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Categoría: Terror

Supervivientes

La calle estaba tan revuelta como sus sucios cabellos, como si un tornado acabara de pasar por ella. Un silencio atroz acompañado por la más siniestra de las oscuridades dominaba la fatídica noche. Adam caminó entre ruinosos coches, adornados algunos de ellos por brillantes fuegos, sobre las aceras los edificios mudos, rotos por la tragedia, las ventanas selladas y teñidas de rojo. Encima de algunos capóts y asomando a través de portezuelas entreabiertas, dantescos cadáveres rumiaban el horror que habían experimentado minutos atrás. De vez en cuando, el viento silbaba amenazante entre los hierros retorcidos y la neblina que vomitaban algunas alcantarillas.
De pronto, el pequeño se internó por un oscuro callejón decorado con grotescas pintadas y otras tantas manchas de reseca sangre. A lo lejos, en algún lugar de aquella pesadilla, el intermitente graznido de un cuervo apuñaló la noche. Adam siguió hasta el final de aquel horrendo pasaje, mientras oía el cercano chirrido de unas ratas. Ahora estaba en una plaza coronada por una pequeña iglesia, y tan sumida en el caos como el resto de la ciudad.
Atravesó el lugar oteando las sombras que se cernían sobre él, sombras alargadas, furtivas, fantasmales. Otro sonido, esta vez el grito ahogado de alguien que había resistido hasta el momento la violencia de aquella amenaza, llenó de pavor la nada nocturna, y el corazón de Adam.

Unas escaleras le llevaron a la trasera de dos viejos edificios, un lugar angosto y cercado por una oxidada verja. A la izquierda de ésta, en la plaza, se oyeron unos pasos débiles. Adam miró al lugar de donde había venido el ruido, pero sólo vio tinieblas.
Sintiéndose cada vez más asustado, atravesó la destrozada puerta trasera de uno de los edificios y subió una escalera. Alrededor de él, nuevamente, todo era oscuridad y silencio, y a cada dos pasos había una mancha de sangre o una señal de la trágica batalla que habían afrontado los habitantes de la ciudad.
Una ventana abierta de par en par comunicaba el ruinoso interior con la negra y susurrante calle. En el alféizar, varios cuervos somnolientos se agitaban suavemente, mientras en lo alto del cielo una luna amarilla brillaba sobre la oscura silueta de las azoteas. Adam se asomó por la ventana, con cuidado de no espantar a los tétricos pajarracos. Sus ojos navegaron entre la niebla y el caos durante unos instantes, y entonces, de repente, los vio.....
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 4.52
  • Votos: 58
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 19-10-2003 00:00:00

con un estilo propio de un gran escritor. Pero también te digo que me has dejado en ascuas. Es como el inicio de una estupenda novela. Felicidades.

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