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Simbad, el marino

Érase una vez un muchacho llamado Simbad que decidió embarcarse en un barco para comerciar por el mundo.

Un día el viento dejó de soplar y el barco se paró muy cerca de una isla. Simbad y otros tripulantes del barco decidieron ir a visitar la isla. Estando en la isla tuvieron hambre, así que encendieron una hoguera para asar carne. De repente, el suelo se estremeció como si de un terremoto se tratase.

Lo que pasaba es que no habían desembarcado en una isla, sino en el lomo de una enorme ballena que, al sentir el fuego, empezó a dar coletazos. En una de estas embestidas Simbad cayó al agua. Los tripulantes del barco pensaron que se había ahogado, así que se fueron nadando al barco y huyeron.

Pero Simbad consiguió agarrarse a una madera que flotaba por allí hasta que una ola lo arrojó sobre una playa. 

-¿Qué será esto? -exclamó Simbad al ver unas bolas blancas de gran tamaño.

De pronto, Simbad miró hacia arriba y vio a un inmenso pájaro que iba hacia él.

-¡Es el pájaro Roc! -gritó asustado.

Pero no le dio tiempo a más. El pájaro Roc se posó sobre él para calentar las bolas blancas, que eran sus huevos. 

Simbad aprovechó para pensar cómo salir e ideó un plan. 

- Enrollaré mi turbante a la pata del pájaro Roc para que me lleve volando por la mañana -pensó Simbad.

Y así fue. Al amanecer, el pájaro se echó a volar, llevándose a Simbad con él hasta otro lugar en el que se posó.

Simbad descubrió que estaba en un profundo valle, rodeado de montañas tan altas que era imposible escalarlas. Cuando se sentó a descansar y a pensar en la falda de una de las montañas descubrió que estaba rodeado de serpientes.

-¡Qué mala suerte! -dijo Simbad-. ¡Consigo escapar de un problema para meterme en otro peor!

Entonces Simbad se dio cuenta de que aquel misterioso valle también estaba lleno de preciosos diamantes.

-¡Aquí estoy, rodeado de la mayor fortuna del mundo y condenado a no salir jamás! -se lamentó Simbad.

Sin embargo, por si acaso, Simbad llenó un saquito de cuero que llevaba encima con diamantes. Mientras metía los diamantes en la bolsa tuvo una idea:

-Mataré a una serpiente y me ataré a ella con el turbante. Luego esperaré a que venga el pájaro Roc a comérsela. Entonces me iré con él.

Y así ocurrió. Durante el viaje, el pájaro Roc sobrevoló el mar. Simbad divisó un enorme barco navegando sobre las aguas azules. Cortó con un cuchillo el turbante y cayó al agua, confiando en que los tripulantes del barco le rescataran.

Gracias a los diamantes a Simbad nunca no le faltó de nada. Aún así, decidió volver a embarcarse. Pero, ya en alta mar, unos piratas asaltaron su barco y lo apresaron para venderlo como esclavo.

-Pareces un hombre fuerte -dijo un mercader que quería comprarlo. -Dime qué hacer para ver si me puedes servir.

-Manejo muy bien el arco -contestó Simbad.

-Bien, demuéstramelo -dijo el mercader-. Ve a la selva y tráeme marfil de elefante.

Pero a Simbad le daba mucha pena cazar elefantes y siempre fallaba los disparos. Un día vio un elefante muy viejo y lo siguió. Este le llevó hasta el cementerio de los elefantes. Allí había tantos colmillos que, cuando informó a su amo, éste se volvió loco de alegría.

Para agradecer la fortuna que haría gracias a él, el hombre le dejó libre y le regaló un barco para que Simbad siguiese recorriendo los mares y viviendo grandes aventuras.

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