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Categoría: Infantiles

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Todo empezó una cálida tarde de invierno, se acercaba la navidad. Se podían contemplar los adornos navideños sobre los árboles artificiales de las acogedoras familias, la alegría abundaba en las caras desconocidas. Las calles iluminadas por sus luces con forma de estrellas y campanas. Pero todo no era tan maravilloso en una pequeña aldea de Sambo. Después de todos los daños ocasionados tras el indecente de una guerra entre sus alrededores, en esa misma víspera de navidad, sus habitantes no pedían regalos a los Reyes magos, ni se alegraban de la llegada del Olentxero. Todos los días eran iguales: rezos por sus progenitores y sueños de esperanza nunca cumplidos por sus hijos. En ambos casos, la sucia y cruel arma de la guerra le había privado de ellos.
Zaina, una niña cuya única alegría era regalar todo su amor, siempre sonriente y muy pacifista, no entendía aquella tragedia. Lo único que sabia es que su hermano, Deis, había desaparecido y por lo que le habían dicho no pasaría esas navidades junto a familia. Zaina cayó en llanto, al recoger la foto de su hermano de un armario viejo y destrozado.
Apenas se distinguía el rostro de la foto, pero ella apreciaba cada gesto de su cara y suspiraba en cada uno de ellos, entre lagrimas en sus mejillas. Sentada en el frió suelo, mientras se rezagaba en la mantita de Deis, pidió que volviese sano y salvo.
Y así, cada noche que pasaba, pedía su regreso.
Los padres de Zaina, no dejaban de lamentarse, habían perdido su fe en la Navidad. Este año, no prepararían pavo asado, ni tampoco haría galletitas con azúcar como hacían siempre, su padre tampoco iría a talar un pino al bosque, ni adornarían juntos el árbol de navidad.
Había pasado un día mas, y Deis seguía sin aparecer. Zaina, aquella noche, se despertó sobresaltada de un sueño, y decidió ponerlo en práctica. Así que cuando se levantaron sus padres para realizar las tareas de cada día, les comento que quería tener un árbol, que debían recoger el musgo para poder decorar el belén, y hacer los preparativos para la cena de noche buena. Sus palabras se desvanecieron entre las oscuras paredes de la casa, pues el intento de hacer como si todo siguiese igual fue nulo. Sus padres no respondieron, y decidió tomarse estas navidades por su cuenta.
Aprovechando que sus padres salieron a hacer unos recados al pueblo, Zaina salio en busca de los elementos necesarios que anteriormente había citado. Se dirigió hacia una tienda navideña y allí escogió es mas pequeño y bonito de los árboles, por el camino, paso por un sendero por el que estuvo recogiendo musgo para su belén. Al llegar a casa todavía no habían llegado sus padres, así que rápidamente, guardo todo lo que había comprado en un enorme baúl para que no lo viesen. Al llegar sus padres, se hizo la cansada, provocando que ellos también cogieran el sueño fácilmente. A media noche, se acerco sigilosamente al cuarto de sus padres y observándolos atentamente, comprobó que ya se habían dormido. Zaina, corrió hacia el cobertizo, donde guardaban en una caja las figurillas del belén. Coloco el árbol de navidad junto a la chimenea, envuelta por las cenizas de la noche anterior. Lo adorno con total sutileza y cariño, mas tarde coloco las figurillas una por una usando también, el musgo que consiguió. Una vez acabado, se dirigió a la cocina, donde comenzó a preparar las famosas galletitas (gracias a la receta conservada durante años, la cual, fue pasada generación tras generación), preparo también el pavo que comerían esa misma noche, y especialmente preparo el plato preferido de su hermano. Finalmente, Zaina, cayó rendida junto a la chimenea aquella noche.
Estaba amaneciendo, ya se podían apreciar los dulces rayos del sol. y cuando se levantaron sus padres, y la vieron allí tendida, en el suelo, junto a la inseparable foto de Deis, sus miradas se cruzaron deteniendo el tiempo por un instante. Parecía que sus pésimas esperanzas hubiesen avivado ese fuego apagado en sus latidos. Recobrando así, la esperanza, adentrando en ellos el espíritu de la navidad.
Zaina despertó entre los regazos de su padre y la mirada inocente de su madre. No hicieron falta palabras, pasaron el día haciendo los preparativos para la cena y envolviendo algún que otro regalo. Al caer la noche, Zaina cuando acabo de colocar los preparativos sobre la mesa, se acercó a la ventana a disfrutar del paisaje helado. Mirando al cielo entristecida se preguntaba por su hermano, y en ese mismo instante, vio pasar mas rápido que el rayo una estrella fugaz. Pidió un deseo, que su hermano volviera sano y salvo y mientras una sola lagrima recorría su mejilla, vio una sombra a lo lejos que se acercaba poco a poco. Zaina mirándolo fijamente oyó una voz proveniente de esa silueta. Era su hermano Deis, que gritaba a su hermana por si no le había visto. Zaina salio disparada de su la habitación, atravesando de un lado al otro la casa, y cuando abrió la puerta, su hermano estaba allí, no era una ilusión suya, era un milagro. Acogiéndola entre sus brazos y elevándola en el aire los dos hermanos sonrieron y ella le dijo que siempre supo que volvería.
Sus padres salieron en su busca, asombrados por el alboroto de la niña, viendo a su hijo vivo, le abrazaron tan fuertemente, que apenas podía respirar. Deis una vez entrado en calor, (ya sea por la chimenea, o por el amor y el cariño que salía en esa familia) se sentó junto a ellos agradeciendo su regreso, y esa agradable familia que tenia junto a ellos.
Zaina y su familia, siempre recordaran aquellas navidades, y también aprendió, y es que si pides algo con todas tus fuerzas puede que se cumpla, no hay que perder el espíritu navideño, pues nunca se sabe si algún milagro de la navidad caerá en tus manos. Zaina tuvo suerte, no pierdas la ilusión, quizás este año tu también la obtengas
Datos del Cuento
  • Autor: Uztaila87
  • Código: 7107
  • Fecha: 10-02-2004
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.97
  • Votos: 37
  • Envios: 3
  • Lecturas: 3412
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