Había una vez una bufanda mágica...
Aquella bufanda tenía el don de saber precisar en palabras sencillas y claras lo que una persona quería decir.
Si alguien andaba apurado por vergüenza o temor para decir "me hace daño lo que dices o cómo te comportas" y utiliizaba para ello muchas palabras huecas, si se ponía la bufanda de repente su voz se volvía serena y limpia, no necesitaba más de un minuto para dejar clara su postura. El otro recibía el mensaje sin equívocos ni palabras saturadas y luego ya en su mano estaba entenderlo, asimilarlo y afrontarlo como realidad, pues con aquella bufanda cualquier palabra imprecisa se volvía certeza y nadie podía, a una certeza, volverle la espalda.
Mucha había llegado a ser la fama de aquella bufanda; a veces se reunían junto al fuego dos personas a conversar, a tratar temas importantes, y como si de un gesto familiar y cercano se tratase se iban pasando la bufanda cuando querían decir algo preciso y así la conversación siempre era sencilla y muy clarificadora. Al despedirse ambos sabían que si si se habían puesto la bufanda había dicho verdades, habían expresado su pensamiento o su sentir y marchaban muy tranquilos y confiados a sus casas.
Pero un buen día llegó a la aldea una niña, nadie sabía de dónde venía. Sus cabellos rizosos y su gesto inocente conmovieron a quienes la veían al darse cuenta de que era una niña sordomuda y todos quisieron acogerla, cuidarla y proporcionarla toda clase de atenciones.Pero había entre el gentío una mujer que se sintió envidiosa de las atenciones que le daban a aquella niña y aparentando ser la más bondadosa de todas aceptó pagarle de su bolsillo a aquella niña la escuela, los libros y todos los cuidados de ropa y alimentación que precisara.
Ante tal gesto todos los vecinos alabaron a la buena señora y ella, durante un tiempo se sintió bien haciendo ese sacrificio por aquella niña.
Pero como suele suceder pasado un tiempo la niña seguía siendo el centro de atención pues su ternura y simpatía eran luz y felicidad para aquellas gentes y aquella buena obra de la señora ya apenas era recordada por los demás, así que de nuevo la mujer sintió celos y viendo que nunca iba a poder quitarle protagonista a aquella pequeña buscó la forma de que los demás la hicieran sentir mal para que ella misma decidiera marcharse y así nadie sospecharía de sus intenciones..
Aquella niña no podía emitir ni una sola palabra ni oía nada, no podía hacerse entender pues en sus alocados gestos nadie sabía interpretar nada. Sin embargo aquella mujer observó que siempre se quedaba mirando con admiración a aquella bufanda. Trataba de pedirla pensando con absoluta ingenuidad que al ponérsela la entenderían...la escucharían! y por ellos se llevaba las manitas a la garganta en actitud de súplica, pero los demás, que intuían su petición pero no entendían para qué necesitaba una niña sordomuda aquella bufanda mágica, no quisieron dejarle la bufanda: no te sirve, le intentaban decir por gestos, la bufanda solo sirve para quien dice de propia voz palabras y tú no puedes hablar, le increpaban cruelmente, aunque sabían que ella no podía escucharles nada.
La niña, en un principio se quedaba triste viendo simples gestos de burla, negativas y desprecio hacia ella que no entendía bien porqué se producían de manera tan notoria, pero luego recobrando su ilusión infantil, los olvidaba e intentaba hacerse comprender con entusiastas gestos, se llevaba las manos al cuello de nuevo y sonreía y trataba de que la entendieran, pero nada conseguía pues de sobra la entendían y era tan solo que no quería prestarle aquella milagrosa bufanda.
Su desesperación era grande pero nada se podía hacer pues su mudez y sordera era su impedimento para poder expresarse.
Aquella mujer viendo los deseos de la niña ideó un plan para ponerles a todos en contra de la pequeña.
Un buen día se acercó a la niña con la bufanda y tendiéndola sobre sus manos le dijo: toma, pontela si quieres, es tuya. La niña abrió mucho los ojitos llenos de ilusión y cuando la recogió con sus manos de repente vio a la mujer que comenzó a hacer aspavientos llamando a los demás. La niña no oía nada de lo que pasaba...
