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Su muerte

Sale de su apartamento y cierra la puerta de entrada tras de sí. Un pequeño corredor sin luz. Camina con pasos cortos y lentos y oprime el interruptor de la luz. Cuando alza la cabeza y dirige la vista hacia el foco de luz, inmediatamente realiza el movimiento contrario, baja la cabeza debido a la intensidad de la emisión luminosa.

Se halla en un estado que le causa dificultades. Desde hace doce años, una intensa migraña se ha posado en su cabeza y probablemente jamás inicie la partida para alejarse de él. A la jaqueca debe agregarle una fractura de húmero producida por el golpe que recibió de un violento muchacho perteneciente a un grupo xenófobo, un neo-nazi, indudablemente debido a que su apariencia dista mucho de ser respetada o temida y a la locura de esa joven bestia.

Desciende por las escaleras constituidas por cinco peldaños, y tose ferozmente. La gripe es otra maldición en su malhadado organismo. Antes de alcanzar el primer piso del edificio en el que vive, percibe el sonido causado por la conversación de personas y el ruido de una puerta cerrándose. Escucha la voz de dos mujeres que posible, y afortunadamente, se hallaban en plena mocedad. Continuó escuchando la voz de las muchachas mientras descendía, siempre observando donde colocaba un pie, para llegar hasta la puerta que le conduciría hasta el exterior. ¿Será real?¿Realmente, su hermano, después de indagar y experimentar durante decenios, había hallado la clave de la telepatía? Balancea hacia delante y hacia atrás el maletín gris marengo que porta en la mano izquierda. Inspira intensamente para conseguir captar un poco del aire del exterior. La puerta del portal se cierra sola. La temperatura es baja, y él introduce la mano derecha en el bolso de su abrigo negro y de grandes botones, aunque unos guantes marrones cubran sus manos. Se desplaza con mayor velocidad que cuando descendía por las escaleras. Esquiva un gran charco de agua situándose en el borde de la acera, sin embargo, unos niños pequeños no han pensado en evitarlo y comienzan a saltar enérgicamente, y a él le da la sensación de que intentan introducirse hasta el fondo de un mar profundo imaginario, pero lo único que provocan es que el agua le salpique. Y que posteriormente, emita una risa ruidosa y prolongada.

-¿Si, dígame?... - Luis coge el auricular del teléfono, y se sorprende por el estado de la interlocutora.

-¡Luis, soy Isabel!- su comunicante respira entrecortadamente- ¡Tu hermano y yo, junto con el resto del equipo de investigación, hemos evidenciado la existencia de la telepatía!

-Una aseveración que podría considerar deslumbrante si no me hubiera dejado in albis- Luis coloca su mano derecha sobre su cabello, negro y brillante, a causa de la perturbación-Luis, aproxímate a casa y te lo narraremos detalladamente. Todo ha acontecido de forma imprevisible. Te lo prometo, la telepatía es real- Luis percibe la tranquilidad en el habla de Isabel, la esposa de su hermano.

-Conforme, iré con toda prontitud - suspira - pero considero que debes asegurarte de tú aseveración.

-¡Maldito seas!, jamás aceptarás que nuestro campo de investigación es auténtico y efectivo, que objetiva y verdaderamente el ser humano es completamente diferente a las proposiciones de los postulados materialistas- percibe que Isabel se expresa con gravedad.

-Lo siento Isabel, confío en que sepas disculpar mi incredulidad.

-Ven, ¿de acuerdo? Conversaremos, y te lo mostraremos.

-Llegaré en poco más de media hora. Adiós.

-Te esperamos. Adiós.

A la par que se desplaza, piensa en la forma tan desagradable en la que se expresó durante su breve conversación con Isabel. Se siente contrariado. No acogió la nueva con la sorpresa del que, aunque duda, no le importaría modificar sus creencias. Fue muy duro, y excesivamente receloso.

Está muy fatigado, y desearía permanecer en su casa para descansar. Bosteza, y se tambalea momentáneamente hacia la izquierda. La acera en la que se halla no se encuentra abundantemente transitada. A su espalda, unos muchachos conversan, y ubicado a su derecha, un hombre sentado sobre una manta sucia y utilizando un cartón para resguardarse del frío.

En el caso, para él insostenible e imposible, de que los seres humanos sean hábiles para establecer comunicación entre ellos sin emplear los órganos de los sentidos o un determinado dispositivo, ¿cuál será la condición óptima para su realización?. Detiene su avance en un cruce, y en ese instante, cuando la confusión incrementa el desconcierto de sus pensamientos, una gota de agua impacta tímidamente en su nariz. La aglomeración de nubes que están situadas sobre su vertical, le auguran que comenzará a llover. El firmamento está cubierto completamente por una colosal formación nubosa sombría, y un viento frío persiste en azotar a toda persona que se halle caminando. El tráfico de vehículos es intenso a esta hora de la noche a pesar de las destemplanzas del tiempo. Un grupo de muchachas se coloca detrás de su posición. Y la presencia constante de los pensamientos indóciles le introduce en un estado de reflexión.

Si no se equivoca, los electrones son las partículas elementales de la materia que son poseedoras de una gran diversidad de manifestaciones. Aparte de la electricidad, la actividad electrónica también produce la conducción del calor, y modificando sus emisiones, también generan rayos catódicos y rayos x. El ser humano dotado del regalo de la comunicación mental. Se entrega a la idea de que sea la mente el origen y causa de la telepatía.

La hilaridad de una de las muchachas que están agrupadas a su espalda le sorprende, y gira la cabeza y el tronco ligeramente hacia la posición de la joven. El semáforo indica que ya es posible atravesar la carretera. Luis lo realiza con serenidad, mientras que las chicas lo hacen con celeridad. Antes de alcanzar el otro extremo, un motorista arranca velozmente, emitiendo la máquina un sonido estridente. Recapacita y recuerda que los electrones también producen imágenes visibles.

