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Sentidos extravagantes

Odio hacia uno mismo, poesía, romanticismo, son varios de los ingredientes que hacen sentir esta extravagante historia.


Hoy es un día como otro cualquiera, pensó al entrar por la puerta. Lo único que le apetecía era darse una

ducha y acostarse. Su mujer se asomó con preocupación:

-Es muy tarde, ¿Has tenido problemas con el taxi?

-No, una fulana me mandó hasta las afueras de la ciudad.

-¿Quieres cenar?, te he preparado nuddles.

-No, me voy a dormir.

Él odiaba dar explicaciones. Realmente odiaba todo lo exterior existente, su trabajo de taxista, sus

repelentes vecinos y a su esquelética mujer. Sobretodo la odiaba a ella, simplemente por el hecho de no

haberle dado hijos.


Eran las cuatro de la tarde y las calles de Bankog estaban muy concurridas, cuando una mujer extrajera

salió del templo y se acercó al taxi preguntando si estaba libre.

-Lléveme al aeropuerto más cercano

El taxista observó a esa extraña mujer a través del retrovisor. Su piel era blanca, su pelo largo era de color

castaño, la estructura de su espalda era perfecta, y no era delgada como su mujer. Llevaba un negro

vestido excesivamente corto, su aroma era de albaricoque y su mirada era misteriosa.


Al llegar a su casa, el taxista se dio cuenta de que aquella hermosa mujer se había olvidado, en el asiento

trasero, un pequeño cuaderno. El taxista lo cogió y comenzó a leer:

“Sóplame el cuerpo
con tus gemidos en la noche;
ínflalo con tu aire,
todo el que puedas tomar,
y verás cómo al gozar,
explota.
Sóplame el corazón
con tu respiración al amanecer;
llénalo con tu aliento,
contaminación que me hace bien,
y verás cómo al amar, flota.
Sóplame y cámbialo en mí todo,
viento;
remóntame hasta donde llevas mis fantasías a volar,
y verás cómo mi ser entero,
al soñar, se contenta.” (anónimo)



El taxista aturdido, comenzó a leer la siguiente hoja:


“Surge el viento de la nada, golpea mi ventana y sufro. Hoy he vuelto ha pensar en ti, en tu color,

en tus ojos, en tus manos, pero mi mente recobra la realidad y me doy cuenta de que he vuelto ha

soñar.

No, no puede ser. ¡Dios, por qué me haces esto!, grito y hundo mi cabeza entre las piernas, luego

pienso y sin querer elevo mi mirada al cielo.

¡Hoy hay muchas estrellas!, me digo en mi interior y creo imaginarte observándolas también. No,

eso es imposible, porque si las estuvieras mirando, ¿Cómo es posible que sigan ahí, en el cielo?.

No, no, eso es imposible. Las estrellas deberían caer si fuese cierto, ¿Cómo podrían mantenerse al

ser observadas por tan profundos ojos?, ¿Cómo podrían desafiar a tan tierna mirada?.

Yo no las dejaría hacerlo, porque cómo se atreven unas simples estrellas a compararse con la

luminosidad de esos maravillosos ojos, esos ojos a los que considero míos, a los que me arrodillo.

No, eso es imposible. Dios, ¿Por qué me haces amar unos ojos, una sonrisa, una cara y a un ser que

no me pertenecen?.


Pero tampoco hace falta que me lo digan, porqué sé que eso no es posible.

No, no, eso es imposible.”


El taxista, quién sentía rencor por cosas pasadas que no tenían solución, quien criticaba y vivía con

egoísmo, y quien no levantaba cabeza, ni se motivaba para hacer nada. Sintió, después de muchos

años, una ligera intensidad en su corazón, una fugaz ilusión. Y decidió tras leer en la portada:

SHANNON BAKER. D.C:17B,404S. DETROIT, MICHIGAN, mandarle su libro.



Colocó el cuaderno en un paquete, y después de un par de horas, necesitó decirle a Shannon todos

los sentimientos de su interior, tanto por su apariencia, como de sus letras, y comenzó a escribir una

carta para mandársela junto al paquete.

“Estimada Shannon, no sé por donde empezar. Soy el taxista que te llevó desde el templo de Bankog al

aeropuerto, me gustaría decirte que por curiosidad leí un par de poemas del cuaderno que te dejaste

olvidado en el taxi, y que por supuesto, verás que te lo he enviado. Tus poemas me han dejado

impresionado, al igual que tu presencia. Quiero decirte que esos poemas son preciosos pero, nada

comparado con tu belleza y que me encantaría que alguien como tu, pudiese tener tales sentimientos

hacía mi persona.

Ojalá que me escribieras pronto, si es que algún día me escribes, para decirme que también sentiste

algo similar al entrar al taxi, porque te juro que dejo a mi mujer, mi trabajo, etc..., para irme contigo.

Con cariño, el taxista.


