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Sobre la niña

I

La tarde es fría. Una espantosa canción devasta mis ánimos de forma lenta, paciente. Aún a mis seis años logro conectarme a fondo con mis sentimientos e intensos miedos. Cavilo sobre mi infantil soledad, en casa de mis abuelos. Todas las vacaciones han sido y serían iguales. Pero este verano mis padres están mas lejos que nunca, vacaciones en el extranjero, le llaman. La habitación tiene una sola ventana, estoy tumbado en la cama e intento encontrarle sentido a la canción en la radio. Mis abuelos ven televisión, no muy lejos, en el cuarto contiguo. La tarde pasa lenta, paciente. Ayer había sido así ¿por qué hoy no? ¿Por qué mañana no? Asimilaba y aceptaba lo pobre y solitario de mi infancia. No había sueños, no había juegos o carcajadas. Las mañanas en el club, la piscina, pero siempre solo. Hijito ¿vamos al cine? Hoy pasan una película muy buena, acompáñanos. Mi abuela me viste, camisa, overol. Zapatos de charol. Decido que prefiero la espantosa canción y la solitaria cama. Ya no hay opciones, estoy sentado en el auto, vamos al cine abuelitos. La ciudad es pequeña, insostenible. Canto mentalmente la canción de mis torturas veraniegas. En el cine no hay mucha gente, la película es para viejitos. Estoy resignado a pasar las próximas dos horas en la soledad de mis argumentos, intensos. No abuelita, no quiero papitas, está bien, pero sólo una bolsa. Entramos y nos sentamos en la parte central. El asiento es gigante comparado con mi pequeña humanidad, me pierdo en él. Me pierdo en mí. Esta película ha empezado, la tortura ha comenzado. No comprendo los diálogos, parajes y personajes, desvarían. No abuelito, no quiero ir al baño. No ha avanzado mucho la película, alguien va a sentarse a mi lado. Es ella, mis sentidos se atiborran de emociones. La veo, rechoncha. Acompaña a sus muy mayores papás, es como de mi edad. Me mira tímida, tal vez espantada por mi curiosidad, no sé disimular, el mundo todavía no me ha enseñado. El cine ha desaparecido, quedamos ella y yo. Noto impaciente el roce de nuestros zapatos, los de ella son de charol también. Siento que me observa. La asusto con mis torpezas, tan marcadas. Bloqueo la comunicación muda, me volteo y miro mi brazo izquierdo, no abuelita, no pasa nada, mira tu película. Miles de años de sentimientos se unen y construyen el vacío en que se ha sumergido mi corazón, maltratado ahora por la inexperiencia y la sorpresa. No puede ser, su mano está encima de la mía ¿cómo pasó? Te he soñado tanto, y ahora estás aquí, malgastando tu película concentrándote en mi mano ¿por qué? Tiemblo, no tengo el instinto del amor, sino el del miedo. Sí abuelito, ahora sí quiero ir al baño. Frente al espejo no me reconozco, algo novedoso invade mi espíritu, no creo que sea un sueño, no sé soñar. Regresamos, permiso abuelita. ¿por qué me miras así, tormento mío? No tengo respuestas, no las busques en mis temerosos ojos. La película ha terminado tan rápido, ya no estás a mi derecha, sólo pude echarte un vistazo de despedida, para guardar tu imagen en la desolada caja de mis recuerdos. Adiós, el verano está terminando; papás los extrañé mucho. Vamos a casa. Hasta el próximo verano abuelitos.

