar.

- Tengo paciencia, gracias.

Y saliendo del Club House, casi desierto en esa época del año, se encamina lentamente por el sendero de grava que lleva hacia las cabañas. Para asegurar la privacidad de sus opulentos ocupantes, estas se encuentran bastante separadas, por lo que la caminata se le hace pesada. Cuando se dispone a subir los tres escalones de la galería, advierte que en un banco adosado a la pared, una jovencita se encuentra enfrascada en la lectura de una revista, tan inmóvil que se le había hecho invisible. Patty tose discretamente y la muchacha, como impelida por un resorte, se pone de pie y dejando de lado la revista, le dice casi suplicante.

- .Nnno, no estaba haciendo nada malo. Sólo leía.

Patty aprovecha la confusión de la chica y con toda naturalidad la reprende.

- Seguro, tranquila. pero yo creo que debería de estar adentro.

- Estaba dentro, pero vino un amigo del senador y me pidió que saliera.

- ¿Qué amigo?

Azorada ante la situación, la chiquilina se mueve nerviosamente mientras da explicaciones.

- El no me dio su nombre, sólo que quería hablar a solas con el chico y como él pareció conocerlo. Mire, sí hasta corrieron las cortinas. ¿Hice mal?

Patty la calma con una suave palmada en la cabeza y le tiende unos billetes.

- No te preocupes, debe de ser Joe, pero ahora estoy yo.ya podés irte.

Contenta de haber salido tan bien librada de su descuido, la chica recoge la revista y se aleja corriendo por el sendero. Patty rodea sigilosamente la cabaña hasta encontrar una ventana iluminada que, aunque tiene cerradas las cortinas, tiene sus vidrios abiertos y eso le permite escuchar. Una voz gruesa y desagradable, habla en tono conciliador.

- .pero como puedo ayudar a tu papá, si no me decís donde puedo encontrarlo. yo lo quiero ayudar!

Patty descorre cuidadosamente la cortina y puede observar a un hombre corpulento, casi obeso que, sentado en la cama interroga a un chico de unos diez años, que está acostado.

- Yo no sé adónde está mi papá. un día, al levantarme, ya se había ido. Pero la noche anterior, al acostarme, me contó que iba a ser vicepresidente, señor Clarck!

- Y a vos te gustaría que él lo fuera. ¿No?

- Seguro! y ahora, puedo volver a dormir?

- El único modo en que tu papá llegue a vicepresidente, es que me digas adónde está.

- Ya le dije que no lo sé. y además, usted no le gusta a mi mamá!

- Eso no es cierto!

- Entonces. ¿Por qué llora cada vez que usted viene?

- Eso no lo sé, pero somos viejos amigos. bastante más que amigos, desde antes que nacieras vos.

- Ah. y le puedo contar que usted vino?

Exasperado, Clarck se levanta y le grita.

- ¡Ya te dije que no!

- No me grite. y aunque supiera donde está mi papá, tampoco se lo diría!
Furioso, Clarck se pone a revisar los cajones de la cómoda. De uno pequeño saca un puñado de papeles, revisándolos meticulosamente. De pronto suelta una exclamación de alegría y toma uno que guarda en el bolsillo de su saco. Incorporándose en la cama, el chico le pregunta.

- ¿Que sacó del cajón de mi mamá, eh?

Cambiando de actitud, el hombrón vuelve a sentarse en la cama tratando de tranquilizarlo.

- Nada muchacho. En realidad, nada importante. Si no le contás a su mamá sobre todo esto ni que yo estuve aquí, mañana te llevaré a recorrer las cuevas de los acantilados.

- ¿De verdad me va ha llevar?

- Seguro.yo siempre cumplo mis promesas. Ahora te vas a dormir y olvidarte de mí hasta mañana.

- De acuerdo señor, es un trato, pero no me falle!

- No lo haré chico. No lo haré.

A continuación arropa al chico y, tras apagar la luz, sale del cuarto. Patty corre hacia el frente detrás de Clarck y cuando llega hasta él, lo toma por el hombro. Este gira en redondo y Paty se enfrenta con el ominoso y mortal caño de un plateado Magnun. Como en una especie de “deja vu”, todos sus conocimientos de artes marciales que la llevaran a ser competidora olímpica, acuden en una fracción de segundo y, casi instintivamente, su pie derecho hace saltar por el aire a la amenazante arma, luego el izquierdo cachetea el rostro del hombre y, finalmente, con un maravilloso y poderosísimo golpe, la aguda punta de su zapato se incrusta en la entrepierna de Clarck quien, con los ojos desorbitados y un rugido de dolor, se desploma como fulminado. Patty se inclina sobre él y saca el papel del bolsillo del saco. Luego, toma el revolver y abriendo el tambor, dejar caer las balas al suelo. Patty le arroja el arma al hombre que se ha puesto de rodillas frotándose la ingle y todavía obnubilado, levanta la cabeza para preguntarle

- Puedo levantarme?

