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Categoría: Educativos

Soledad.

La soledad es como un cáncer... pero mucho peor. Hace un año lo descubri...cuando mi adorado esposo falleció después de veinte años de casados. No tengo a nadie en este mundo, no soy madre y si no soy madre, entonces es imposible ser abuela. Mi esposo fue un buen hombre, un esposo ejemplar. Me amaba con locura y yo lo adoraba. Nos casamos muy joven...especialmente yo. Él tenia veinticinco años, yo diecinueve. Era un poco celoso, pero eran celos normales. Pero como no somos perfectos y mi esposo no era la excepción, tenía un defecto que troncho mi vida...nunca quiso ser padre, me quitó el derecho de ser madre. Desde siempre mi sueño era tener hijos. Cuando jovencita le decía a mis amigas que cuando me casara quería ser madre de tres hermosos niños. Pero mi sueño no se realizo por culpa de mi esposo y por amarlo tanto. Como todos los matrimonios teníamos nuestros problemas. Uno de ellos eran sus celos, pero las discusiones más fuertes eran por mi deseo de ser madre y su negativa. Sufrí mucho por su egoísmo y eso nublo un poco nuestra relación de pareja.

"Héctor, yo te amo, pero soy mujer y como tal quiero ser madre. Somos felices y si Dios nos bendice con un hijo seremos mucho más felices." "Saida, ya estoy cansado de decirte lo mismo. No me interesa tener un hijo, estamos muy bien así. No voy a compartir tu amor con nadie. Un hijo es una gran responsabilidad, mucho sacrificio. Contigo soy feliz, no necesito de nadie más." "No seas egoísta amor-dijo Saida muy triste- un hijo es el mejor regalo que nos puede regalar Dios. Yo quiero ser mamá. Quiero tener en mis brazos a un angelito mío, darle todo mi amor, cuidarlo y llenarlo de besos, quiero que se parezca a ti." Héctor se enojo y casi gritándole le dijo: "¡No me interesa, entiéndelo, no nací para ser papá! ¡No voy a compartir tu amor con nadie y menos con un mocoso! ¿Ya te cansaste de mi amor y compañia?" Saida no contesto, estaba furiosa. Se dirigió a su recamara llorando, se tiro a la cama y lloro amargamente. Héctor la siguió, se acerco a ella, acariciando su cabello con cariño, dijo: "No te pongas así amor, tu sabes cuanto te amo. Tú eres todo para mi, entiendeme amor, amo a los niños, pero yo no quiero tener hijos propios. Este mundo está al revés y no quiero traer hijos al mundo a sufrir. Teniéndote a mi lado soy inmesamente feliz, un hijo nos quitaría nuestra privacidad y la libertad de poder viajar sin preocupaciones." Saida lo miro con sus ojos llenos de lágrimas y respondió con dolor: "Un hijo no es un estorbo, sería el fruto de nuestro amor y lo vamos a adorar. En nuestras vacaciones nos servirá de compañia y gozaremos con sus travesuras. Tenemos cinco años de casados y somos felices, pero con un hijo en nuestro hogar la felicidad será mayor." Héctor se levantó para retirarse, abrió la puerta y antes de marcharse contestó: "¡Eres una necia, no quieres entender! ¡Basta ya Saida, estoy cansado de la misma discusión! ¡No quiero hijos, tendrás que conformarte y olvidar esa estúpida idea de ser mamá!" Tiro la puerta con fuerza y se fue. Saida llorando y gritando decía: "¡egoísta, mal hombre! ¡No tienes sentimientos, te odio, te odio porque no te gustan los niños y me quitas mis derechos! ¡Me arrepiento de haberme casado contigo!".

Saida nunca pudo convencer a su marido de que fueran padres. Pasaron los años y su matrimonio parecía casi perfecto. Pero una sombra lo opacaba. Lo amaba, pero dentro de su alma existía un vació que su amado esposo nunca pudo llenar. Era hija única, sus padres murieron en un accidente cuando ella tenía catorce años. La termino de criar su abuela materna, pero al año de haberse casado ella también murió. No tenía sobrinos, sus amigas se habían ido y su esposo nunca la dejo hacer nuevas amistades. Era muy celoso y solo podía salir con él. Ahora al año de la muerte de su esposo se sentía sola, completamente sola. Extrañaba mucho a su marido, su compañia, su voz, su calor. A los veinte años de casados el señor se lo llevo, dejándola sola en el mundo. ¡Si hubiera tenido un hijo no estaría tan sola! La soledad a veces es cruel. Perdió al amor de su vida muy pronto, aún estaba joven. Aquel terrible accidente le quitó al compañero de su vida. Ella aún es joven, podría casarse de nuevo y quizás tener el hijo que siempre soño. Necesitaba un compañero porque la soledad en que vivía la tenía deprimida. Pero lo pensaba mil veces, no sería fácil ser de otro hombre, aún amaba a su difunto esposo. Entonces tomo una gran decisión para salir de esa soledad y volver a ser feliz. No sería otro hombre. Prefería estar sola a engañar a su marido, porque pese a su soledad, aún lo sentía a su lado, sentía que la cuidaba. Mirando hacia el cielo y con una sonrisa que alumbraba su lindo rostro, converso con su esposo muerto: "Amor mío, nos amamos mucho, pero no sé el porque, pero el destino nos separo muy pronto. Me dejaste sola en este mundo. Perdoné tu egoísmo, un hijo nuestro ahora hubiera sido mi compañia y un recuerdo muy especial tuyo. ¿Quieres saber algo amor? He tomado una decisión muy humanitaria. Me dedicare a cuidar y proteger a todos los niños desamparados y abusados. Les daré amor, educación, caricias y besos, y una buena alimentación. A los niños enfermos los tratare de ayudar para que sean niños sanos y felices. Dedicare mi vida a ellos y ya no estaré sola, seré la madre que siempre soñé ser. No tendré tres hijos, tendré más de tres. ¿Estás de acuerdo mi amor?" De momento todo se oscureció, Saida sintió escalofrío. Se escucho claramente la voz de su difunto esposo que le decía: "No merezco tu perdón. Fui muy egoísta, pensé en mi felicidad y me olvide de la tuya. No descansare en paz hasta que no te vea feliz y vea tu sueño hecho realidad. Serás la mejor de las madres. Mil veces perdón, te cuidare siempre." Saida comenzó a llorar, temblaba como una hoja. La luz volvió, todo quedo en silencio. Pudo comprender que no estaba completamente sola. En espíritu, Héctor, su gran amor, la acompañaba desde el más hallá. Se sintió más tranquila. Limpio sus lágrimas, se peino y se maquilló como nunca y se fue de la casa. A comenzar a vivir su nueva vida y hacer de su largo sueño una realidad, ser una excelente madre.

Fin.
Datos del Cuento
  • Categoría: Educativos
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