Cuando “El Jefe” entró en la sala todos guardaron silencio inmediatamente. Como siempre había llegado muy puntual en el momento exacto y por supuesto, a nadie le sorprendió. Con toda la suficiencia y grandeza que lo caracterizaban caminó, o más bien flotó, hasta llegar a la silla que se encontraba en la cabecera de la larga mesa de juntas. Antes de sentarse miró de soslayo a cada uno de los presentes por un instante, a todos al mismo tiempo.
- ¿Dónde está Miguel? – preguntó, aunque como siempre, ya sabía la respuesta.
- Como raro – contestó Rafael – está ocupado en el “planeta problema”. Seguro no demora en llegar.
“Planeta problema” era una expresión que se habían acostumbrado a usar, empezó como una broma, pero con el tiempo terminó siendo parte del léxico de todos, “El Jefe” no le gustaba para nada, y con la mirada se lo recordó a Rafael, que no pudo evitar el rubor en sus mejillas. “El Jefe” prefirió no darle más importancia al hecho y replicó:
- Eso no es excusa para llegar tarde a una reunión convocada por mi, pero está bien… supongo que no es importante que esté acá, finalmente siempre está de acuerdo conmigo.
Este comentario desencadenó las risas de los presentes, era obvio que iba a estar de acuerdo con él, y es que… ¿cómo no estarlo?. Satisfecho por haber logrado cortar un poco la tensión, “El Jefe” continuó:
- Los convoqué a asamblea extraordinaria para definir lo que vamos a hacer con el que uds. llaman “planeta problema”, por cierto, ya saben que no me gusta que lo llamen así y por milésima vez les pido que usen su verdadero nombre: “Planeta Tierra”.
Aunque nadie dijo una palabra, todos se miraron entre si, ¿qué quería decir con eso de “lo que vamos a hacer”?, ¿acaso había tomado la decisión de…?. Dios volvió a hablar sin dar tiempo a que siguieran especulando.
- Sé que lo que están pensando, (claro que lo sabía), y no, no he tomado esa decisión, pero estoy a punto. De hecho depende de ustedes, si alguien me da una buena razón para no hacerlo le daré a los humanos otra oportunidad - por varios segundos nadie dijo nada, todos estaban confundidos, en realidad, estupefactos, por fin, Dios volvió a hablar.
- Pero por favor!, de a uno para poder escucharlos – esto volvió a provocar risas en los asistentes, “El jefe” era una experto calmando los ánimos.
Con algo de timidez, Jared, uno de los tres representantes de los ángeles de la guarda que estaba presente en la junta levantó la mano.
- Hola Jared – dijo Dios – bienvenido, hacía tiempo no te veía, te escuchamos.
- Gracias Señor – dijo Jared – mi razón para no terminar con el planeta prob… perdón, con el Planeta Tierra, es muy obvia, son muchos más los inocentes que los culpables.
Cassiel, el arcángel encargado del karma, no pudo evitar sonreír. Dios habló de nuevo:
- Es muy loable de tu parte hablar de inocencia para referirte a los humanos, sin embargo la mayoría de los que llamas inocentes son personas que no hacen nada malo, pero tampoco nada bueno, es casi como si no existieran, eso, Jared, no es inocencia.
Jared quiso refutar pero en el último instante se contuvo, enfrascarse en una discusión con Dios era sencillamente absurdo. Unos segundos después el arcángel Samuel se animó a hablar:
- Eso es cierto, pero hay que reconocer que también hay humanos buenos, que no se meten con nadie, y que procuran contribuir con su granito de arena para que las cosas cambien, sin contar con los que entregan su vida entera al bien.
- Tienes razón en eso – dijo Dios – pero son muy pocos, no son suficientes, y por supuesto, sus almas tendrán prioridad cuando todo vuelva a empezar.
El silencio volvió a la sala y mientras todos seguían pensando en buenos argumentos, “El Jefe” encendió el tablero de mando y digitó los comandos para ubicar el planeta tierra.
- Si alguien tiene algo que decir, es mejor que lo diga ahora, el tiempo está por agotarse.
- ¿Y los animales? – dijo Jesús en un último intento por arreglar las cosas. Dios miró a su derecha por un momento y observó con atención la expresión desesperada de Jesús.
- Realmente los amas, ¿no es cierto?, créeme que yo también, y todos los presentes estoy seguro, pero sabes que para los animales tengo reservado un lugar mucho mejor, un lugar sin humanos, esa no es razón, y además, ya había hablado de esto contigo, tu me ayudaste a crear el nuevo lugar.
Jesús no dijo nada, había hablado por impulso, sólo quería ganar algo de tiempo. Todos quedaron sin palabras, aunque nunca se dijo en voz alta, todos sabían que en casos tan graves lo mejor era “borrón y cuenta nueva”.
“El Jefe” decidió que ya no había más tiempo y sin titubear por un solo instante oprimió el botón de DESTRUCCIÓN.
Inevitable la catástrofe, si no aunamos esfuerzos por evitarta. Pero habrá un lugar para quienes se esfuerzan, a donde tal vez podamos llegar los que no hacemos nada. Exelente narración con un final para reflexionar.