A propósito de Clinton y el sexo oral y de tanta publicidad, no puedo dejar de pensar que a pesar que esto no es gran tema noticioso, tiene atisbos misteriosos, místicos y también un atractivo algo aberrante. Pero, ¿por qué no dirán de una vez por todas las cosas por su nombre común y traducir al cristiano las expresiones, de manera que todo el mundo las comprenda?
Empiezo de nuevo: a propósito de Clinton y el sexo hablado y de tanta publicidad no puedo dejar de pensar que el hecho no es gran tema noticioso pero tiene atisbos misteriosos, místicos y un atractivo aberrante. Porque dime si no resulta misterioso que un presidente, con su miembro a la intemperie escuche la declamación oratoria de la pareja. El misticismo ha de estar, tal vez, en el momento orgásmico de la conversación, en que la niña, con un misal y un rosario, uno en cada mano, ora el ¡Avemaríspurís!
Lo que hace noticia es lo aberrante. (Porque lo no aberrante a nadie le interesa y no vende papel de diario ni logra "reintin") Lo aberrante es que la oratoria debiera haber sido declamada por la señora Clinton para que el desdichado presidente no tuviera que exponer su poder ejecutivo extra maritalmente.
Pareciera que la señora Hilary no es muy católica, porque si lo fuera no habría permitido que su cónyuge, en vez de patear a la perra, como lo hacen los colocolinos cuando el Colo-Colo de Chile pierde, (Juran que la perra es de la Universidad de Chile, fútbol club) haya mandado a bombardear a países que no se pueden defender.
Pero lo más misterioso es que las estadísticas miden la popularidad del presidente de su nación de acuerdo a la variedad de la vida íntima de su mandatario. Si el pueblo norteamericano está formado por puros santos para qué votarán por un pecador. ¿Será esa alguna forma de democracia? En todo caso, el aporte del Presidente a la educación sexual de la juventud ha sido memorable.
PLOP.