Nos mirábamos en silencio, no hacían falta palabras para saber los sentimientos de cada uno.. Eran muchas horas, meses y años de charlas interminables siempre delante de un café o una cerveza.
Muchas veces cuando pensaba en esas horas juntas, era como sentir tocar el cielo con mis manos. Cuando salían de su boca esas palabras que yo iba a decir, con un gesto de complicidad nos reíamos. Solo era eso amistad pero quizás la única y verdadera. Ansiábamos ese café, en ese bar lleno de gentes, pero cuando nos sentábamos en nuestra mesa, éramos un universo aparte.
.La sociedad, egoísmo, dolor, amor, vida, muerte. No había nada que no tocásemos, nada que nos fuera ajeno. Manoseábamos los temas una y otra vez siempre encontrando perspectivas distintas. Siempre sintiendo que nuestro interior crecía con cada instante, con cada tema.
Eran los únicos momentos que podíamos dejar de hablar de temas triviales como el tiempo, el trabajo o los niños. Podíamos dejar salir todo lo que teníamos dentro sin miedos, sin recelos. Erramos dos pero solo uno, nuestros sentimientos e inquietudes eran tan afines que parecía que hablara con nuestro otro yo. El café frío o la cerveza caliente indicaba la avidez con que tomábamos esos momentos. Nos sentábamos y todo desaparecía a nuestro alrededor. Era como si nuestros cuerpos desapareciesen y solo estuvieran nuestras almas. Esa que tan pocas veces dejamos hablar, que tan pocas veces escuchábamos.
Nos reíamos, éramos felices. Estos momentos hacían que no me sintiera la única loca, la única que iba contracorriente, que no me doliera esa soledad rodeada de gente. Esos momentos llenaban mi vida. Mi vida interior, que necesitaba alimento al igual que mi cuerpo.
Durante muchos antes de conocerle pensaba y miraba a mí alrededor, siempre atenta a encontrar a alguien con mis necesidades. Estaba sola en esta empresa, siempre tenia la esperanza de que no. De que quizás había muchas personas buscando lo mismo, pero no éramos lo suficientemente valientes para expresar nuestras inquietudes y necesidades. Nuestras dudas y miedos.
Recuerdo esa primer tarde ese primer encuentro. Desde el primer momento sentimos que hablábamos otro idioma. Que no estábamos solos. La conferencia, los ponentes estupendo, todo perfecto. Pero los únicos que osábamos levantar la mano en el turno de preguntas éramos los dos. Cerca de doscientas personas y después de dos días de congreso, nadie tenia dudas.
Lo primero que conocí del fue su voz. Cada vez que daban la palabra era al. Yo interiormente reía y pensaba otro loco igual que yo. Después supe que lo mismo pensaba el cuándo me daban el turno a mí. E n uno de los descansos nos presentamos los dos. Y solo reíamos nos sentíamos los únicos locos entre tanto cuerdo. Nuestras miradas y ese primer café nos devolvieron la vida. Erramos dos no estábamos solos.