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Sancho Panza y el caso de las diez monedas de oro.
Autor: José Luis García
(Espacio vacío. Entra el Presentador).
PRESENTADOR.-
Querido público, seguro que ya sabéis que Sancho Panza ha sido nombrado Gobernador de la Ínsula de Barataria. Y si no lo sabéis, yo os lo digo.
(Desde abajo entra una trompeta y con su “pa-parari” asusta al Presentador, que no se esperaba esta aparición ni el sonido que hace el trompeteo).
PREGONERO.-
(En off).
Atención, atención. Hace su entrada el señor Gobernador.
(Entra Sancho Panza, trae consigo un lujoso bastón de mando).
SANCHO.-
(Al Presentador).
Te conozco. Tu eres el que presenta las obras de teatro.
PRESENTADOR.-
Ese y no otro soy yo.
SANCHO.-
Me gusta mucho el teatro.
PRESENTADOR.-
Me alegro, señor Gobernador.
SANCHO.-
Me entretiene y me ayuda a hacer la digestión entre una comilona y otra.
(Entran un Viejo con un bastón y un Joven).
JOVEN.-
Eres un embustero.
SANCHO.-
(Creyendo que se lo dice a él).
-¿Cómo te atreves a llamar mentiroso al gobernador?
JOVEN.-
No se lo decía a usted, sino a este viejo mentiroso.
SANCHO.-
Contadme qué es lo que sucede.
(El Viejo y el Joven se acercan hasta Sancho y el Presentador).
JOVEN.-
(Muy nervioso).
Hace tiempo que este viejo…
VIEJO.-
-¡Un respeto!
SANCHO.-
Eres viejo y te ha llamado viejo; así que no hay insulto. Continúa joven, que tampoco es un insulto.
JOVEN.-
Eso, pues que hace tiempo le presté a este viejo diez monedas de oro. Y como el tiempo pasaba sin que me las devolviera, hoy he ido a buscarle y a pedirle mis diez monedas. Y el muy villano dice que ya me las ha devuelto. Y yo no lo recuerdo. Y me acordaría si me hubiese devuelto las diez monedas de oro que le presté hace tiempo y que no me ha devuelto.
PRESENTADOR.-
Vale, vale. El señor Gobernador ya se ha enterado de que le has prestado las diez monedas a este hombre, No hace falta que lo repitas. También se ha enterado aquel espectador del fondo…
(Mira hacia el público).
Sí aquel del fondo, el que se ha quedado dormido. -¡Qué alguien lo despierte, que este caso parece emocionante!
SANCHO.-
-¿Y tú qué dices, viejo?
VIEJO.-
-¡Protesto!
SANCHO.-
(Muy sosegado).
Como vuelvas a protestar te arreo con mi bastón.
PRESENTADOR.-
Señor gobernador, eso no es protocolario.
SANCHO.-
-¿Ah, no? Bien, como no es “protoculario”, como vuelvas a protestar, el Presentador te arreará con mi bastón.
PRESENTADOR.-
-¡Señor!
SANCHO.-
No me lo agradezcas, soy así de magnífico. Y tu viejo, -¿qué dices de las diez monedas?
VIEJO.-
Digo que le he devuelto las monedas a este jovenzuelo mentiroso. Y para que no quede duda, estoy dispuesto a jurarlo aquí y ahora.
SANCHO.-
Perfecto, supongo que jurar es bastante “protomulario”.
(Al Viejo).
Jurarás sobre mi bastón de mando. Y como jures en falso, con este mismo bastón te dejaré las costillas como los dientes de mi abuela.
PRESENTADOR.-
Señor Gobernador, esa frase no es digna de un gobernador. Debería decir: “Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad; o el peso de la ley caerá sobre ti”.
SANCHO.-
Esa frase será “protoluminaria”, pero es muy complicada para mi.
(Al Viejo).
Antes de que jures, escucha lo que dice en mi nombre el Presentador.
PRESENTADOR.-
Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad; o el peso de la ley caerá sobre ti.
SANCHO.-
-¿Te has enterado?
VIEJO.-
No he entendido ni “papa”.
SANCHO.-
Quiere decir que como mientas, la ley te dejará como el que fue a por lana y salió trasquilado. -¿Entiendes ahora?
VIEJO.-
Mucho más claro, señor.
Sancho.-
Pues jura, como es “protozoico”.
VIEJO.-
Claro, claro; pero por favor, jovenzuelo, coge mi bastón para que yo pueda coger el del señor gobernador.
(El Joven coge el bastón del Viejo, y éste a su vez coge el de Sancho).
SANCHO.-
-¿Por qué ha de coger él tu bastón?, -¿no tienes dos manos?
VIEJO.-
Soy viejo.
SANCHO.-
Vaya, cuando tu mismo te llamas viejo no protestas. -¡Jura, como es “proluminario”!