- Si puede, hágalo.

Clarck comienza a levantarse y de pronto arremete con su cabeza contra el plexo de Patty quien, con un gemido, cae de bruces, buscando aire desesperadamente. Como en una nebulosa, ve huir a Clarck, mientras se aproximan las luces de un auto. Luego una oleada de arcadas la ahogan y cuando puede volver a levantar la cabeza, ve primero como se abre la puerta del coche y luego unas elegantes piernas de mujer que se aproximan y se plantan frente a sus ojos, mientras una cálida voz le indica.

- Venga. la ayudaré.

Una mano, delicada pero fuerte, la toma por el brazo y cuando finalmente está de pie, sus ojos aun nublados, pueden apreciar la belleza de Mariana y se sorprende evaluando admirada el buen gusto de Farrant. Ella le ayuda a mantener el equilibrio y ambas entran en la cabaña, dirigiéndose al dormitorio. Mariana enciende la luz y Patty se desploma en una de las camas, tratando de llevar aire a su pecho. En el lecho vecino, el chico se despierta y se incorpora.

- Hola, mamá. creí que había vuelto el señor Clarck!

Alarmada, Mariana se sienta junto al niño y lo toma por los hombros.

- ¿Estuvo aquí. esta noche?

- Si. y me dijo que si no te lo decía, mañana me llevaría a las cuevas de los acantilados!

- No te preocupes, Buddy.yo te llevaré. – Dice Mariana revolviéndole cariñosamente los cabellos, tras lo cual el chico saca una libreta de debajo de la almohada.

- Voy a anotarlo en mi diario.

- Ahora es mejor que duermas,. – Luego, volviéndose a Patty, le explica. – Siempre escribe todo lo que pasa en su diario. ¿Fue Clarck el que la golpeó?

- Supongo que si. no hubo tiempo ni luz para verlo bien.

Sin dejar de escribir, Buddy le dice a su madre.

- El señor Clarck se llevó la carta de papá!

Al escucharlo, Mariana palidece y su rostro se demuda, volviéndose con ira hacia Patty.

- Y, finalmente, ¿Usted quién es? ¿Qué hace aquí?

Tratando de no irritarla con una respuesta inadecuada, Patty le tiende la nota de Hughes en silencio. Marina la lee rápidamente y la arruga con rabia.

- ¿Por qué no lo dejan tranquilo a Robin? El está bien, se lo aseguro.

- Usted sabe donde está, no es cierto?

Incorporándose, ella le señala la puerta.

-Vamos a conversar afuera.

Poco después, las dos caminan calladamente por el sendero que conduce al Club House. Finalmente, es Patty quien rompe el tenso silencio.

- ¿Qué hay o qué hubo entre usted y Clarck?

- Eso a usted no le importa!

- El también está buscando a su marido. ¿No es cierto?

- ¿Y usted como lo sabe?

- Tendría que responderle que eso a usted no le importa. ¿Por qué su marido no debe ser encontrado? ¿Por qué tipos como Clarck andan buscándolo?

- Ya le dije demasiado; por favor.déjeme en paz!

- ¿Demasiado de qué sin ni abrió la boca?.Entre nosotras. ¿Sabe que Clarck ya no tiene la carta, aunque me haya ganado la pelea?

Mariana palidece y, deteniéndose, la toma por los brazos y le ruega.

- Démela, por favor. nadie debe de conocer su contenido!

- ¿Qué es lo que la hace tan importante?

- Por favor, démela.

- Si me dice que dice.

- Démela o destrúyala. si usted la tiene, puede leerla, no?

- Pero la carta es suya y prefiero que usted me lo diga. ¿No ve que trato de ayudarla?

Mariana vuelve a su lerdo andar por el camino y comienza a hablar en tono monocorde.

- “Querida mía: yo no soy bueno para mi país, ni para el partido ni para ustedes dos. No puedo dejar de pensar en el pobre Junco. Debo volver allá, compréndeme. No le digas nada a Hughes hasta no tener noticias mías. Los quiero a los dos.”

Patty la alcanza y sacando la carta del bolsillo, se la da.

-Quémela. ¿Adonde ha vuelto su marido?

- A la Argentina. él estuvo allí con los militares. Fue donde nos conocimos. Yo pertenecía a una célula urbana del ERP. Había dos tipos de celulas; las rurales estaban en el monte, buscando el apoyo de los campesinos y dando golpes de mano y emboscadas a los militares en lo se llama “guerra de recursos”. En la ciudad, las células estábamos aisladas, no nos conocíamos con las otras para hacer más efectivo el accionar; el que no sabe no puede hablar. Bueno, el grupo de Robin me rastreó y capturó; nos enamoramos y el me hizo “desaparecer” sumariamente. Eso fue hace mucho tiempo.

