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Categoría: Historias Pasadas

Solplo en tu cara

Todas las tardes y casi a la misma hora, José, un joven muchacho pasaba por un solar en el que estaban construyendo un edificio muy alto. Todos los días y a esa misma hora se cruzaba con el arquitecto. Los primeros días José pasaba desapercibido, pero el arquitecto que era un buen fisonomista le recordaba, como también a primera vista intuía los deseos de aquel muchacho.
Un día José decidió entrar en la obra y le preguntó el capataz:
- ¡Muchacho!. ¿Que deseas?
- Venía para ver si puedo trabajar aquí.
En ese momento llegó el arquitecto, se acercó y le dijo:
- Hacía mucho tiempo que te esperaba. Desde el primer día que empezó la obra sabía que vendrías. Adiviné cual era tu intención, pero tu estabas indeciso. En fin como ya te he dicho antes, te esperaba. Así que. ¿De qué quieres trabajar?. Albañil, peón, gruísta.
- No se nada de eso, mejor dicho, no se nada de nada. Me marché de casa cuando era casi un niño, yo no podía soportar a mi padre, no me dejaba en paz, yo quería vivir mi vida, pero me decía que si no quería estudiar que buscara trabajo, pues el pan hay que ganarlo con el sudor de la frente.
- Tu padre dijo bien, el te dio la opción de elegir lo que tu desearas pero no te conformaste con eso, era mejor salir de tu casa y vivir independientemente, costase lo que costase, sin pensar siquiera en tu madre. Claro, ella no cuenta para nada.
- ¡Hombre.! ¿Y tu como sabes eso?.
- Casi todos los muchachos piensan como tú, Primero quieres comeros el mundo con un "YO SERË" con mayúsculas, luego lo pensáis mejor y se cambia por "yo seré" con minúsculas y por último os conformáis con "lo que sea". Y al final "no sois nada" ¿A que sí?.
- Pues. Ssi.
- Te llamas José ¿Verdad?, cuéntame cosas de ti.
José pensando que era adivino, aparte de arquitecto optó por no mentir.
- Bueno, lo que tu me has dicho es verdad, yo no podía aguantar mas a mi padre. Mi madre era buena, aunque de vez en cuando me lanzaba alguna indirecta que no me gustaba, pero era buena. Me acuerdo cuando era un niño y hasta u poco antes de marcharme de casa me soplaba en la cada para que no me pusiera triste, su aliento me hacia tantas cosquillas que se me olvidaba mi tristeza. Mi padre era al que mas odiaba, no había ni un día, que por lo menos me llamara la atención, yo siempre era el punto de mira de sus enfados para reñirme y chillarme. Yo me metía en mi cuarto cerrando la puerta bruscamente, lo hacía así para fastidiarle. Y la verdad, ya estaba harto, así que decidí irme de casa y buscarme la vida por ahí.
- ¿Y que has hecho hasta ahora?
- .
- No me mientas.
- ¡Hombre.!
- Por si las moscas.
- Yo tenía una pandilla de amigos cuando era estudiante. Unos terminaron la carrera y se casaron, otros se metieron como voluntarios en las fuerzas armadas y los demás. Están como yo, así que mientras duraba el dinero lo pasábamos muy bien, pero cuando escaseaba nos metíamos en los grandes almacenes y supermercados a robar para comer y lo que nos sobraba lo mal vendíamos para comprarnos algo pa snifar o para algún chute, eso era todos los días desde que me fui de casa.
Un día vi por la calle a una vieja con un bolso, me acerqué a ella, tiré de él y salí corriendo, fue tan brusco el tirón que la pobre mujer se dio en la cabeza con una farola de hierro. Instintivamente miré a esa vieja. y esa vieja.
José empezó a llorar amargamente con convulsiones.
- Esa vieja era… mi. Madre.
- ¿Que te dijo cuando te vio?.
- No se dio cuenta, cayo al suelo en un charco de sangre. Yo, lleno de miedo salí corriendo con el bolso. Al día siguiente me enteré que estaba en el hospital y fui a verla para pedirle perdón y entregarle el bolso.
- Sigue.
- Cuando entré en la habitación estaba dormida, la besé en la frente y entre abrió los ojos, yo llorando como un niño pequeño no me salía de la boca ni una palabra, le enseñé el bolso y ella me dijo.
