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Solo basta recordar

Sentí que mi vida se detuvo un momento, aunque mi corazón latía y yo respiraba, sin embargo, se había detenido, estaba segura de eso, no lograba entender como era posible, todo a mi alrededor se vio paralizado, solo necesite un abrir y cerrar ojos, para darme cuenta de lo que hoy es mi vida.

Antes de ver mi presente, logre adentrar en mi pasado, mi memoria se llenó de recuerdos, recuerdos tales como cuando era una adolescente, llena de ideas e ilusiones, con ganas de volar, sabiendo que mis alas eran frágiles y que poco a poco se fortalecían, teniendo siempre en mente la enseñanza que me dejaron mis padres, recuerdo el momento aquel en el que descubrí que la voz de mi conciencia ya no era la de papá y mamá que ahora era la mía, y eso lo sabía, lo entendía bien, porque siempre estaba en contacto conmigo misma. Sabia qué quería y qué tan lejos deseaba llegar; recuerdo bien aquella frase que les escribí cuando no me dejaron salir “Quiero que sean mis padres y mis mejores amigos; lazo que une pero no aprisiona; estrella que guía pero no ofusca; torrente que quita la sed pero no ahoga. Mirada que escruta pero no juzga; cadena que liga pero no aprieta; palabra que avisa pero no atormenta; corazón que ama pero no exige; ternura que protege pero no sujeta.” Que momento aquel, donde todos mis sentimientos se plasmaron en un papel, donde el tiempo era eterno, y los sueños aspiraban a buscar la felicidad.

Y hoy que vuelvo a ver mi vida, he notado que he crecido, madurado, me he llenado de responsabilidades, poco a poco voy descubriendo que ya no soy una niña, ni una adolescente, ahora soy un adulto. Descubrir esto fue uno de esos momentos clave en mi vida, y en donde mi tiempo se dividió en dos, el antes y el después.

Hoy juzgo mi presente, me doy cuenta que desde hace mucho dejé de disfrutar el simple hecho de mojarme en la lluvia, y comencé a preocuparme por no pisar los charcos. Quizá suene efímero, pero dejé de sonreír cuando estaba feliz, y empecé a hacerlo cuando tenía que quedar bien. Dejé de soñar con volar y empecé a soñar con dinero, perdí las ganas de llegar a mi casa y contarle a todos cómo me divertí jugando todo el día, las ganas de andar descalza todo el día corriendo sin razón, o de buscar en cualquier parte, sin distinción alguna, a un amigo para jugar. Me sorprendí administrando gastos, corriendo todo el tiempo pero no por placer, buscando compañeros y no amigos, más preocupado por triunfar que por divertirme. Perdí la inocencia y la sustituí con prejuicios, abandoné voluntariamente mi libertad para encerrar a mi niño interno en la prisión de la responsabilidad. Y pretendo ser feliz ignorando lo que hace sólo unos cuantos años me alegraba los días, haciendo a un lado mis emociones, y sustituyéndolas con las del resto del mundo. Convertirte en adulto es añorar ser niño, porque ser niño es ser libre, inocente, risueño, alegre, imaginativo, sincero, desinteresado; ser niño es ser, lo que muchos adultos quisiéramos ser. Y es que, a diferencia del adulto, el niño no le tiene miedo a la vida, porque la tiene toda por delante. Quizá los adultos deberíamos parecernos más a los niños, haciendo a un lado prejuicios, penas e inseguridades, y dedicarnos a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

Y es que, yo aun no entiendo si nos convertimos en adultos porque nos hacemos responsables, o nos hacemos responsables porque nos convertimos en adultos. Soy adulto.

¿Habrá adultos que no se puedan divertir? ¿No puedan tomarse un día libre y maravillarse por los pequeños detalles que la vida les pone enfrente? Y me pregunto si ese adulto aun puede escuchar a su niño interior y sacarlo de esa jaula en donde fue encerrado; ¿Podrá olvidarse por un instante del dinero y poder?

Hoy que me veo sumergida en este papel, comprendo que si, que un adulto puede hacer esto y mas, que no solo se la pasa administrando una oficina, pagando deudas, corriendo de un lado a otro, llegando apenas a tiempo a todos lados. Sumándole ceros a una cuenta, víctima del impuesto sobre la renta. Soñando con el carro que se va a comprar, y aprovechando los ratos libres para ver televisión o leer el periódico, ser adulto no significa amargarse la vida, vivir presionado, lleno de estrés y preocupaciones. Un adulto nunca deja de ser niño, solo basta recordar para dejarlo salir.

Un adulto nunca deja de ser niño, sólo juega a ser adulto
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