- ¿Y quién es Junco?

- Sobre eso no puedo hablar. no voy a decirle más-

Ambas han llegado junto al coche de Patty. Abriendo la portezuela, se da vuelta y le dice a Mariana.

- Gracias. por ahora. Creáme que la comprendo, pero debo encontrar a su marido.

Pone en marvcha el motor y mientras enciende un cigarrillo, piensa en la fortaleza de esa pequeña figura que se pierde en la oscuridad.

DOVER, Julio 9 de 1996 11 hs.

Esa mañana, en ves de dejar su coche frente al edificio principal, Patty llega directamente frente a la cabaña. Tras subir a la galería y cuando se dispone a golpear la puerta, ve que esta está entreabierta. La empuja suavemente y entrando, encuentra la habitación vacía. Rápidamente pasa al dormitorio y ve las camas deshechas. Sobre la mesa de noche ve el diario de Buddy y con una corazonada, lo abre. Donde está el señalador, lee: “Vino el señor Clarck y actuó de una manera muy extraña. Estaba furioso; discutió con mamá, le pego la y hizo llorar. Ahora todo se calmó y vamos a ir a los acantilados”.
Dejando de leer, Patty corre a su coche y volviendo a la ruta, se guía por los indicadores para llegar a las cuevas. A lo lejos y cerca del borde del acantilado, ve un coche estacionado. Prudentemente se dirige hacia él, deteniéndose detrás. Al aproximarse, ve a Mariana sentada al volante, rígida, como en trance, con la mirada perdida en el horizonte marino. A su lado y hecho un ovillo, Buddy solloza quedamente.

- Mariana. ¿Qué le pasa?

Ella sigue en su actitud hierática y recién cuando Patty la sacude por el hombre, reacciona.

- No sé. no sé que hacer.

- ¿Dónde está Clarck?

En un estado casi catatónico, Marina balbucea señalando hacia el abismo.

- Discutimos. él quería dinero; mucho dinero, millones y relacionaba a Robin con algo horrible que sucedió allá, en Tucumán.

- ¿Y entonces, que pasó?

- El quiso pegarme. Ya lo había hecho, pero esta vez peleamos; me defendí, lo golpee muy fuerte. él resbaló y.Esta allí, abajo.

Patty de acerca cuidadosamente al barroso borde y ve, sobre las rocas que azotan las olas, el cuerpo desarticulado de Clarck, sacudido por los furiosos embates del mar.

BUENOS AIRES, septiembre 15 de 1996 2 hs.

Aunque ya está avanzada la primavera, la noche es fresca y brumosa en la tranquilidad del barrio de Flores, tanto que Richard debe levantarse las solapas de su traje de entretiempo, mientras vigila protegido en un portal la casa del coronel Soria.
Está tan ensimismado en sus pensamientos sobre la complejidad del caso, que no repara en la presencia del hombre hasta que este lo toma por el brazo. Sorprendido, gira la cabeza y advierte la figura borrosa de otro hombre. Rápidamente, el que esta detrás lo inmoviliza con una dolorosa llave. El otro hombre la cachea, le quita la pistola y la deja caer al suelo. Lentamente, un coche con las luces apagadas dobla la esquina y se detiene junto a ellos. Alguien baja el vidrio de la ventanilla trasera y pregunta.

- Y.¿De que se trata?

- Es ese yanky que anda jodiendo, señor.el tal Green.

- No quiero verlo. sabés que no quiero verlo! Sáquenle el arma y desháganse de él.

El que sujeta a Richard suelta su brazo y mientras este se frota para aliviar el dolor, le da un empujón.

- Vamos, pibe. caminá tranquilito. sin hacer problemas.

- Y mi arma?

- No nene, al chiche me lo guardo yo.

-¿El coronel no te paga lo suficiente como para comprarte una?

En ese momento se escucha la voz de Soria, ordenando secamente a sus hombres.

- Dejen de discutir como mujeres y vámonos!

La orden distrae a los matones y Richard aprovecha la ocasión para intentar recoger su arma, pero el que está detrás lo golpea y cae al suelo, pero en un acto reflejo, rueda hacia su pistola, mientras el otro hombre saca una con silenciador.
A pesar de su reacción, no puede evitar que Richard tome la pistola y a su vez, le apunte con ella. El otro hombre se arroja en un tackle a sus piernas, pero Richard cae sentado con la cabeza de su agresor sobre su estómago. Fríamente, Green apoya el cañón en su entrecejo, mientras le murmura con mal contenida furia.

