Soldados
Un disparo de bala impactó en el pecho de un soldado de Carolina del Sur. Sus enemigos, los de Carolina del Norte, duplicaba en número al ejército del Sur, pero aún así se mantenían firmes. Hacía ya un par de horas que el ejército de los esclavos del Sur, habían anunciado su retirada. Aún así, muchos continuaban con la batalla para liberarse.
Jude cargaba su escopeta tras los sacos de una trinchera. Joseph, un conocido y valiente soldado de Jude hacía unos instantes que cargaba su escopeta, pero un soldado del Norte se le acercó sigilosamente y, al no darle tiempo de cargar la escopeta le clavó el mosquete en el pecho. Una bala atravesó el campo de batalla hasta llegar al cuello de el valiente Joseph, provocándole un agujero del tamaño de una nuez.. Jude pudo ver como su compañero y amigo que aquella mañana le había invitado a una fría jarra de cerveza, yacía ya en el suelo.
Los soldados de Carolina del Norte avanzaban ya fácilmente. El general William Jack ordenó a sus soldados acabar pronto y cruelmente con aquellos esclavos del Sur. Aunque pidiesen clemencia.
Roby, un esclavo negro de gran altura (2’10 m) se jugaba su libertad en aquella guerra. Así que lucharía hasta la muerte su era necesario. Prefería morir antes que trabajar para aquellos blancos ricachones. Avanzó con su machete, que entre sus grandes manos quedaba pequeño, pues quería acabar con el general de pacotilla. William Jack se percató de su presencia y entre su mirada colérica y fría sacó su arma y disparó al pecho de Roby. Éste tocó su herida y seguidamente miró a los ojos de William Jack. Aterradoramente el general intentó cargar su pistola rápidamente, pero el esclavo se le había adelantado, tambaleándose y con la mirada borrosa se le aproximó con su machete, clavándolo en el cuello de su enemigo. Roby cayó de bruces en el suelo en el instante en que moría. Varios soldados fueron a socorrer a su superior, éste quitó el machete de su cuello hiriéndose una arteria principal. Una camilla de su bando, lo portó al hospital más cercano, pero el general William Jack se desangró por el camino.
Gabriel había sido constructor de casas en su pueblo natal para poder comer. Hacía año y medio que luchaba junto a los guerreros del Sur. Se escribía cartas con su novia, que de cien, solo le había llegado una. En aquellos momentos disparaba con su escopeta a las trincheras del enemigo. La munición en aquella batalla estaba siendo escasa. Dos balas le quedaban en su arma, el mosquete de su escopeta y un largo cuchillo. Tenía una herida de bala en el hombro izquierdo. Estaba en medio, solo, entre el enemigo. Un vigilante de Carolina del Norte le había descubierto, y dio la alarma de que había un intruso allí en combate. Gabriel tubo tiempo de desgarrarle el cuello con su cuchillo. Pero ya era demasiado tarde. Tras de sí, tenía a cinco soldados en su busca. Pudo agazaparse bajo unos matorrales y asesinar a dos soldados con las últimas balas de escopeta. Sacó el mosquete de su arma y lanzó su escopeta en la cabeza del enemigo. Asesinó al otro con el mosquete y le clavó el cuchillo al que se le aproximaba. Oyó unas voces del enemigo a lo lejos, y no le dio tiempo a coger ninguna arma. Se echó a correr y vio la frontera de las trincheras. Pisó la línea que le llevaría a su bando cuando una bala atravesó su pecho. Cayó de rodillas. Otra bala atravesó su abdomen. En aquél momento cayó de bruces al suelo. Pensó en su hogar antes de morir. Y en su amada. Un soldado del otro bando se le acercó. Gabriel ya había muerto a pesar de llevar un objeto en la mano. Portaba una cadena de plata con el nombre de una mujer grabado: Rose.