Al terminar la carta, la introdujo en el paquete. Y salió apresurado hacía correos.


Pasaron dos meses, y el taxista se acostaba todas las noches tomando una taza de te con miel, repitiendo

sucesivamente Shannon, con la esperanza de tener noticias de ella al día siguiente.

Era invierno, el taxista se levantó temprano y, como de costumbre, fue a correos. Pero, como de

costumbre, salió decepcionado. Al llegar a su casa su mujer mostró una de sus asustadas sonrisas y le

dijo:

-¿Era esto lo que esperabas?

En sus manos se encontraba una carta con remite de Detroit. En ese momento el taxista estuvo a punto

de abrazar a su mujer de la alegría. Cogió la carta y comenzó a leer:

“Estas palabras van dirigidas para el taxista que recuperó mi cuaderno.

Cuando era niña, mi madre se sentía orgullosa del altruismo y solidaridad,

que yo poseía. La verdad es me encantaba ayudar a los demás, sentir y comprender los sentimientos

ajenos. Pero con el tiempo, llegó el momento crucial que todo ser humano acontece, un cambio que te

hunde, te mortifica y con el cual, descubres cosas, sentimientos o ideas, que nunca antes podías imaginar

que existían. Estos cambios mentales, me llevaron a una total incomprensión de mi ser, y a un cierto dolor

interior.

Este acontecimiento me hundió y entendí que era una persona frágil, la verdad es que sólo tenía el

consuelo de poder ser útil, porque en los demás aspectos fracasaba. Nunca pude destacar en los estudios,

ni en los deportes, ni siquiera en mi hogar.

Todo esto me encamino a un mundo incierto y difícil, el de las drogas y el de la locura.

Llegó el momento en que toda mi vida se convirtió en una irrealidad surrealista e intimidante. Y para

que lo entiendas mejor te mando este viejo poema :

“¡Golpea, golpea, golpea
el estambre azul de un tiempo derramado!
la corola verde
de una musa semiinspirada
golpea cada vez más fuerte
con un sonido de la calma interior
que es la nada
Desasosiego rabioso
que tiembla para conseguir morir
Vacío de muerte de sentimiento
que una vez ha mentido
escapa entre los rayos fosforescentes
de una bombilla
con no pocos desengaños

Ese ardor, es descargado sobre la nada
porque desaparece en cuento lo mentas
Sube y baja el volumen de una calma
de una rabia inexistente
pero que por costumbre solía dormitar
entre mis brazos
Todo el mundo me es vacío
y de una simple y asqueante calma

Es la calma del vacío
la que me hace desear
la rabia” (anónimo).


Pasados algunos años, decidí estudiar psicología. Ya no sólo para poder ayudar a los demás, sino

también para entenderme a mi misma. Y resultó, me hice psicóloga, ayude a mucha gente con sus

problemas y me llegué a comprender.

Hace dos años que voy cada mes a Bankog para ayudar a tu mujer (¿sorprendido?, seguramente). Ella

me comentó una vez que no quería que tú lo supieses. Pero, no he encontrado la forma para que tu

mujer pierda su trauma por ser estéril, así que decidí que tú podrías ayudarla mejor que yo. Por

eso, planeé dejarte el cuaderno en el taxi.

Tu mujer me dijo que sentías rencor hacia ella, como si hubieses olvidado lo que es tener a alguien con

quien compartir, con quien sentir y efectivamente, alguien a quien amar. Por esa razón dejé los poemas

de amor en el asiento trasero de tu taxi. No para que sientas esa ligera intensidad en tu corazón, sino

para que recuerdes lo que es el amor, lo que es sufrir por amor. Como todo lo que sufriste en su tiempo

para conquistar a tu mujer, porque esos poemas que te han enamorado, los escribiste tú.

Todas esas letras increíbles, las sentiste en su momento, por tu mujer. Y no debes olvidarlo.

De acuerdo que no puede ofrecerte unos hijos, pero ella posee maravillosas cualidades que tú

estas ignorando. Sólo decirte que también ella a sufrido, y lo sigue haciendo.

Debes ayudarla, porque cuando lo hagas, ella te estará ayudando a encontrar tu puerta.”

P.D: Siento rechazar tu oferta pero no lo hago por tu mujer, sino porque soy lesbiana.
Datos del Cuento
  • Autor: conchy
  • Código: 363
  • Fecha: 21-10-2002
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.75
  • Votos: 67
  • Envios: 12
  • Lecturas: 7493
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Lolyna
invitado-Lolyna 29-05-2003 00:00:00

Lindo cuento o bella Historia, te Felicito,Sinceramente.

anonimo
invitado-anonimo 17-11-2002 00:00:00

Hola conchi me ha encantado tu cuento, algo paracido me pasò a mì años atràs,porquè sentimos rencor hacia los acontecimientos pasados, lo ùnico que conseguimos, es estar esclavizados mentalmenta, y sometidos a personas o hechos del pasado,,,,,,,,,,

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