- Esta no tiene silenciador, pero el agujero es igualito, igualito. ¡Parate!

Los dos se incorporan lentamente. Richard pone la boca del arma bajo la oreja del hombre y lo obliga a caminar hasta llegar junto al otro, que ha bajado su arma. Richard se la quita y la mete en su cintura.

- Vamos. los dos junto al coche y pongan las manos sobre el capót.

Cuando lo hacen, Richard apunta hacia el interior del auto, ordenando a sus ocupantes.

- Ustedes dos. bajen sin hacerme poner nervioso!

El que maneja baja con las manos a la vista, separadas de su cuerpo, en tanto que el hombre que desciende desde atrás, lo hace abrochando su elegante traje cruzado y sin inmutarse, con la soberbia de quien esta acostumbrado a mandar y ser obedecido. No es muy alto y aparenta unos sesenta y cinco años.

- Ponganse todos contra el auto y de frente a mí. vos también soltá el fierro. – Le indica al conductor, lo toma y guarda en el bolsillo del saco. – Parezco una ferretería. idiotas; todo lo que yo quería era mi arma, no todo este lío! Subamos al auto. con cuidado. - Dirigiéndose a los matones - Ustedes tres adelante! - y mientras estos lo hacen, le ordena con irónica cortesía a Soria.

- Usted primero, mi coronel.

Antes de subir, este se da vuelta y lo increpa.

- ¿Por qué me sigue. qué es lo que quiere de mí?

Richard lo mira fijamente y luego, sin abandonar su sonrisa socarrona, lo empuja suavemente con la pistola.

- Coronel. no perdamos más tiempo; obedezca y suba al auto.

Ambos lo hacen y Richard ordena al conductor.

- Vamos. en marcha!

- ¿Adónde, señor?

- Adonde iban a ir. Al punto de reunión. en Palermo era, no es cierto coronel?

Soria trata de mantenerse en carlma, pero la palidez del rostro denota su nerviosismo.

- ¿Palermo?.no entiendo lo que pretende.

- Es muy simple, coronel. Usted iba a ese club privado o centro de adoctrinamiento, de eso estoy seguro. Yo quiero hablar con usted en privado y entonces, lo acompaño.

- Se produce un largo silencio y de pronto Soria, ya recompuesto, comienza a reír entre dientes. Richard lo mira extrañado.

- ¿Puedo saber de qué se ríe?

- Pensaba en lo que va a decir cuando lo deporten.

- Voy a morder el anzuelo sólo para pasar el tiempo. ¿Por qué voy a ser deportado?

- Cuando usted llamó a mi asistente, le dijo que era un detective privado. Dígame una cosa ¿También piensa que mis custodios son privados?

- Algo de eso. o como le dice por acá; mano de obra desocupada.

- ¿Qué desinformado está! Ya pasó mucho tiempo de eso. yo soy un hombre pobre, señor, no podría pagarles. Ellos y el coche son de la Policía de Seguridad.

Con resignación, Richard saca las armas de los policías y se las entrega a uno de ellos que se ha dado vuelta.

- Creo que les debía estos chiches, muchachos.

El hombre toma las pistolas y a su vez extiende la mano.

-Deme su arma. está arrestado!

Richard lo ignora e interroga suspicazmente a Soria.

- ¿Usted cree, coronel, que al gobierno pueda interesarle saber algo sobre Roberet Owen?

- Owen no era realmente importante.

El chofer interumpe a Soria.

- Nos siguen, coronel.

Richard mira por la luneta trasera y ve los potentes faros de un coche de gran tamaño, que se acercan rápidamente. El conductor intenta varias maniobras evasivas, pero al desembocar en una avenida, la potencia del otro los rebasa y se cruza adelante, obligándolos a detenerse. Los dos custodios descienden por la derecha y se escudan en la portezuela, mientras repelen los disparos que llegan desde el otro auto. Richard saca su arma y se suma a la defensa, cuando suena un disparo de Itaka y uno de los custodios cae. El otro, sin dejar de disparar, grita.

- Coronel. salga por el otro lado!

El tiroteo arrecia, Richard se da vuelta hacia Soria y ve sorprendido que este está acurrucado en el asiento, con los ojos dilatados por el pánico y gimiendo como una criatura. Green se estira y. abriendo la portezuela empuja a Soria que cae al suelo sin abandonar su posición fetal. Richard salta detras de él y apoyándose en el techo, descarga su pistola. De pronto percibe un movimiento a su derecha y la luz de una linterna lo enceguece. Tira un puntapie y la luz vuela por el aire. Su atacante lo empuja contra la carrocería y los dos forcejean abrazados.

