Cierta noche tres pescadores en un bote rustico
se echaron a la mar, con la idea de ser los primeros en llegar a un pescadero que días atrás había sido descubierto por uno de ellos,que al llegar al muelle hablo de la cantidad de peces que habían pescado. Así que al esconderse el sol y sin pensarlo dos veces tomaron el viejo bote partiendo. El mar esa noche estaba calmo, el cielo cubierto de estrellas,la luna con sus pálidos rayos plateados los guiaba en el camino.
De pronto comenzó el cielo a tornarse negro, la luna como por arte de magia desapareció y el mar comenzó a picarse por el fuerte aire que comenzó a azotarlos por levante. Todos estaban asustados y comenzaron a pedir clemencia. Solo un milagro enviado de lo alto podría salvarlos debido a que su bote no era fuerte para resistir esas investidas de olas, lluvia y viento.
Los pescadores asustados se estaban despidiendo de sus seres queridos mientras sacaban el agua que entraba por doquier al viejo bote. Al momento surgió ante ellos una gran luz que venía de lo alto de una montana en medio del mar. Parecía un gran Faro que los guiaba a puerto seguro. Unas grandes manos salían de la nada y la luz provenía de una gran vela que estaba en lo alto de la montana cubierta a los lados por las manos milagrosas que en forma de triangulo estaban sobre la luz amortiguando el fuerte aire que venía de levante.
El mar se puso calmo como cuando habían salido del viejo embarcadero, la luna comenzó a salir nuevamente y la luz fue apagándose suavemente hasta que desapareció por completo y junto con ellas las manos milagrosas que la habían cubierto para que no se apagara mientras ellos remaban hacia el lugar.
Habían llegado sanos y salvo. Nadie comento… solo se escucho decir en medio de la noche.
“Siempre del Universo nos llega una ayuda”
Fin