- ¡José!. Lo has recuperado tu. Cuando estaba en el suelo pensaba: Si hubiera estado aquí mi José no me hubiera robado el ladrón. Pero no llores. No estés triste porque me veas así. Ven. Acércate.
- Mi madre me sopló en la cara y me abracé a ella. Porque ese soplo fue el último aliento de su vida.
José empezó a gritar .
- Robé y maté a mi propia madre. Ella me quería.¡Maldito sea mi padre.!
- Tranquilízate.
El arquitecto le dio un cigarrillo y ya mas calmado al muchacho le dijo:
- ¿Qué culpa tiene tu padre?. ¿Le culpas por no haberte dado los caprichos que querías?. Es muy bonito levantarte a la hora que quieres, te pones los tejanos rotos, la camisa por fuera de los pantalones, los tenis, y te vas de botellón con los amigotes y cuando te da la gana vas a comer si es que vas, luego te desparramas sobre el sofá para ver la tele hasta las doce de la noche para luego ir de marcho o movida y regresar a las siete de la mañana ¿A que sí?. ¿Pues sabes lo que te digo?: No maldigas a tu padre. Maldícete a ti mismo, pues tuya fue la elección que te despreciaste y elegiste lo que no se te ofreció, así que "quita de tu corazón el enojo y aparta de tu carne el mal".
Tu padre te quería y lo que el pretendía de ti, cuando tu lo veías enfadado, era como tu imagen reflejada en un espejo, que te dieras cuenta de como eras, pero tu no comprendías o no querías comprender su mensaje, Un ciego de nacimiento no puede verse en un espejo, pero el que es de corazón ni se refleja.
- ¿Y cómo te ha dado por dejar esa vida de mentira y de droga con tus amigos?. ¿Te han echado de la pandilla?.
- No, he sido yo. Me he dado cuenta de lo canalla que he sido. Cuando pasó lo de mi madre no hice lo que a otros amigos les pasó, que se llenaron de droga y murieron en ella. A mi me dio por recapacitar, vi mi vida anterior y mi futuro en la muerte de mis compañeros, así que decidí volver del mal camino, porque si la droga es mala para el cuerpo, la mentira es la peor de las drogas, pues con ella no solo te haces mal a ti sino al que está a tu lado.
- Mira, en este solar, dice el arquitecto, estoy levantando un edificio. Aquí formamos una gran familia, cada uno tiene su cometido y todos saben hacer su trabajo. Se estudia el terreno, el clima etc. Y con esos datos y muchos más empezamos a construir, primero los cimientos que es la base principal, luego los pilares y se cubren hasta llegar a la parte superior. Como verás es muy sencillo. ¿Verdad? Pues no, no es tan sencillo. Si esa armonía de construcción falla por alguna causa, hormigón inadecuado, ladrillos de mala calidad o por cualquier otra causa, el edificio, tarde o temprano se derrumbará, y claro está. la culpa es del arquitecto ¿Verdad?.
- Bueno, el arquitecto diseña y dirige, pero el fallo es o puede ser del maestro de obra o de los albañiles ¿No? Pero la responsabilidad es del arquitecto ¿Comprendes?.
- El solar era tu familia, los cimientos tus padres y sobre ellos tú, pero por tu vagancia rompiste la armonía y se ha venido abajo, tan solo queda, hierros retorcidos y escombros. Un edificio destrozado.
-¿Que quieres que haga?
- Ven vamos a subir al edificio.
Se ponen los cascos de seguridad y se disponen a subir a todo lo alto por las escaleras.
- ¡Que! ¿Cuesta subir?
- Pues. si que cuesta.
- Ya veras cuando lleguemos arriba.
Al terminar de subir, había una gran explanada. José miró a todos los lados viendo el paisaje "de colores", pero al mirar a poniente, vio aquel sol rojo que caía entre las nubes en llamas. Eso era demasiado bonito para sus ojos, el no merecía ver ni eso. Aun fatigado por esa subida de escalones en el silencio del anochecer, con un semblante de tristeza miraba esa bonita puesta de sol. No lo pudo remediar, sus ojos se humedecieron y terminó por llorar.
Unas lágrimas rodaron por sus mejillas mientras que una brisa suave de poniente soplaba sobre su cara. Madre. Perdóname.

Alberto Ramírez Franco. "El Toledano Isleño" 8/96
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