- ¡Separate de él, Raúl.desde aquí lo cocino! – Se oye una voz de mujer.

Richard se aferra desesperadamente a su atacante y en la pugna pierde el arma. Con su rodilla derecha golpea la entrepierna del hombre y, cuando este se dobla en dos, con los puños unidos lo golpea en la nuca y este cae hecho un ovillo gimiente. Escudándose con el auto, Richard corre hasta la esquina y doblándola se pierde en la oscuridad.

BUENOS AIRES, septiembre 16 DE 1996 10 hs

Richard sale de su hotel a la fresca pero soleada mañana porteña. Saca un atado de cigarrillos y extrayendo uno, lo enciende. Exhala su primera bocanada con delectación, cuando es flanqueado por dos hombres. Uno de ellos le enseña una credencial y se identifica.

- Policía de Seguridad. acompáñenos, por favor.

Calmosamente, como si ese fuera un acontecimiento premeditadamente esperado, Richard guarda su encendedor y asiente con la cabeza. Un auto no identificado estaciona frente a ellos y él sube junto a los hombres.
Minutos después es introducido a una amplia oficina lujosamente amueblada, cuyo aspecto no tiene nada que ver con lo que se supone sea policíaco. En sendos sillones hay dos hombres en mangas de camisa, conversando animadamente. Se interrumpen al hacer su entrada Richard y sus guardianes. Uno de ellos, alto y corpulento, deja el asiento y caminando hacia Richard le pregunta secamente.

- Do you speack spanish?

- No sea ridículo. Sabe que lo hablo y tal vez mejor que usted! Fui profesor en la Universidad de Columbia y, además, mi madre es uruguaya. No sea vueltero y vamos al grano.

El hombre da media vuelta y se encamina a otra habitación, mientras se presenta.

- Yo soy Ponce. sígame.

El lugar tampoco se corresponde con la función. Se trata de un moderno estudio de excelente y sofisticada decoración, importantes cuadros, un bar y un escritorio, rodeado por cómodos sillones. Ponce da la vuelta al escritorio y sentándose detrás de él, señala uno de los asientos.

- Siéntese, por favor.

Richard lo hace y Ponce se repantiga en el suyo.

- Por sus antecedentes y experiencia, ya se habrá dado cuenta de que estas no son nuestras oficinas “formales” y tampoco las encontrará en ninguna guía. No sé ustedes, pero nosotros les decimos “cuevas”.

Se inclina sobre el escritorio apoyando los codos en él y el mentón en las manos.

- Por lo menos, dígame quiénes son sus cómplices. ¿Cómo se contactó con esos subversivos?

Richard se da cuenta de la ventaja que les lleva; saben menos que él y andan tanteando. Permanece impasible, saca su atado de cigarrillos y, encendiendo uno, espera a dar la primera pitada antes de contestar.

-¿Qué le hace suponer que los conozco? Mi nombre es Richard Green y soy un detective privado de los Estados Unidos, con un trabajo por hacer aquí. Comprendo que mi licencia no es válida fuera de mi país, pero no creo que para lo que debo hacer, haga falta una autorización. Sólo vine a buscar a un compatriota que llegó aquí y desapareció.

- ¿En Buenos Aires?

- Eso no lo sé. desapareció en el país. Una de mis pistas era el coronel Soria, pero él no quiso recibirme. Tal vez no usé el camino correcto para conseguirlo, pero.

- El de las armas, seguro que no lo fue!

- No es tan así; yo llevaba una, pero no la saqué. Fueron sus hombres quienes lo hicieron y cuando yo traté de recuperarla, se pusieron violentos. Lindos muchachos tiene usted!

- No trate de pasar por virtuoso. Cuénteme entonces lo que pasó, desde su óptica tan particular.

- Lo único que sé es que iba con sus hombres y Soria, que un auto nos encerró y que nos atacaron. Me defendí como pude y escapé. Si usted dice que son subversivos o terroristas, no se lo discuto; este es su país. No se nada de ellos, salvo que nos querían matar a todos, menos al coronel.

- ¿Y cómo está tan seguro?

- Porque pudieron haberlo hecho cuando quisieran; no lo perdieron de vista pero no le dispararon una sola vez

- ¿Vio a la mujer?

- No. Sólo escuché su voz.

- ¿El hombre se llamaba Raúl?

- Si.creo que si.

Ponce enciende un cigarrillo y mira fijamente a Richard.

- ¿Se da cuenta que está en dificultades, no?

- Usted me preguntó que pasó y yo le conté todo.

- La justicia argentina, aunque lenta e imperfecta, es realista. sabe que la verdad es voluble. Se espera que el acusado perjure si eso la ayuda y la verdad lo condena. Le remarco esto para hacerle comprender su situación si esta fuera una oficina policial cualquiera.