Lo que sucedía es que aquella mujer había comenzó voz en grito a increparla: ha querido robarnos la bufanda!, ha querido robarnos la bufanda!, gritaba toda exaltada exhibiendo en su mano la franja de lana. Ante tanto griterío, mientras la niña solo notaba un enfado pero no escuchaba nada, las gentes empezaron a agolparse entorno a la pequeña y a empujarla desconfiados para que se explicara, pero la pequeña que no podía hablar, emitía ruidos y bajando su cabecita lloraba y lloraba. Uno empezaron a decir que era mejor que se fuera de allí, ladrona! le decían, claro, claro, eso pretendía comentaban otros, por eso tanta insistencia, solo quería hacerse amiga nuestra para. llevarse nuestra bufanda! sentenciaban. La niña asustada, sin poder escuchar, menos aún, entender nada, corrió a refugiarse en un portal en donde no pudieran encontrarla.
Pasados unos días de aquel incidente aquella mujer, siguiendo su plan de deshacerse de aquella niña que no le había entrado por el ojo desde el primer momento comenzó a meter cizaña diciéndoles a todos: esta niña nos ha alterado mucho la convivencia, es mejor que se vaya del pueblo, hasta ahora estábamos todos muy bien, muy tranquilos fue llegar ella y empezar a tener preocupaciones y responsabilidades que antes no teníamos, todos lahemos acogido con cariño, yo incluso estaba dispuestas a pagarle sus clases y ella nos corresponde, robándonos, es una pena pero es muy posible que sea una simple ladrona, quizá una espía de otyra aldea y que ha tratado de robarnos nuestro bien preciado, nuestra bufanda, yo creo que es mejor que se vaya. Algunos no estaban de acuerdo con aquella decisión tan desproporcionada pues no entendían porqué aquella niña tan generosa y cariñosa iba a robar una bufanda, pero como sucede siempre entre gentes de poca personalidad o de vidas rutinarias, se impone el que tiene la voz más fuerte o simplemente al que no se quiere tener de enemigo y fue así que todos acordaron, por unanimidad, echarla.
A la mañana siguiente se acercaron a la niña, la mujer que iba a hablar llevaba puesta la bufanda pues quería ser muy clara y no andarse por las ramas: queremos decirte algo, argumentó. Más cuando empezó a hablar, la bufanda... no hizo nada. A cada palabra que decía aquella señora intentando mostrar su desaprobación y la decisión que habían tomado todos, a cada gesto acompañado de duras palabras, la bufanda quedaba sin voz, se callaba. Comenzaron a oirse rumores entre la gente que no entendía qué estaba pasando. Al terminar de hablar la mujer estaba muy confusa pues la bufanda no había traducido con contundencia ninguna de sus palabras.
De repente, al callarse, la bufanda se desenrrolló del cuello de aquella mujer y acercándose a la niña con delicadeza se posó sobre sus manitas. Todos quedaron asombrados, más la niña no se inmutó y como si fuera algo natural sujetó en su mano la bufanda y con la otra tomó la mano de aquella señoral que había sido la portavoz y que aún estaba sorprendida y ambas se acercaron hasta una mesa en la que aquella pequeña quería mostrarle algo. Sobre la tabla de madera la niña mostró una pequeña caja envuelta con papel dorado. Todos se quedaron boquiabiertos sin saber qué decir, pues su inicial intención de echarla del pueblo parecía no tener ya sentido, ninguna palabra había delatado tal intención y firmeza y la niña solo estaba mostrándole un regalo a quien quería que se fuera. Ante la sonrisa confiada y la ternura de aquella niña muchos comenzaron a darle muestras de cariño ablandando su corazón y dándole las gracias por su muestra de cariño con aquella caja. Entonces la niña tomando con sus dos manitas la bufanda, rodeó con ella la caja formando un gran lazo a modo de remate de su pequeño regalo y sin más le ofreció entre sus ojillos ilusionados la caja a aquella señora.
Todos entonces pudieron observar con sus propios ojos el motivo por el que aquella niña pedía con tanta insistencia aquella bufanda, solo necesitaba un lazo... para hacer un regalo. La mujer, sin poder decir nada más y totalmente avergonzada, al abrir el regalo y quitar ese amoroso lazo hecho con una bufanda observó dentro de la caja un papelito que decía en grandes letras: aprendí a escribir... muchas gracias!!
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Nota de autor:
Las apariencias... siempre engañan y los que aparentan al final caen vencidos... en su propia trampa.