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Joaquin, el extraño. Cuentos espirituales con moraleja

~~Joaquín, el extraño, como así lo llamaban los muchachos de su vecindario, era un niño huérfano, sus padres fallecieron en un accidente de tránsito cuando él aún era muy pequeño, y como no contaba con más familia fue entregado a un orfanato. Cuando cumplió siete años de edad, apareció como por encanto una mujer muy buena que deseaba adoptar un niño. Cuando Joaquín la vio, lo primero que observó en ella fueron sus ojos, ya que en ellos se dibujaba el corazón grande que tenía. La mujer, que se llamaba Anastasia, al ver que Joaquín la miraba con el deseo de que ella fuese la persona indicada para que se lo llevara a su casa, sin pensarlo dos veces lo escogió a él. Joaquín, al ver entonces, que su deseo se había hecho realidad, saltando de alegría y muy emocionado le dijo a Anastasia:
— Seguramente, Dios ha escuchado mi pedido, porque lo que yo le pedí era sólo una persona que tenga un gran corazón para que me pueda amar.
— Y cómo no amarte a ti, niño querido, si eres una hermosa criatura de Dios, y si así no hubiese sido, igualmente te habría amado –le contestó Anastasia.
 Entretanto que dialogaban con gran alegría, cuando llegó la hora de la partida, Anastasia le dijo a Joaquín:
— Unos momentos más y conocerás tu nuevo hogar.
 Y sin pérdida de tiempo, se dirigieron al lugar donde Joaquín iba a pasar los mejores años de su vida. Cuando llegaron, lo primero que experimentó Joaquín, fue la felicidad que ya le venía a su corazón como consecuencia de todo lo que estaba viviendo.
 Después que se instaló Joaquín para comenzar su nueva vida, Anastasia le dijo:
— Joaquín, tú serás de ahora en adelante el hijo que no tuve, te daré la enseñanza en la cual fui instruida por Dios en el transcurso de toda mi vida, trataré de darte la mejor educación, y haré que seas un niño estudioso para que llegues a culminar en la escuela todas las ciencias que te enseñen en forma satisfactoria, para que más tarde seas una persona muy útil para la sociedad. ¿Estás de acuerdo con eso?
— Por supuesto que sí –le contestó Joaquín–, es más, ya quisiera empezar a hacerlo.
 Y así sucedió, Anastasia, día a día iba trabajando en la persona de Joaquín, pero sin pensar que en algún momento él iba a tener ciertos problemas por lo que ya contaba con doce años de edad, y había comenzado a juntarse con unos muchachos que habían crecido de alguna forma con él en el vecindario. Un día, saliendo de su casa, los muchachos al verlo lo llamaron y le dijeron:

— Joaquín, que aburrido se te ve siempre, por qué no te unes más al grupo y verás cómo tu vida cambia, ya que todo lo que vives lo vives sin emoción ni alegría, por eso te vemos diferente como si fueras un extraño entre nosotros, te enseñaremos, pues, a divertirte de verdad para que tu rostro muestre más vida y pueda brillar como el de nosotros porque vivimos contentos.
 Joaquín les contestó:
— ¿Y qué me van a enseñar para que yo sea igual a ustedes y pueda brillar?
— Sólo tienes que dejarte llevar por la emoción sin pensar mucho, de lo contrario podrías echarte atrás ya que todo lo que nos emociona lleva peligro.
— ¿Saben?, –les contestó Joaquín–, esas cosas no me interesan, además yo me siento feliz así, mejor hablemos de otra cosa.
 Los muchachos, al escucharlo, con una sonrisa burlona por lo que no habían podido convencerlo, decidieron por el momento retirarse, pero antes le dijeron:
— Algún día cederás, ya verás, si no te quedarás solo y aburrido el resto de los días de tu vida.
 Joaquín, al ver el poco afecto que le mostraron, al quedarse sin compañía quedó  afectado y también porque lo veían diferente como si fuera un pobre extraño entre ellos, y lo primero que pensó fue ir a buscar a Anastasia para contarle todo lo que le había sucedido.
— Anastasia, ¿dónde estás?, –gritó  desesperadamente–, ¿dónde estás, Anastasia?
— Aquí estoy, Joaquín, frente a ti, ¿qué te sucede que no me ves? Qué es lo que te trae así tan calamitosamente, porque en tus ojos veo confusión y angustia. ¿Quién ha sido el infame que ha pretendido matar tu alegría? Porque muerto nunca estarás ya que tu espíritu es muy fuerte, para que alguien así nomás te quiera derrumbar influenciando negativamente en tu persona.
— Bueno –le dijo Joaquín–, a ti no puedo ocultarte nada, Anastasia, ya que me conoces muy bien, pero de todas formas te voy a contar lo que me sucedió hace unos instantes.
 Y así comenzó a contarle. Después que terminó de narrarle todo lo que le había sucedido, Anastasia le dijo:
— ¿Sabes, Joaquín? Son estos muchachos los extraños y no tú si ves todo desde el punto de vista espiritual, y las actitudes de ellos no muestran cordura. Por lo tanto no te preocupes, porque muy pronto te convertirás para ellos en un rayo bendito que se alimenta de la luz divina. Por esta causa, terminarás por iluminarlos ya que ellos viven bajo la sombra. Y lo que es para el mundo físico el sol, los que vivimos recapacitando en el mundo espiritual brillamos diferente, como si fuéramos un gran sol que sirve para iluminar los caminos sombríos, y si ellos ahora te ven como un extraño, más tarde te reconocerán en su propia persona cuando se identifiquen contigo.
 Joaquín, después que escuchó las palabras sabias que salían de los labios de Anastasia, le dijo:
— Ya no me siento mal porque he comprendido que para Dios no cuentan las actitudes erróneas, sino lo que representan en el fondo de su corazón las personas.
— Y tú lo has dicho –le contestó Anastasia–, entonces, ya no te pondrás triste cuando veas algún muchacho que se dirige a ti equivocadamente, más bien lo ayudarás a que sea como tú, esto es lo que da gran satisfacción al alma y nunca dejes que nadie tenga la mala voluntad de poder cambiarte a su manera, porque el que es instruido con la enseñanza que da Dios, eso justamente es lo que nos hace muy fuertes para no fallarle. Entonces, nada ya te hará daño y usarás tu fuerza sólo para ayudar a aquel que te necesite, y así no te quedarás jamás solo.
— Sí, Anastasia, eso haré. ¿Sabes? Te amo mucho, y por más que el tiempo pase no podré olvidarme de ti, porque ya vives en lo más hondo de mi corazón.
 Anastasia, al escucharlo, se llenó de emoción y terminó diciéndole:
— Es el amor, hijo, el amor de Dios que hace que nos unamos unos a otros. Yo también te quiero mucho y espero que me recuerdes siempre desde donde estés.
 Y se miraron, pensando que el destino de la vida algún día los separaría, pero sus almas quedarían permanentemente unidas de por vida.

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