-Ah. pero no lo es!

- Y tiene razón. Ya le dije que esta es una pantalla; también debe saber que servicios como los nuestros se interesan solamente por los resultados, sin especulaciones o hechos circunstanciales. La Policía Federal lo arrestaría por homicidio, portación de arma de guerra y resistencia a la autoridad, agravada por fuga. Pero nosotros no somos tan ingenuos; no creemos que para desarmar a algunos agentes y matar a uno de ellos, haga falta importar gente de los Estados Unidos.

- Usted sabe que yo no maté a su agente. No acostumbro llevar Itakas en el bolsillo!. Prefiero saber que pasó con el coronel.

- Le confieso que no lo sabemos con seguridad.

- El saltó del auto. mejor dicho; yo lo empujé.

Ponce vuelve a reclinarse en el sillón y fuma un momento en silencio mirando fijamente a Richard.

- ¿Qué quiere usted en la Argentina? ¿Qué es lo que realmente busca?

- A Robin Farrant.

- Sabemos todo sobre Farrant. ¿Qué es lo que sabe usted?

- Sólo lo que me dijeron. una mezcla de verdad y propaganda, y ustedes ¿De qué lo conocen?

-Cuando le dije todo me refería a un viaje que hizo como agente de la CIA hace más de veinte años. Si ahora volvió al país, no lo hizo legalmente.

-Está aquí. Se lo aseguro.

- ¿Ve?.yo tenía razón. Usted anda en algo raro, pero no lo entregaré a la policía. Claro, siempre que siga buscando a Farrant.

- ¿Me está cargando? Si sabe que estoy aquí para eso!

- Ya le dije que fuéramos realistas. Farrant tuvo que ver con Soria y usted llegó a la misma conclusión. Cursaremos un comunicado a la policía y a los medios; les diremos que usted en un amigo del coronel Soria que estaba con él cuando lo atacaron, luchó con los agresores y lo ayudo a escapar. Que usted vino a buscar a un amigo desaparecido; eso siempre está de moda aquí. También diremos su nombre y en que hotel se aloja.

- Y usted cree que ellos irán al hotel.?

- Hay que probar; yo creo que sí.

Ponce dicta el texto por un intercomunicador y luego comienza a prolijar su escritorio.

- ¿Y qué espera ganar con eso?

- Aunque los diarios no digan el nombre del amigo que está buscando, la gente que está metida en esto lo sabrá.

- Y también parece que usted y los subversivos quieren saber algo que sabe Soria. Lo que me sorprende es que usted siempre tuvo controlado al coronel y no lo pudo conseguir.

Indiferente, Ponce termina de acomodar todo, cierra los cajones y tomando su saco, camina hacia la puerta, invitándolo a Richard con un gesto.

- Vamos. lo llevo a su hotel y en el camino trataré de aclararle un poco el panorama.

Poco después y ya en el asiento trasero del auto, Ponce enciende su enésimo cigarrillo y mira fijamente a Richard.

- Digamos que nosotros queremos cierta información de Soria, pero también estamos corriendo una carrera contra los subversivos y, si queremos ganarla, con Soria en la cárcel no sería una carrera.

- Lo está usando como cebo.

- Digamos que sí.

- Y a mí?

- Digamos también que sí. ¡No, es broma! Usted siempre tendría la opción de negarse. Dígame ¿Identificaría al que peleó con usted?

- Y yo que sé. era de noche! ¿Es un tipo importante?

-Justifica sus movimientos por todo el país trabajando con diversas actuaciones en clubes nocturnos de dudosa catadura. El y su hermana encajan en la descripción; son los hermanos Garrido.los malditos hermanos Garrido.
Para que usted entienda un poco mejor todo este asunto, primero tendrá que conocer como somos los argentinos, civiles y militares. Claro que de movida nos separan el origen y el por qué. Los Estados Unidos nacieron de la moral y la ética de quienes se auto exiliaron por defender sus principios y fundaron una nación realmente libre y soberana. La Argentina, en cambio, nació de la conquista y la colonización española. Después de casi trescientos años de dominio, los criollos y algunos españoles, alentados por la revolución de ustedes y la francesa y luego por la exitosa defensa de dos invasiones inglesas, más los apuros de un endeble Reino español, también decidieron independizarse.
No lo voy a abrumar con detalles; se formó un ejército y el nacimiento espontáneo de grandes héroes que corrieron definitivamente a los españoles del continente. Pero a partir de ahí, confrontaron dos ideas totalmente opuestas sobre como debía manejarse al país y hubo una especie de guerra civil algo parecida a la de ustedes. Eso dura hasta 1853, cuando se termina con opresores y exiliados sancionando una Constitución equilibrada, por la que se proclama una república pero no una democracia. ¡Carajo si somos paradojales! Fíjese que la unidad política y territorial la logró un militar llamado Roca, derrotando a los indios alzados cuyo clan reinante era el de los Curá, que justamente quiere decir piedra o roca.Casualida o destino?

