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Categoría: Ciencia Ficción

Ponce de León

Incluso él, Jeremy Varadze, un científico de ascendencia húngara que trabajaba en una pequeña empresa de investigaciones genéticas en Willow Wood(Georgia), sabía que su nuevo proyecto, bautizado como Ponce de León, podía ni siquiera tomar la salida si el Consejo de Administración le denegaba la subvención gubernamental correspondiente.
Pero tras una larga tormenta de dudas, de recelo hacia la viabilidad del proyecto, al final los administradores terminaron por darle luz verde.
El proyecto Ponce de León comenzaba su andadura.

Cuatro años después, cuatro años de noches en vela, de días enteros encerrado en su laboratorio privado, cuatro años de cansancio, desesperación y aburrimiento, Varadze logró culminar su trabajo.
Había elaborado la Inhibasa Varadze, un enzima que, introducido en el núcleo de cualquier célula, inhibía durante un periodo de varios años la acción de la Telomerasa, el enzima causante del envejecimiento celular.
En pocas palabras, había creado el elixir de la eterna juventud.

Ahora lo que debía hacer era informar a la Dirección de la empresa y, cuando fuera pertinente, a los medios de comunicación.
Pero hasta que eso ocurriese la Inhibasa tenía que estar en un lugar seguro, no fuera a ser que por un imprevisto el trabajo de tantos años se fuera al traste.
Una opción era dejarla allí mismo, en el laboratorio, pero Varadze prefería no fiarse de nadie. Así que optó por guardarla en su propia casa.

Eran las 23:15, y a esa hora ya no quedaba casi ningún miembro del personal de la empresa.
Después de cambiarse, Varadze cogió el recipiente metálico en el que había metido el suero del enzima y abandonó el laboratorio.
Abajo, en el aparcamiento, le esperaba su Ford Mustang rojo del 72.
Poniendo cuidadosamente el recipiente en el asiento del copiloto, se montó en el coche y arrancó.

Su casa no estaba en la ciudad, sino en una pequeña urbanización situada a dos kilómetros de la misma y a la cual se llegaba por la carretera de la costa.

El silencioso y oscuro océano parecía un monstruo a punto de abalanzarse sobre la calzada.
Ésta estaba completamente desierta, pero de repente apareció a lo lejos un camión cisterna.
Poco a poco, el enorme vehículo fue acercándose a Varadze. Era un tanto intimidatorio.
Cuando estaba a unos diez metros del Mustang, surgió de detrás suyo otro coche.
Un adelantamiento temerario.

Viendo que se le venía encima, Varadze dio un volantazo.
No consiguió salir de aquello.
Dos segundos después atravesó el quitamiedos y cayó al vacío.
Una gran explosión iluminó los acantilados.

Jeremy Varadze había muerto, pero no se iba solo, con él se llevaba lo que sin duda había sido el logro científico más importante de todos los tiempos.
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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 05-03-2003 00:00:00

Qué mala suerte, por Dios. Si no es por el camión, estaríamos varios tomando el elixir, y el químico habría cambiado su Mustang. Es decir, todo el mundo habría cambiado. Yo lo encuentro un muy buen cuento. Saludos.

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