Capítulo 1: Una agitada mañana
Ferlington es una ciudad poblada por magos escondida tras un hechizo del mapa escocés. Por si nunca habéis visto ese sitio, es por un hechizo donde los snurfles no pueden acceder. Los snurfles son gente no mágica, ya saben, los seres humanos que no tienen ningún tipo de sangre mágica y que no pueden realizar hechizos.
Mi ciudad, es una ciudad grande, de lo mejor que se ha visto lleno de calles y callejones, tiendas y demás. Hay de todo y a sus afueras se haya la Escuela de Magia de Rutherford. Se puede acceder a esa escuela tras una cascada que no moja ya que tiene un hechizo para no mojar a la gente. La escuela no es interna, es cómo una especia de academia a la que se va por las mañanas hasta las tardes. Tiene taquillas para guardar tus cosas que se cierran con llaves mágicas y a veces con una contraseña mágica.
Cómo ya dije, tiene un montón de tiendas. Están cómo por ejemplo: la Tienda de Animales Mágicos, donde hay todo tipo de ser mitológico así que no se sorprendan si veis a una serpiente de tres cabezas que te cabe en la palma de la mano. Ahí es donde me compré a mi gato parlante, un gato negro llamado Salem. También está la tienda de varitas, donde tendrás que elegir tu varita perfecta. Otra tienda es la tienda de ropa donde te compras el uniforme de la escuela de Rutherford, de color rojo y con el símbolo del dragón en un escudo de plata. Y si sigo hablando de las tiendas no voy a poder terminar.
Ahora comienzo la historia. Así que prestad atención, queridos lectores… Todo comienza una cálida mañana. Todo se ve con paz en la ciudad y el sol sale de entre las montañas y sus rayos reflejan el Bosque Prohibido de Shemlork. Un lugar donde nos tienen prohibido ir y las veces que he ido me he topado con todo tipo de criaturas… desde centauros hasta licántropos. Y he salido viva, claro que soy una experta en hechizos y sé salir de cualquier peligro.
Era una mañana cómo otra cualquier, hoy tenía clase y me quedé dormida. Cuando sonó mi despertador eran las 9:00 y las clases empezaban a las 9:30. Tenía que darme prisa si quería llegar pronto. Me levanté de la cama de un salto nada más oír el despertador. Ahí estaba Salem, mirándome.
- Venga, dormilón. – me dijo él -. Despierta, perezoso.
- Todos los mías el mismo día, el mismo gato. – me dije a mi mismo y le lancé un hechizo para que su nariz se tornara roja cómo si tuviera una luz. Sonreí satisfecho y me levanté -. Amo la originalidad.
Poco después de ponerme el uniforme y de vestirme, agarré mi peine y cuando ya estaba caminando para irme al lavabo, a mi hermana Sophie le cogió un apretón y salió disparada corriendo hacia el lavabo. Yo, como siempre, refunfuñé.
- ¡Maldita Sophie! Yo te mato… - Exclamé -. ¡Sal de ahí! ¡¡SAL INMEDIATAMENTE!!
- No puedo, estoy evacuando. – me dijo ella cómo si nada -.
- Yo me voy a cagar en ti cómo no salgas de ahí. – le grité y vino mi madre con cara de pocos amigos cómo preguntándome que estaba pasando -.
- Hija, ¿Qué pasa? – me preguntó ella -.
Yo cuando iba a responder, mi hermana dijo:
- Estoy evacuando, mamá.
Rodé los ojos por su “finura” siendo sarcástica. Mi hermana nunca os he hablado de ella. Tiene catorce años y se comporta como si tuviera doce. Es inmadura cuando quiere y muy pesado, siempre actúa con inocencia y parece que hace las cosas para molestarme. Es mi única hermana y estoy harto ya de ella.
- Viva la finura de Sophie. – dije irónico -. ¡Se dice ir de vientre, monstruita! – grité picando a la puerta -.
- Venga, desayuna porque tienes que ir al colegio. – me dijo mi madre, con su severa pero cálida voz, me miró fríamente esta vez -. Vas a llegar tarde.
Asentí y bajé a la cocina. Me senté alrededor de la mesa y comencé a degustar las tortitas. La verdad es que mi madre es la mejor cocinera del mundo. Sabe hacer todo tipo de platos, aunque no le gusta presumir de ello ya que prefiere presumir de ser una gran bruja. La casa donde vivimos la pagó con mi padre, vivimos en una mansión enorme en las afueras de Escocia.
Mi padre… nunca os he hablado de él porque nunca lo conocí. No murió, pero mi madre no nos habla ni a Sophie ni a mí de él. Es extraño, es cómo si nos ocultara algo. Solo nos decía que ejerce de alquimista en no sé donde y que se fugó al nacer Sophie, y jamás volvió. Yo apenas lo recuerdo, pero sé que era además de mago alquimista.
