El Santo estaba delante mío. Vi al Señor, y el santo se le acercó, los dos conversaron calidamente, no podía escuchar sus palabras, parecían Padre e hijo. El santo se despidió, y el Señor le dio su bendición.
Me vio, y me pidió acercarme, cuando estuve frente a él, me sentí en el cielo, no sentí moverme, y me dijo:
Un escritor ?
Si - le dije, lo miraba y me sentía tan fuera de mi, nunca pensé estar en su presencia, y allí estaba.
Entonces escribe, no lo olvides : es tu dedicación - su voz era dulce y clara, sus ojos no soltaban los míos, me sentí tan pequeño.
Señor...De qué escribo? - le dije, mi voz la sentí diferente, me sentía tan inocente, tan ignorante.
Escribe acerca de nuestro Amor - me respondió sonriente - Anda y ve en Paz...Tienes mi bendición - cogió mis hombros y suavemente me pidió que saliera. Sentí que alguien más entraba, no lo vi y me fui.
Regresé a casa, y aun podía escuchar sus palabras : Escribe de nuestro Amor. ...escribe de nuestro amor...escribe de.... Los problemas y las necesidades me abordaron. Aún así comencé a escribir.
Envié mis escritos a una editorial. Al mes, recibí respuesta :
« Sus escritos son muy buenos, con mensajes espirituales, le sugiero escriba acerca de otros temas como Historia, Sexo, El sufrimiento, temas que el lector gusta leer, y que tienen demanda , los suyos no lo tiene »
Me sentí bien, y después entendí.... Cogí la carta y la guardé en mi cajón. Tuve rabia y patee las paredes, mi escritorio, y de impotencia lloré. Seguí escribiendo y mis dedos temblaban. Estaba confundido, rompí mis escritos mi lápiz, y salí tratando de escapar de mi lucha interna. Fui a un cinema tratando de olvidar mi malestar, fue inútil. Mis ojos miraron el Universo y un viento fresco peinaron mis cabellos, sentí como una caricia a mi ardiente alma. Fue suficiente, entendí y volví, y me dispuse a escribir.
Juntaba mis cuentos, y los enviaba a concursos, o a editoriales, nunca tuve suerte. Conseguí amigos que amaban la literatura y con ellos compartía mis escritos. Todos los guardaba en mi escritorio, los leía y disfrutaba de ellos.
Trabajaba en una Renovadora, como ayudante de maestro. El dueño era bueno, y el jornal me alcanzaba. Escribía a la salida, y me quedaba dormido en mi escritorio, no podía dejar de escribir.
El tiempo siguió caminando. Un día vi un espejo y en él vi a un anciano con ojos inocentes, sonreí, ese viejo era yo.
Los tiempos eran duros. El dueño me pidió dejar la Renovadora, me fui y seguí escribiendo, la vista no me ayudaba ; sentado en mi escritorio sentí un dolor en mi corazón, caí al suelo y sentí que moría, le pedí al Señor que me diera un tiempo más y terminar así mi cuento, dormí y cuando desperté...el dolor desapareció.
Cogí mi lápiz y escondí mi cuento. Salí, el Sol estaba brillando.
Estoy en el Paraíso - pensé ingenuamente, sentí sed y fui a la bodega, pedí un poco de agua, y mientras bebía sentí dos brazos en mis hombros y una voz que decía :
Puedes entregarme lo que has escrito ? - mi sorpresa fue grande, era el Señor : su sonrisa, sus ojos...Era Él.
Le pedí me siguiera, le di todos mis escritos. Sentose y leyó algunos de ellos, me dijo :
Son hermosos, gracias hijo mío, gracias - me sentí tan feliz de saber que le gustaban, en mi dicha le dije :
Que bien que le gusten, todos son de usted,...Por favor lléveselos...Por favor... - puso sus dedos en mi cabeza, y casi sonriente me dijo :
No hijo, éstos se quedan...Son de la humanidad. Tu...tu te vas conmigo - me cogió de los brazos y me llevó. Caminamos juntos por la ciudad, sentía como si me fuera de viaje, nadie nos veía, no importaba, tenía todo.