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Sin motivo ni razón

Imaginas que no entiendo, pero lo entiendo todo.
Intuyes que vivo de fantasías, pero me iusionan solo las pequeñas realidades que brotan a cada paso en mi vida.
Me imaginas olvidada u olvidando, eternamente callada, sin más argumentos que un cansino llanto por no obtener tu cercanía... de palabras, de simples palabras, por buscarte en una resbaladiza lágrima de nostalgia de derrotas... cuando acuden los recuerdos. Pero solo intuyes, no lo sabes.

Me imaginas atrapada en las redes de un olvido inconcluso e incierto, latente de locura, desafiante por definición. Me imaginas abatida, doblaba en absurdos miedos a la vida, a esta única vida que nos han dado, al amor, a ese único amor, extraño y ajeno a la voluntad y a la lógica, que solo se siente así tan puro, tan niño, tan torpe, tan acobardado y profundo... UNA SOLA VEZ.

Qué equivocado estás!
Pero qué equivocado estás!!

Soy yo, la mujer que con sus palabras elevó los cielos de ternura hasta tu boca. Soy yo, la mujer que bajo el brillo de tu mirada, acicaló de puntillas tu corazón entre perfumados versos, entre aromadas frases exquisitas de dulzor. Soy yo! esa mujer, la eterna mujer de la sonrisa entregada... la eterna mujer de las palabras infinitas armadas con generosidad en el corazón.

Mirándote en detalles, te sonrío, aunque entre mil suspiros se me enreden mil lágrimas por tu ausencia.
Añorándote en recuerdos, una luz de cariño se recoge con cercana ilusión en mis manos.
Nombrándote en silencio, se me llena la boca de color por salir a pinceladas tanto matiz de mis labios.
Extrañándote por dentro, se adormecen mis ojos un instante, tan solo es porque no alcanzo tu mirada de ternura.

No he dejado jamás de sentir tu dedos rozando en celeste mis sentidos.

Cuando los sones de una canción conocida, íntima, de intenso recuerdo inundan mi pensamiento, mi piel se ruboriza chispeante de calor, de eterno e interno fulgor de momentos y desprendo de mis ropas, de mis huellas, de mis latidos una enorme luz de certezas, de cariños, de intenso sabor de alegría. Cuando la vida me trae tu nombre o quizá sus nombres, se detiene un instante mi corazón... después renace el pálpito... sonrío, anhelo, elevo, no decae ni un ápice de mi dorado sueño, de mi extensa manta aterciopelada de caricias al aire, pero al fin y al cabo... caricias infinitas siempre.

Soy yo, la mujer de las eternas esperanzas, entregada siempre a una causa más justa y más alta que un lamento, que una duda de horas contadas. Soy la mujer que no tiene ni patria ni bandera ni causa ni razón, cuando le pone tu nombre a los sentimientos más especiales nacidos desde la zona más niña, más virgen... de mi corazón.

Y... en mi vida... soy yo, aquí y ahora, porque mañana o cien años después, ya quizá no sea yo, vivo sin tiempo, sin huecos, sin silencios, desnuda de miedos, de hipocresías, de temporales premios al absurdo ego que tanto atemoriza a la razón, que tanto corrompe la voluntad de encontrarse, porque soy yo... la mujer capaz de convertir en destelleantes estrellas un universo perdido entre las telas de las palabras. La mujer capaz de cerrar con lazo firme y coser con hilos de dorado tacto la seda de tu corazón, añadiéndole un guiño al destino, desorbitando la imaginación, poniéndole a este recuerdo un beso y entregándotelo sin más mirada que mi pupila centrada en el punto más auténtico y limpio de tu alma, en donde muchas veces, con infinita nostalgia, imagino que estoy.

Ni una sola lágrima logrará tapar nunca el cielo de mi sonrisa cuando escribo para ti.
Y hay tantas sonrisas limpias y tantas lágrimas azules regando la parte más humana de tu alma...
¿no fueron suficientes?

Ya no necesitas más, no te recubras más con mis letras, no te refugies más en el absurdo dolor de una ausencia que jamás dejaría de dolerme por mucho que tu presencia a borbotones trate de cubrir mi desesperanza.

Y estas palabras y tantas otras volcadas desde mi alma tan solo me hacen recordar que las cosas especiales de esta vida suceden solo una vez, igual que las cosas absurdas, carentes de cercanía, de valentía... de logros personales. Tal vez nada tenga motivo o tal vez todo nazca cargado de razón pero quien no se detiene a notar la diferencia de lo que tiene y de lo que es, no se detiene ante nada.

Puedes seguir intentando desarmarme en debilidades, o distrayendo tu ego con mi sufrido corazón, puedes ignorar mi duelo por todo lo que me has dolido y a cada detalle que me recuerde mi debilidad de corazón seguramente lo lograrás, seguramente lo lograrías siempre, más solo será un instante, mi voluntad es férrea, mi corazón es demasiado grande para abarcar a una sola razón.

Y en un mano a mano yo no sé quien gana; pero me atrevo a decir que siempre perderé yo, porque no estás a mi lado para celebrar ninguna victoria ni ninguna derrota.

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Cada mañana, sin que nadie se esfuerce, sencillo, alegre, cálido y brillante, sin motivo ni razón, igual que sale una sonrisa o una lágrima de un puro corazón, SALE EL SOL.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
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