- Pero, ustedes se la pasaron guerreando!

- No. no es para tanto. Justamente a partir de Roca y de una generación de hombres brillantes, el país se estabilizó y comenzó a crecer, pero siempre hubo gente que miró hacia fuera y otra que lo hizo para adentro.
La cosa es que, a partir de los años treinta, la escena fue dominada por ideas miliitaristas que, aun a cortos períodos civiles, siguieron escribiéndoles el libreto.
Aunque muchos lo discutan, yo creo que lo mejor que hicieron fue destrozar a la guerrilla subversiva, evitando que hoy este país sea una réplica de Cuba. Otra de las cosas buenas, aunque nos duela, fue perder la guerra de Malvinas. Eso precipitó la crisis del gobierno militar y debieron llamar a elecciones libres y sin condiciones. Aun que no sea perfecta, hoy vivimos en democracia.
Si me preguntan por qué los militares están tan quietitos y sumisos, ideológicamente, no lo sé. Materialmente, sí; entre la guerra y los políticos los diezmaron y hoy, desarmados, casi sin personal, son un símbolo más que otra cosa. Pero a no descuidarse; son como el cólera. Desaparece mientras lo vigilan, pero al menor descuido surge la epidemia.

-¿Usted no cree en que la gente cambie?

- Si que creo, pero en ellos es casi atávico. Pienso que en un par de generaciones pueden llegar a integrarse y la sociedad los aceptaría como a cualquier profesional, pero todavía no; en el fondo, son profundamente clasistas y fascistas.

- En esta época?

- ¿Realmente usted no sabe lo que está pasando en Europa o sinceramente cree que solamente son un grupo de loquitos rapados y tatuados? El autoritarismo y la xenofobía forman parte del ser humano y a veces los movimientos políticos los disfrazan, los barnizan, los suavizan pero tarde o temprano afloran.
Aquí tenemos tres clases de fascistas: el primero es el de la ultraderecha con el cáncer político comiéndolo por dentro; emocionalmente, es como un chico de diez años con las mismas frustraciones de un super mimado cuyo juguete favorito se rompió y no tiene arreglo ni será reemplazado. Es muy molesto, pero no peligroso. El segundo tipo, el más común, o vio el error o se dio cuenta que las causas políticas perdidas no tienen retorno y se convirtió en un ciudadano útil para el país.
Los hermanos Garrido son los del tercer grupo. Son. cómo le diría. personalidades autoritarias con resabios de impunidad, como algunos funcionarios, policías y militares Estos dos son subversivos de una forma distinta; estuvieron con el proceso militar pero sólo incidentalmente, formando parte de un grupo de tareas mercenario; eso les ofrecía lo que quieren de la vida los autoritarios.

- ¿Sed de poder?

-Es más que eso. es poder sobre la vida y la muerte, brutalidad, sadismo y, sobre todo, impunidad. A los fundamentalistas no les interesa el diálogo, sólo sus razones son la verdad. Lo que voy a contarle es un poco latoso pero a mí me va a hacer muy bien contarlo, especialmente porque usted es extranjero y no tiene posición tomada.
Yo fui Capitán del Ejército y cuando la subversión fue derrotada, me retiré; estaba harto pero hacerlo antes, estuviera o no de acuerdo, hubiera sido una traición al país y a mis camaradas, especialmente a los caídos a manos del terrorismo. Según lo había aprendido en el Colegio Militar, la inteligencia deben aplicarla las Fuerzas Armadas en caso de guerra y esencialmente en el campo enemigo. Convengamos también que esta no era una guerra convencional; no había frente y el enemigo podía ser cualquiera, pero igual, todo cambió y ni los roles ni los métodos fueron los correctos aunque necesarios y, en eso, ustedes tuvieron especialmente la culpa. No recuerdo literalmente la frase, pero Nietzche decía que el que combate a monstruos, debe evitar convertirse en uno de ellos.

-Espere; yo pertenecí al FBI y usted sabe que no actuamos fuera de nuestro país.