La lluvia se precipita despacio y su cantidad es despreciable. Frente a él, una mujer se desplaza transportando una silla para bebés con un pasajero en su interior. El parque que atraviesa para aproximarse a su destino, difiere completamente de un lugar para el recreo de los infantes. Es más lúgubre que las nubes sobre su cabeza. Todo envuelto en un campo de agua.

Luis considera una realidad la visita de otras civilizaciones intelectivas a nuestro mundo, nunca abandonará la idea de la presencia de seres esotéricos como el abominable hombre de las nieves o el monstruo que habita el lago Ness. La pervivencia de la conciencia, de la vida tras la muerte, incluso la existencia de un entidad suprema, de una divinidad, son cuestiones que siempre le habían resultado merecedoras de su descrédito. ¿De que forma afectaría a nuestra vida un prodigio como el de la telepatía? ¿Sería solamente uno de tantos fenómenos naturales, tan alejados de nuestro discernimiento, que un abismo les desune? ¿Por qué no podemos percibirlo y emplearlo actualmente con profusión, como el lenguaje? ¿Si en alguna ocasión lo empleamos, que nos diferencia de los antiguos seres humanos que se servían de él? ¿Y si es una facultad emergente?

El roce del cuerpo de un gato con su pierna le disuelve los pensamientos. Efectúa un giro en el avance y se introduce en un callejón, extenso y estrecho, débilmente iluminado en su comienzo por la luz que surge del escaparate de un establecimiento. Sus ideas le han intranquilizado. Nuevamente tose ferozmente, lo que le realmente le incomoda. Su garganta está áspera y desea beber.

Súbitamente, una sombra se alarga hasta alcanzarle. Hay una persona detrás de él. No le importa. Esquiva una irregularidad del pavimento, una hendidura alargada que produce un pequeño desnivel. Y la persona le habla.

-Discúlpeme señor,¿puede detener su avance? Deseo comunicarle algo.

Las palabras le inquietan más que la figura de aquel hombre, cuya faz no es posible ni siquiera vislumbrar. Una capucha lo impide.

-¿A causa de qué he de hacerlo, señor?

-No se acerque, me aproximaré yo- el sujeto comienza a caminar. Unos cuatro metros los separa.

-Quizás se ha equivocado de persona- dice Luis, que empieza a desconfiar.

-Indudablemente no, amigo- el desconocido se sitúa frente a Luis. Es un hombre alto.

-Puede decirme lo que estime-pero el hombre no habló.

Luis pensó que le iba a asaltar, y que debía prepararse para el ataque.

-No voy a agredirle para asaltarle- sus palabras en ese momento le inquietaron.

-Pues-exclama Luis-dígame lo que desea expresarme, debo ir lo antes posi...

-Lo sé, lo antes posible a casa de su hermano y su equipo de investigación- dice con seguridad el desconocido.

-¿Conoce a mi hermano?-replica Luis.

-Jamás he tenido ocasión de conocerle, ni a él ni a su esposa.

-¿Se va a demorar más en sus palabras para mi?- Luis piensa en la extrañeza del individuo.

-¿Por qué le resulto extraño? - dice el hombre.

-Simplemente porque ha dicho que deseaba decirme algo, y aún no lo a hecho.

Con rapidez, su interlocutor, situado en las sombras del callejón, sujeta a Luis del cuello poderosamente y lo eleva con habilidad toda la longitud de su brazo. El maletín cae de la mano izquierda de Luis, quien infructuosamente intenta despojarse de la gran mano que le oprime el cuello.

Comienza a subir y a bajar a Luis, moviéndolo de lado a lado, y le arroja con violencia una más de una docena de metros, elevándose más de cinco. Un evento aterrador.

Aterriza de espaldas, golpeándose la nuca, dolor nimio en comparación con la pelvis y la pierna derecha, doblada hacia atrás, debajo de Luis. El pavor producido por la violencia del lanzamiento, y por la incomprensión de esta acción, se suma al horror de observar como su agresor se acerca y le habla.

-Lo deploro, amigo mío, más debe conocer que no le odio. Sencillamente tengo ansia por comer y beber- dice el hombre.

-¡Por el amor de Dios, no me haga daño, por favor- exclama Luis, cuyo rostro es bañado por el agua de la lluvia, que ahora se precipita con fuerza.

-Lamentablemente, he de hacerle daño, es inevitable.

-¿Que es lo que desea?¿Por qué quiere hacerme daño?¡Déjeme ir!-responde Luis.

El desconocido coge a Luis y lo maltrata zarandeándole mientras se ríe. Un rugido surge del rostro cubierto.

-¡Quien es usted!¡¿Por qué me hace daño?!¡No continúe, se lo suplico!- las lágrimas se unen a su llanto.

El hombre le golpea en la caja torácica, y sujetándole por el cuello, le coloca hacia atrás la cabeza.

-Antes de matarte, me considero en la obligación de responder a la cuestión que ha invadido tus pensamientos, Luis. Existen personas capaces de comunicarse mentalmente. Y además, capaces de realizar gestas, seres dotados de una magnífica cualidad, un atributo completamente desconocido para vosotros, que solamente sois sustento para nuestro cuerpo, y mente primitiva para nuestro dominio. Soy un ser esotérico, Luis. Soy un vampiro.

Las últimas palabras del desconocido, que furiosamente, muerde en un lado del cuello de Luis, mientras que con el dedo pulgar y de uña afilada le comprime la garganta, haciendo que la muerte acaricie a su víctima, incapaz de defenderse.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.6
  • Votos: 70
  • Envios: 5
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