II

La adolescencia no me ha sentado mal, los años y veranos han pasado muy rápido, hoy estoy de nuevo aquí, en la habitación de la casa de mis abuelos, que me resulta novedosamente pequeña. Ya no existen canciones espantosas, todo tiene un sentido, el peso de los años me ha llenado de sueños, así como de miedos. Los veranos son cortos, por fin sé hacer amigos, tengo algunos en el club. El año pasado tuve mi primera enamorada en la escuela, fue algo bonito pero fugaz. Aún no tengo edad o experiencia para entender el amor. Me reconforta saber que sé al menos reconocerlo. Las mañanas en el club son muy buenas, tengo que aceptarlo, Miguel y Rafo las llenan de carcajadas. Ayer Miguel conoció a una chica muy hermosa, morena de ojos caramelo, se ruboriza cuando nota que los estamos mirando conversar. Mañana traerá a dos amigas a nadar con nosotros. De pronto, la espantosa canción aparece en la vieja radio y en mis entusiastas oídos. No logro evadir el recuerdo que ha influenciado tanto en mi crecimiento como persona. Cuando tenía seis años, estuve sentado al lado de mi destino y no le hablé, no me presenté. Está bien abuelito, le bajo el volumen. ¿Qué habrá sido de ti? No tengo ya esperanzas de encontrarte. El verano siguiente al de nuestro incomprensible encuentro, te busqué en cada esquina, en todas mis tardes de cine. Y cada vez, aún ahora, que respiro el aire de esta ciudad ajena, siento de nuevo tu olor, la tibieza de tus manos. Un nuevo día, abuelito, me voy al club. Miguel vive al lado, vamos rápido hermano. No, no me he echado perfume, es por el beso de mi abuelita. Nos cambiamos, Rafo ya está en el agua, que gran sol hay hoy. Miguel ¿y tus amigas?. Ah, no son tus amigas, sólo ella. Hoy le dirás que sea tu enamorada. Nadamos, jugamos, reímos, no hay temores o preocupaciones. El futuro está tan lejos aún. Ahí está tu amiga. Las dos chicas que vienen con ella parecen bonitas. No, me equivoqué, una es hermosa, y me mira sin parar. ¿Es ella? Que gran emoción. No lo sé, el tiempo que ha pasado es muy largo. ¿Por qué me miras así? Eres tú. No lo sé por ti o por algún rasgo o gesto tuyo, lo sé por la velocidad de mis latidos y convulsiones amorosas. Nunca sentí eso con mi enamorada. Se acercan. De nuevo el mismo terror. Miguel yo me voy, por favor entiéndeme, creo que se acuerda de mí. Están hablando los cinco y yo aquí aferrado a la escalera como si de eso dependiera el equilibrio del universo. Me miras de rato en rato, me pones tan nervioso. Es hora de que se vayan, no me he acercado, se acercan ellos ¿ya se van? Adiós, sí, nos veremos mañana. Me diste un beso en la mejilla y esta ardió. No volví al club aquél verano. Abuelita, por favor dile a Miguel que estoy enfermo, prefiero de nuevo la leve soledad del cuarto. Acaban las vacaciones.

III

Mi alma ha envejecido de sueños inalcanzables y decepciones renovadas. He pasado la barrera de los veinte y he sido muy feliz. A veces la felicidad se ha escondido detrás de experiencias aterradoras. Muchas veces he reído, otras tantas he llorado, pero cuando los bullicios de mis vivencias callaban, estaba tu recuerdo; se me aparecía de nuevo el fantasma de mis miedos al destino. Me sudaban las manos y pensaba en los llantos que hubiera evitado si te hubiera hablado en el cine, o en el club, aquella mañana de piscina que enterré mi valor detrás de mi horror. Fue difícil encontrarte de nuevo, incluso debo confesar que había dejado de buscarte. Al principio, pasé veranos enteros buscándote entre mis amigos y experiencias nuevas, pero no estabas allí, ni siquiera cerca. Mis abuelos han muerto, hace poco, muy seguido. Ahora vivo solo en su vieja casa, mis padres me dejaron partir. A veces voy al club cuando la universidad entra en huelga. Pero fue el día que decidí no ir, que abracé El Aleph y recurrí a un parque que nunca había visitado. Tu aroma me hipnotizó a muchos metros de distancia. Volviste. El terror me invadió inmenso. Acaricié vívidamente mis miedos, y mis esperanzas. Pasaste vestida casualmente, igual que yo. Con tus libros aferrados contra el pecho y una pequeña bolsa marrón colgando de tu hombro. ¿Te has pintado el cabello? Hermosa. Las palabras pasaban disparaban ante mis labios y no se atrevían a dirigirse a ti. Me matas de terror. Decidí hablarte y enfrentar el amor, fue la primera vez que hablamos realmente. Es hoy, el parque es este. Desesperado. No entiendes esta historia. No comprendes que te he buscado tanto. No, no le digo esto a todas las chicas, nunca se lo dije a nadie. No desaparezcas de nuevo, por favor. ¡Mis lágrimas son reales, créeme! No me crees. Te vas. Le das la espalda al destino. Has cerrado definitivamente el libro de nuestras posibles felicidades. Ya no hay ilusión, ni esperanza. Te dejo ir. Pero juro no olvidar jamás el cine, el club o este parque desgraciado.
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.36
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