-FBI, CIA, KGB, MOSSAH, MI5. ¿Cuál es la diferencia? Todo es la misma porquería. impunidad total, permiso para matar, torturar y traicionar. Aquí las utilizamos todas juntas y de ambos bandos; había tal confusión de infiltraciones, dobles y hasta triples agentes, que al final era casi imposible distinguir a los unos de los otros. Cuando el aparato se desarticuló, quedaron centenares o tal vez miles de estos personajes a la deriva.
La democracia trajo otro tipo de subversión, casi legalizada; la corrupción, y aquí entran los Garrido; ellos comenzaron con la izquierda a finales de los cincuenta y principio de los sesenta. cuando las cosas se pusieron negras, se pasaron a la dictadura pero no saciaron su sed y ahora están al servicio de otro tipo de subversión,. En realidad son delincuentes que han crecido al amparo de los caudillos políticos de turno.
Ya, la subversión, etimológicamente hablando, no es patrimonio de los revolucionarios. Se trata de subvertir todo para que de la confusión surja la impunidad y son los partidos políticos quienes la practican con asiduidad casi cotidiana, orquestadas como operaciones de acción psicológica contra el gobierno de turno con el aditamento de nuevas facetas subversivas; económicas, financieras, comerciales y sociales, sin olvidar al sindicalismo. Todas ellas fueron, son y serán utilizadas por todo el espectro político pero, si debo serle sincero, me quedo con aquellos revolucionarios. Tenían ideas viejas e inviables, utópicas y equivocadas pero al menos se jugaban el pellejo, ponían pelotas.
Los de ahora. me dan asco. El método actual es muy sencillo y usted lo conoce porque en su país es igual.: se toma a varios funcionarios de distintos niveles para generalizar la cosa, se los unta con un poco de dinero, se los involucra en un par de licitaciones, se les agrega una pizca de sexo fuerte y pornografía y se corona el cóctel, espolvoreándolo con un poco de drogas varias. Se lo sirve a la opinión pública en la aparentemente prístina bandeja de un multimedio, se espera la profundización del tema por otros grupos periodísticos detrás de los cuáles siempre hay un partido político y se sienta a ver el festín.
Para nosotros, bebés democráticos, es un chiche nuevo con el que no sabemos jugar y por eso es muy peligroso; nos puede estallar entre las manos. La gente está confundida, vive entre los parámetros flexibles de la verdad y la mentira, le cuesta diferenciar al bueno del malo. Personalmente, yo todavía quiero creer en las estructuras morales y éticas que construyeron a esta nación, quisiera que me devolvieran mi país. quiero volver a creer en los hombres!

- Hace poco tiempo, un gran hombre de mi país me dijo lo mismo con otras palabras.

- Al menos tengo ese consuelo; no soy el único iluso! Volviendo al tema; yo sé todo de los Garrido, sé que fueron antes y con quién están hoy. Pero también sé que hay alguna otra cosa gorda flotando por allí y mi olfato me dice que en ese asunto están metidos ellos, Soria, su amigo Farrant y vaya a saber cuantos otros. Hace muchos años que ando detrás de los Garrido; yo los quiero atrapar, pero de tal forma que cuando lo haga, vayan a la cárcel de por vida y también lo quiero a Soria. Si usted decide ayudarme, quiero que sepa que es peligroso. aunque esté cubierto por mi gente desde que lo deje en el hotel.

- Lo haré, pero con una condición

- Ya se puso pretencioso. ¿Cuál?

- La seguridad de Farrant cuando lo encuentre.

- ¿Sabe por qué volvió a la Argentina?

- No se lo puedo decir.

- Pero si Farrant resulkara culpable de algún delito en el país.

- Entonces es suyo; sucio no me sirve. Pero si no, es mío.

Entretanto, el coche ha llegado al hotel y estaciona frente a la puerta. Mientras el uniformado portero abre diligentemente la puerta, Ponce la tiende la mano.

- Si lo encuentra, haré lo posible por ayudarlo. Cuídese.

Richard baja del auto y desde la vereda le sonríe, mientras le hace el remedo de una venia.

- Descuide; seré su anzuelo!

Mira al coche oficial retirarse y, echando una ojeada a su reloj, observa que es casi la una de la tarde; demasiado temprano para que el gancho funcione y muy tarde para echarse una siesta. Y entonces decide gratificarse con un suculento almuerzo, dirigiéndose hacia la calle Sarmiento, donde ha encontrado un restaurante muy neoyorquino, con mucha madera y más estilo. En el camino realiza las maniobras rutinarias para identificar al hombre de Ponce y entra al restaurante más tranquilo; su protector es un profesional que hace su trabajo a conciencia. Luego del opíparo almuerzo, regresa lentamente por la calle Florida, dándole tiempo a su escolta para seguirlo en medio de la multitud que, a esa hora, llena la peatonal. Minutos después abre la puerta de su habitación, enciende la luz y al darse vuelta luego de cerrar la puerta, ve con asombro a una bonita mujer medianamente joven sentada en su cama y con una ominosa pistola en su mano. Sin dejar de apuntarle, la mujer sonríe candorosamente.
Datos del Cuento
  • Categoría: Policiacos
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