VIEJO.-
Juro que he devuelto a este joven las diez monedas de oro. Y si miento, que la ley del señor gobernador, me de tantos garrotazos como años que tengo.
SANCHO.-
(Al Joven).
-¿Estás conforme?
JOVEN.-
Si jura ante usted con la amenaza de ser aporreado, yo quedo conforme. Así, debe ser que él me devolvió las monedas, pero por algún extraño enredo no logro recordarlo.
PRESENTADOR.-
-¿Y qué opina usted señor gobernador?
-¿Eh?, -¿oh?… Debo dictar sentencia. Viejo, devuélveme mi bastón.
(El Viejo le devuelve a Sancho su bastón).
SANCHO.-
Joven, dame tu ahora el bastón del viejo para dictar sentencia.
VIEJO.-
-¿Mi bastón?
SANCHO.-
-¿Algún problema?
VIEJO.-
-¡No! No, no, no, no, no. Coged mi bastón, señor.
(El Joven le da a Sancho el bastón del Viejo).
SANCHO.-
(A voz en grito).
-¡Dicto setecientas!
PRESENTADOR.-
No es así, señor; dicta usted una Sentencia, no Setecientas.
SANCHO.-
-¿Una en lugar de setecientas?, mejor; antes acabaremos.
(Pausa dramática, en la que Sancho coge aire).
“Seteciento” lo siguiente: como el viejo ha jurado y sin embargo el Joven no tiene sus monedas, que parece que han volado, el viejo regalará su bastón al joven.
VIEJO.-
(Muy alarmado).
No, no señor gobernador. Mi bastón no tiene valor alguno, es viejo como yo. Yo le compraré a este simpático joven un bonito bastón, bien labrado y nuevo.
JOVEN.-
-¿Y para qué quiero yo un bastón?, aún no lo necesito.
(Sancho hace oscilar el bastón del anciano sobre la cabeza del Viejo, que trata de cogerlo sin conseguirlo).
PRESENTADOR.-
Todavía estamos a tiempo de que alguien se lleve un garrotazo.
SANCHO.-
Bien. Te ordeno pues, joven, que si no quieres el bastón, lo rompas aquí mismo, delante de todos.
(El Joven coge el bastón del viejo).
VIEJO.-
-¡No!
(El Joven rompe el bastón por la mitad y de su interior caen al suelo doce monedas de oro).
SANCHO.-
Joven, coge tu diez monedas y dale las dos restantes al Presentador, para que al menos un día gane algo de dinero con esto del teatro.
(El Joven hace lo que Sancho le dice).
SANCHO.-
Llévate al viejo contigo y dile al alguacil que le de con todo el peso de la ley, al menos diez veces, una por moneda. Y que si no lo recuerda, el libraco ese de leyes está bajo la pata de mesa del comedor, que está coja.
JOVEN.-
(Confuso).
-¿Señor?
SANCHO.-
Para que caiga sobre él todo el peso de la ley, mejor un libraco de leyes que uno de cocina. Vendrá bien, es un tocho bien gordo.
JOVEN.-
-¿Señor?
SANCHO.-
Podéis marchar.
JOVEN.-
-¿Señor?
SANCHO.-
-¡Arrea pa’lante!
(Salen Viejo y Joven).
PRESENTADOR.-
-¿Cómo supiste dónde estaban las monedas?
SANCHO.-
En mi pueblo dicen que quien más protesta, es quien más esconde. Este mentiroso protestaba cuando otro le llamaba viejo, pero luego él mismo se lo decía sin perder el resuello… Y luego me fijé, que para jurar, le dio sin motivo su bastón al joven, y en cuanto el otro tuvo el bastón entre sus manos, juró que ya le había devuelto las monedas .
PRESENTADOR.-
-¡Sois formidable!
SANCHO.-
-¿Te has fijado, eh? Creo que desde que soy Gobernador soy más formidable cada día que pasa. Por lo menos habré engordado diez kilos.
(Desde abajo sale la trompeta y suena con pompa y alegría).
PREGONERO.-
(En off).
El señor Gobernador ha dictado sentencia.
SANCHO.-
(A voz en grito).
-¡Setecientas no, sólo una! -¡Y abrid paso que mis tripas rugen ya como el dragón del mago Alí Fanfarrón!
(Comienza a salir y se detiene un momento).
Y tú, amigo presentador, gástate las dos monedas en algo útil, que estás más flaco que el perro de un hortelano.
(Saliendo).
-¡Abrid paso y que el mantel esté preparado!
(Sale Sancho).
PRESENTADOR.-
Y así el Gobernador de Barataria dictó una más de las setecientas Sentencias que lo hicieron famoso en el mundo entero y en otras ciudades extranjeras.
Yo me voy, que estas dos monedas de oro me han abierto el apetito.
-¡Sed felices y no dejéis que nadie pase hambre!
(Mientras sale).
-¡Unos huevos fritos con papas fritas!
(Sale).
FIN
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