- Me voy al colegio, mamá. – le dije a mi madre mientras me colocaba la mochila en mi hombro -.
- Vale. Que vaya bien. – Dijo ella dándome un beso en las dos mejillas, al poco rato después bajó mi hermana ya vestida y mi madre lo miró -. Id ya al colegio. Que llegaréis tarde.
Cuando iba a responder, sonó el timbre y yo sin mediar palabra, fui directa a abrir. Abrí la puerta y cerré los ojos. Seguidamente dije:
- Bienvenido seas al hogar de los Brown Dickinson.
- Hola, grandullón.
Reconocí esa femenina voz y tras abrir los ojos vi de que se trataba de mi amiga, mi mejor amiga aunque un tanto pesada Samantha Gordon. Ella se divertía molestándome y su mote favorito para mi persona era el molesto mote de “grandullón” ya que yo medía 1.80 y él mide 1.70. Fruncí el ceño y le dije:
- Hola, Sam. Supongo que has venido a buscarme. Enseguida venimos Sophie y yo.
Samantha pasó adentro y yo fui a agarrar a Sophie por la oreja para llevarlo afuera. Teníamos que ir a estudiar ya que a primera hora teníamos clase de Vuelo con Escoba, mi clase favorita donde sobrevolaba todo el colegio entero. Tras coger el autocar mágico, llegamos a la Cascada Mágica y pasamos. Ahí era otro mundo y tras seguir por un largo pasadizo, llegamos a la Escuela de Magia de Ferlington. Salimos de las Cuevas de Jade y ahí estaba el colegio, y justo al lado el bosque prohibido.
- Ya llegamos. – le dije a Sam -. ¿Sabes que darán hoy en clase de Vuelo? – le pregunté para entablar una conversación con ella -. Porque es mi clase favorita y además…
Brad me interrumpió, como de costumbre.
- ¿Sabes que hoy en clase de CCM, clase de criaturas mágicas vamos a hablar de los licántropos y sirenas. – me contó ella y sonrió -. Pues si, el profesor Shafan me lo dijo el viernes cuando estaba a punto de plegar.
- Odio que me interrumpas. – murmuré resentido -. Siempre lo haces.
- Lo siento, pero soy la interruptora más guapa. – me dijo ella mirándose a un espejo que sacó del bolso-.
- Interrumpidora, Sam, se dice interrumpidora. – le corregí -.
- Pues lo que he dicho, interrumpidora. No te fastidia con la enana esta. – dijo ella refunfuñando, jamás admitiría un error -.
De pronto, cuando íbamos a las taquillas, pronuncié la palabra “Serpiente emplumada” para abrirla y justo cuando la abrí una presencia nos hizo su asquerosa visita. Era Matthew Bloom, el chico más popular de Rutherford y el más repelente.
- Hola, Samantha, que guapa estás. – dijo Matt poniendo su peculiar tono pijo de voz -. Hoy estás tan guapa cómo siempre. – luego me miró a mí y me observó de reojo, cómo siempre tan “simpática” conmigo -. Ah, hola Hunter. Es mi imaginación ¿o siempre eres cada día que pasa más rarito? – me preguntó mirándome con desprecio, vara amigo -.
Lo miré con una sonrisa burlona, pobrecita, pues apenas llegaba a la neurona y media, así que la hice uno de mis comentarios hirientes y cómo siempre se pondría a llorar. Me encantaba verlo triste, no por envidia si no porque se lo merecía.
- Y tú, como de costumbre vas presumiendo de tu corriente belleza y de tus pocas neuronas.
- ¡Eh! ¿Qué insinuas? – me preguntó poniendo voz de molestia -.
- Pues que eres imbécil, para así decirlo y que me tienes harto. – le dije con indiferencia y frialdad -.
El chico me fulminó con la mirada y se marchó llorando. Sonreí satisfecho, hice bien, porque él se había metido con mi excentricidad. No haberse metido conmigo, si no hubiera dicho eso yo no le hubiera dicho aquello. Samantha me miró, como siempre, ya que estaba loca por la cabeza hueca de Matt.
- Siempre eres así con él, ¿Qué te ha hecho él a ti?
- Pues ser idiota, y meterse con miaspecto. – le dije agarrando los libros de vuelo y la escoba, cómo si nada, y me puse una túnica negra y un sombrero de punta que parecía una auténtica brujo de cuento -. Lo sé, soy un cabrón. – tras decirle esto, la revolví el cabello y me dirigí hacia el patio donde me esperaba la profesora de Vuelo.
Samantha se quedó por unos instantes ahí quieto, mirándome de reojo cómo hacía siempre.
- Ai, madre. A mi ese niño me fascina. – murmuró Sammy por lo bajito una vez ya me había ido -.