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Ana y el misterio de la moneda

Ana se había ido de campamento durante todo el mes de julio a Extremadura. Como le habían gustado tanto los sitios históricos que había visitado decidió traer un recuerdo para mamá, para papá, para su hermano Óscar y otro para su loro Carlitos. 

Carlitos era su mascota desde hace dos años y lo que más le gustaba, además de comer pipas peladas, eran las cosas que relucían como el oro. Se fijaba mucho en los relojes, los anillos, los pendientes… Así que como Ana vio en un museo que había monedas que eran doradas como el oro pensó en llevarle una a su querido lorito Carlitos. 

Cuando el loro vio la moneda no paraba de repetir: "Grrraciaaass, Grrraciassss" y a Ana le parecía muy divertido. Pasaron dos días y un día antes de que Ana pudiera poner un pie en el suelo para desayunar oyó a su lorito desde la cocina:

-Robooo moneda, robooo moneda -graznaba sin parar.

La madre de Ana fue rápidamente a ver qué sucedía, pero lo único que se encontró fue a Carlitos moviéndose sin parar en su jaula, soltando un montón de plumas y repitiendo lo mismo una y otra vez. Ana llegó y se asomó a la caja de la jaula donde Carlitos tenía la moneda y donde le suelen poner los dulces y, efectivamente, no había ni rastro de la moneda por ningún lado. ¿Quién se había llevado la moneda de Carlitos?

Ana desayunó sin dejar de pensar en ello y decidió ponerse sus gafitas para poder ver mejor y esa mañana convertirse en detective. Recuperaría la moneda de su loro. 
El primer paso para investigar era observar bien la jaula. ¿Había algún rastro del ladrón? 

Intentó meter la mano y observar bien si había algo que no fuera de Carlitos. Lo que encontró fue un pequeño pelito marrón que no era posible que fuera de su loro. Decidió guardarlo en una caja. Era su primera prueba.

Después buscó desde qué lugares podría el ladrón entrar en la jaula. Por las noches su madre pone la jaula de Carlitos en otra mesa, porque si lo deja donde está por el día le entra mucha luz y el pobre no se duerme. 

Solo había dos lugares para poder entrar por la jaula y cogerle la moneda: desde la parte de atrás o desde la derecha. Buscando en la parte de atrás de la pared de su cocina Ana encontró una pequeña grieta en el azulejo. 

¿Podría alguien estar escondido ahí? Se le ocurrió coger un hilo y meterlo en la rendija. ¿Picaría alguien el anzuelo? De repente Ana notó como el hilo se ponía tenso: alguien lo había cogido. 

¡Qué miedo! Se separó un poco de la pared y de repente vio mientras se le abrían mucho los ojos como salía un pequeño ratón de pelaje marrón de la grieta. 

-¿Quién eres tú? -le dijo Ana.

-Uhm, soy el ratoncito Trop. Pensé que me iba a encontrar otra cosa detrás del hilo y no una niña. 

-Yo pensé que no me iba a encontrar nada así que yo estoy más sorprendida que tú -replicó Ana. 

-Bueno, encantado, ahora tengo que irme- le dijo Trop intentando escapar corriendo. 

Ana se dio cuenta y lo cogió por su larga colita. 

-De eso nada. Estoy segura de que he resuelto el misterio. Tú robaste la moneda dorada a mi loro Carlitos. 

El ratoncito se hacía el remolón, pero al final acabó confesando. Ana consiguió que le diera la moneda y que además Trop pidiera perdón a Carlitos por el susto que había pasado. El loro que era muy orgulloso apenas saludó al ratón y se dispuso a guardar entre algodones la moneda. 

Cuando el ratoncito se fue Ana estaba muy contenta, era una buena detective. Hasta el próximo misterio.

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